EL PAíS › EL SISMO DEJO AL MENOS 510 MUERTOS Y MIL HERIDOS. LA CIUDAD DE PISCO QUEDO CASI DESTRUIDA

Déjame que te cuente, limeña, este horror

El temblor tuvo su epicentro en Pisco, donde se derrumbó el 70 por ciento de las construcciones. “Tenemos cientos de cadáveres regados por la calles”, se desesperaba el alcalde. También fueron afectadas Chincha e Ica. Además, el movimiento se sintió con mucha fuerza en Lima. Las imágenes de la devastación y los dramáticos pedidos de socorro.

 Por Carlos Noriega

Desde Lima

Miles de casas destruidas, iglesias y locales públicos reducidos a escombros, pobladores desesperados que buscaban a sus familiares entre los restos de las construcciones que no resistieron, cadáveres cubiertos con mantas en las calles y en las plazas sin que nadie los recojiera, los hospitales colapsados sin poder atender a los centenares de heridos, escasez de medicamentos y de ambulancias, falta de luz y agua, las comunicaciones telefónicas cortadas y una población incomunicada que no se recuperaba del impacto sufrido y permanecía deambulando en las calles, ya sea buscando algún familiar desaparecido o por temor a ingresar a sus casas, eran las dramáticas escenas que se veían en Pisco, Chincha e Ica. El día siguiente al terremoto que sacudió el Perú mostraba un panorama desolador. Con el pasar de las horas la magnitud de la tragedia fue creciendo dramáticamente. Al cierre de esta edición, los últimos reportes oficiales registraban 510 muertos, más de 1.100 heridos, 16.670 casas destruidas y 80 mil damnificados. Pero se espera que el número de víctimas aumente a medida que vaya avanzando la remoción de escombros.

Las zonas más afectadas por el violento sismo de 7,9 grados en la escala de Richter y cerca de dos minutos de duración, ocurrido a las 6.40 de la tarde del miércoles han sido las localidades de Pisco, Chincha e Ica, ubicadas en la costera región de Ica, al sur de Lima. Es en estos lugares donde se ha producido la mayor cantidad de víctimas.

En Chincha se derrumbó una cárcel y 600 presos fugaron, aunque horas después 50 de ellos se entregaron voluntariamente a las autoridades. La policía anunció un operativo para recapturar al resto de los reclusos, que huyeron desesperados mientras la cárcel, ubicada cerca del mar, se venía abajo mientras comenzaba a salir agua del suelo. En Pisco los asistentes a una misa fúnebre quedaron sepultados cuando la Iglesia se derrumbó. “Estoy buscando a mi hija María Luz que vino a la misa. He venido caminando desde la chacra pero no la encuentro. No sé qué hacer”, eran las desesperadas palabras de una mujer de unos 60 años mientras miraba llorando como los pobladores, improvisados como rescatistas, removían los escombros de la iglesia. En Ica también se derrumbó otra iglesia con decenas de fieles dentro.

“La ciudad está destruida en un 70 por ciento y tenemos cientos de muertos regados en las calles. Esto es indescriptible. Necesitamos ayuda urgente”, señaló entre lágrimas Juan Mendoza, alcalde de Pisco, un puerto de pescadores artesanales. El epicentro del terremoto se ubicó, precisamente, frente a las costas de Pisco, a 145 kilómetros al sudoeste de Lima y 47 kilómetros mar adentro. La situación era igual de dramática en las cercanas ciudades de Chincha e Ica. El jefe del Instituto de Medicina Legal, Luis Bromley, advirtió que podría producirse una epidemia si los cadáveres que permanecían en las calles no eran rápidamente recogidos.

La carretera Panamericana Sur, que une estas ciudades con Lima, tenía grandes grietas en varios tramos que dificulta el tránsito. Las empresas de transporte terrestre han aprovechado la desesperación de las personas que tienen familiares en la zona de desastre para aumentar sus ganancias y han triplicado el precio de los pasajes.

Tres horas después del terremoto, el presidente Alan García dio un mensaje por televisión al país de diez minutos en el que pidió calma a la población y calificó los daños sufridos como relativamente menores frente a la magnitud del terremoto. “Felizmente no se ha producido la catástrofe que se habría podido producir”, señaló el presidente peruano en tono tranquilizador. A esa hora los informes oficiales hablaban de 48 muertos. En las horas siguientes esta cifra iría creciendo aceleradamente. En su mensaje, el presidente García criticó la incapacidad de los operadores telefónicos para responder ante una emergencia en la que la población satura las líneas telefónicas. En algunas zonas de la ciudad se cortó el fluido eléctrico. Minutos después del terremoto, las calles de la capital peruana quedaron bloqueadas por inmensos embotellamientos de angustiados automovilistas que al no poderse comunicarse por teléfono buscaban llegar a sus casas para saber qué había ocurrido con sus familiares.

El gobierno decretó el estado de emergencia en esta zona del país y anunció un puente aéreo para enviar ayuda desde Lima. Pero la ayuda llega lentamente y hasta anoche era dramáticamente notoria la insuficiencia del socorro.

Aunque en Lima se reportaron pocas víctimas, cuatro al momento del cierre de esta edición, dos de ellas a causa de un paro cardíaco, la ciudad vivió una noche de angustia y pánico, del cual ayer se comenzaba a recuperar lentamente. Los limeños se lanzaron a las calles desesperados por la fuerza y lo inusualmente largo que fue el sismo. “Esto no acaba, no acaba nunca”, gritaba una señora de unos cincuenta años que entró en un ataque de histeria mientras abandonaba corriendo un local comercial. Unos gritaban, otros lloraban, rezaban mirando al cielo o corrían sin rumbo. Fueron cerca de dos minutos que parecían no terminar nunca. El piso temblaba tanto que costaba trabajo mantener el equilibrio. Los teléfonos, tanto celulares como fijos, dejaron de funcionar y la población quedó incomunicada.

Aunque la alarma de un tsunami fue dejada sin efecto poco después del terremoto, muchos prefirieron pasar la noche en los parques. “Dicen que ya no va a haber tsunami, pero yo he visto que el mar se ha retirado. Esta noche no duermo en mi casa ni loca, aunque me roben”, declaraba una señora que vive en el puerto del Callao y que, como muchos de sus vecinos, pasó la noche en un parque. Al menos 170 personas fueron detenidas en Lima por saqueos y robos. Algunas antiguas viviendas del centro de Lima construidas en adobe se derrumbaron o quedaron seriamente dañadas.

Desde el terremoto del miércoles se han sentido más de 320 réplicas, la mayor parte de ellas leves, aunque algunas lo suficientemente fuertes como para hacer saltar a los asustados limeños. Pero lo que en Lima fue un gran susto, en la costa sur de Ica ha sido una tragedia cuya verdadera dimensión todavía no se conoce.

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Según los últimos cómputos, hay 16.670 casas destruidas y 80 mil damnificados en las diversas ciudades afectadas.
Imagen: EFE
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