EL PAíS › JUAN CARLOS VILLALONGA, DIRECTOR DE GREENPEACE ARGENTINA

“Toda planta papelera contamina”

Las empresas de celulosa y los ambientalistas polemizan sobre los efectos de la instalación de las fábricas en Fray Bentos. “No van” a dañar “de manera irreversible”, sostiene un directivo de ENCE. En Greenpeace dicen que los Estados deben fijar reglas de producción limpia para la región.

 Por Laura Vales

“La instalación de las papeleras no debe convertirse en una disputa entre nuestros países, porque así como ahora van al Uruguay, mañana van a venir a la Argentina. Lo que importa es que los dos gobiernos, de común acuerdo, puedan fijarles reglas de cómo deben producir en la región”, sostiene Juan Carlos Villalonga, de Greenpeace. La organización ambientalista asegura que la producción de papel está teniendo una expansión a nivel mundial: “Crece en China, en el sudeste asiático, se mantiene en Europa y Estados Unidos, ya está en Brasil y ahora estamos viendo la avanzada en el Río de la Plata”. Por eso el problema no está haciendo otra cosa que comenzar. Y ocurre, además, con plantas que por su tamaño, “son un salto en escala monumental”.

–¿Todas las plantas de celulosa contaminan?

–Sí, todas contaminan. Pero si hablamos del proceso industrial, hay mejores tecnologías que las que proponen para Fray Bentos. A finales de los ’80, cuando empezamos a reclamar a las papeleras para que eliminaran el uso de cloro elemental, las empresas decían lo mismo que ahora dicen Botnia y ENCE. Hubo fuertes movilizaciones en Europa, en el ’90, ’95. Lo que la industria encontró como respuesta fue reemplazar el cloro elemental por dióxido de cloro, nació así el sistema que se conoce como ECF. Fue un avance, porque contamina menos, pero no elimina la contaminación: sigue descargando al ambiente sustancias organocloradas, dioxinas, lo que en el lenguaje técnico se denominan compuestos AOX, elementos que afectan el sistema inmunológico y son cancerígenos. Y que, además, son sustancias persistentes, con una baja capacidad de biodegradarse, por lo que permanecen años en el ambiente. En megaemprendimientos como éstos, que van a producir un millón quinientas mil toneladas de pasta, el volumen de los efluentes volcados al río y el humo que va a ir al aire son altamente significativos. Por eso planteamos que tienen que usar otra tecnología, la TCF, totalmente libre de cloro.

–¿Es limpia?

–No, pero es mejor.

–¿En qué consiste?

–Usa compuestos en base a oxígeno en el proceso de blanqueo de la pasta de celulosa: oxígeno, ozono y agua oxigenada.

–¿Es mucho más caro?

–Es un dato incierto. Pero podemos decir que Botnia, en Finlandia, tiene cinco plantas, y dos de ellas usan tecnología TCF.

–Las empresas aseguran, sin embargo, que es un sistema perimido.

–No es cierto, hace años que venimos en este debate. Al principio el tema era si se lograba el mismo grado de calidad, hoy esta papelería compite en los estándares más altos. (Saca de entre sus papeles una revista de hojas satinadas, la muestra.) Es exactamente igual que cualquier otra. Tiene similar grado de blancura y resistencia. De hecho, Fanapel, del Uruguay, va a reconvertir su sistema a éste. Y acá tenemos a Massuh.

–Las empresas también dicen que el papel TCF es menos reciclable, con lo que el daño ambiental final es el mismo.

–Tampoco es real, son discusiones un tanto viejas. No sólo no es así, sino que además son plantas más eficientes desde el punto de vista energético. El sistema TCF te permite llevar a cero los compuestos organoclorados. Y la gran ventaja es que se puede avanzar en el cierre del circuito.

–¿No devolver el agua usada en el proceso industrial al río?

–Todos están en ese proceso, algunas plantas al 70 por ciento, otras al 90 por ciento. Y ahí es donde tiene que ir la industria. Pero si no la forzamos, por supuesto que va a usar al método más cómodo, aunque resultemás contaminante. Nosotros se lo planteamos a Menem y a De la Rúa, y ahora vemos la necesidad de que haya un acuerdo entre el Uruguay y la Argentina. Tenemos que colocar estándares de producción limpia, porque van a venir a la región. Este es el momento de decir cuál es el modo en que queremos que se produzca, esa es la discusión que debió haberse dado en el GTAN.

–¿El cloro es el único tema?

–No. Es importante porque una cosa es tener una planta que va a estar contaminando por 40 años y otra que dé la posibilidad de ir mejorando su sistema de producción. Pero también hay que regular las plantaciones, y trabajar sobre el tercer eslabón, que es disminuir el consumo. Porque no es cierto que el mayor consumo de papel sea el cultural: el mayor consumo tiene un uso superfluo, como el packaging. Hacer limpia la industria del papel es abordar todo el proceso, y en este contexto también hay que discutir si Fray Bentos es el mejor lugar. ¿Pondríamos una papelera, aun la menos contaminante, frente al Perito Moreno? Las plantas no tienen que colisionar con el uso que se le da a una zona.

–Mencionó un cambio de escala: ¿de qué magnitud?

–La Argentina tiene 10 plantas de celulosa. Todas juntas producen la mitad de lo que van a elaborar M’Bopicuá (de ENCE) y Orion (de Botnia); eso da una idea del salto de escala.

–Dice que Botnia y ENCE son una avanzada. ¿Cree que van a venir otras?

–Sí. Los dos países, Uruguay y Argentina, somos mirados con avidez por el sector, porque tenemos espacio para forestar y condiciones económicas que les resultan favorables. Por eso es necesario que discutamos cómo queremos que se instalen, en qué condiciones.

–¿Cómo trabajan las papeleras argentinas?

–Hay un mix, aunque ninguna es un ejemplo de producción limpia. En Misiones funciona una con el mismo sistema que proponen Botnia y ENCE. Massuh, en el conurbano, adoptó la tecnología TCF. Celulosa Argentina es igual que la de Misiones, y también la de Capitán Bermúdez, en Santa Fe. En cambio, tenemos un muy buen caso en Cipolletti, donde están haciendo el cartón para las manzanas sin cloro y sin uso de fibras vírgenes, con material reciclado.

–¿Y en Europa?

–Hay un proceso de saturación a dos niveles. En Finlandia están al tope, en Rusia hicieron un desastre con los bosques primarios. Lo que nosotros estamos resolviendo ahora es si queremos estar, dentro de diez años, como Finlandia o Alemania.

–Ya tenemos al Riachuelo. Da la impresión de que en Alemania no llegan a ese punto.

–Europa tiene un clima de prolijidad, pero no hay que sacar muy rápidamente la conclusión de que están bien. Tienen sus recursos hechos bolsa.

–¿No están protegidos por una buena legislación?

–Ellos establecieron un manual de buenas prácticas, que consiste en la descripción de tecnologías consideradas aceptables; hay un rango del que sólo quedan afueras las peores. Es decir que las plantas pueden calificar dentro de esas prácticas europeas, pero una con las dimensiones de Botnia no podría instalarse en Europa, porque el efecto acumulativo no la haría tolerable.

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Imagen: DyN
 
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