EL PAíS › OPINION

Banco Mundial y Fondo Monetario son lo mismo

 Por Alfredo Zaiat

En los últimos años, el desprestigio del FMI se ha generalizado. Ha quedado deslegitimizado por sus recetas del fracaso y por el rol de lobbista de bancos acreedores y multinacionales. Los cuestionamientos no han sido propiedad exclusiva de la izquierda o de grupos intelectuales críticos de ese organismo multilateral. Sectores conservadores, con especial activismo de los republicanos en Estados Unidos, han concluido también que el Fondo es una inmensa burocracia que sirve muy poco para prevenir, primero, y socorrer, después, ante una crisis financiera. Pruebas de esa inoperancia sobran desde la caída de México en diciembre de 1994. Las evidencias que han quedado expuestas de la perversidad del FMI, sorprendentemente, están ocultas con el Banco Mundial. Y es sorprendente porque el BM es lo mismo que el FMI. Son dos instituciones gemelas, en su origen y en la matriz de políticas que promueven. No hay diferencias. Son iguales. Entonces, ¿si no se esperaba nada del Fondo en las negociaciones con Argentina durante la crisis, en cambio, por qué existía la aspiración de que el Banco Mundial tuviera una posición diferente a los intereses de las multinacionales, en este caso el de la finlandesa Botnia?

Tres hipótesis, entre otras, pueden haber motivado la estrategia oficial de pretender convencer al BM de no otorgar el crédito de 170 millones de dólares a través del CFI a la pastera y el seguro de riesgo político por 300 millones de dólares de otro brazo de ese organismo, la Agencia Multilateral de Garantías de Inversiones (MIGA):

1 El desconocimiento del lugar que ocupa el Banco Mundial en el escenario del poder. Este organismo financiero ha diseñado las denominadas “reformas estructurales” de los noventa, que fueron el marco para implementar las políticas de ajuste que recetaba el FMI. Alentó la apertura financiera, bautizando a los mercados de los países subdesarrollados como “emergentes”, impulsó la flexibilización laboral, la desregulación, apertura comercial y la privatización de las empresas públicas y también del sistema de jubilación estatal.

2 La estrategia política de mostrar al pueblo de Gualeguaychú la vocación de oponerse por todas las vías a la instalación de la pastera pese a saber que el resultado iba a ser desfavorable.

3 Apostar a que, con una fundada presentación, el Banco Mundial tuviera que dar marcha atrás con el crédito para cumplir con una de las normas que gobierna esa institución de no financiar proyectos que puedan deteriorar el medioambiente –igual que grandes entidades financieras privadas (por caso el HSBC frenó el crédito a la española ENCE)–. En la relación con Argentina, el FMI violó su Convenio Constitutivo que dice en el inciso f) del artículo I: “Acortar la duración y aminorar el grado de desequilibrio de las balanzas de pagos de los países miembros”. En la salida traumática de la convertibilidad, ese organismo presionó por las leyes de Quiebras y de Subversión Económica y el aumento de tarifas de privatizadas, entre otros reclamos que se alejaban notoriamente de ese fin y respondían, simplemente, a la protección de intereses empresarios. Así, el FMI confundió las cuentas públicas con las privadas. El Banco Mundial hace ahora lo mismo.

Cualquiera haya sido el origen de esa gestión de la bienintencionada secretaria de Medio Ambiente, Romina Picolotti, la decisión del Banco Mundial de apoyar a la pastera despejó cualquier duda. El BM y sus instituciones periféricas (CFI, MIGA y también el Ciadi, tribunal arbitral que reúne demandas millonarias contra Argentina) operan en función de los intereses de los países-socios más fuertes. En esa institución participan 184 países. En esa “cooperativa” de naciones la estructura de control en las decisiones, así como el manejo de los recursos, tiene un sistema “democrático”, donde la mayoría de los votos está en manos del Grupo de los Siete países más poderosos de la tierra (Estados Unidos, el Reino Unido, Japón, Alemania, Francia, Canadá e Italia). Por ese motivo, resaltar que el resultado de la votación fue 23 a 1 en contra de Argentina, como si se tratara de un directorio sin diferencias entre pares e integrado por “independientes”, es desconocer cómo funciona esa institución. La mayoría de esos cargos, y en especial los que corresponden al G-7, es ocupada por funcionarios con una concepción ortodoxa de la economía y también de los impactos socio-políticos que generan.

El BM funciona con la lógica de una entidad financiera dominada por los intereses de las naciones dominantes que defienden los negocios de sus multinacionales. No es una institución de caridad que va repartiendo créditos para el desarrollo y la lucha contra la pobreza. Funciona como un banco. Gana plata y mucha con los créditos que otorga. Como antecedente, la CFI que financiará la culminación de la construcción de la pastera Botnia participó en el capital de dos de las empresas privatizadas que incurrieron en importantes incumplimientos contractuales que derivaron en la caída de la concesión y posterior estatización del servicio (Aguas Argentinas y Correo Argentino). Sin embargo, el Banco Mundial se presenta como el hermano sensible y comprometido por el bienestar de los pueblos en contraposición a su gemelo, el Fondo Monetario, al que sólo le interesa repetir la receta económica del ajuste. Ya es tiempo de que esa confusión no siga contaminando el mediombiente.

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