EL PAíS

La noche de la foto

 Por Adriana Meyer

La escena recorrió el mundo, pareció ser el primer muerto de la masacre del día después. Pero Jorge Demetrio Cárdenas estaba vivo cuando unos pocos reporteros tomaron esa foto y “con la otra mano llamábamos a una ambulancia”, como recuerda Gonzalo Martínez, de Página/12. Era la madrugada del 20 de diciembre y los manifestantes de Plaza de Mayo iban hacia Congreso. “La sensación de momento histórico la tuve desde que escuché las cacerolas, parado en la puerta del diario mientras la gente salía como hormigas hacia la plaza. Los fotógrafos, que venían de un larguísimo día de saqueos, ya se habían ido, pero tenía que ir a ver qué estaba pasando. El vértigo duró toda la semana”, dice Martínez.

“Cárdenas era de una generación distinta de la de la mayoría de los chicos que cayeron, estaba en una actitud de protesta, no beligerante y agresiva, aunque la bronca era normal porque todos estábamos mal, volaban balas por todas partes, y la Montada y las motos no paraban de agredir a la gente. Los reporteros y los motoqueros tuvimos un rol importante, como decirle a la cana ‘hasta acá, mirá que te estoy fotografiando’. El país al que había vuelto después de muchos años del exilio de mi padre se estaba desarmando y desangrando, y no se sabía qué venía después. Demetrio es la imagen de ese país desolado”, reflexiona Martínez. “La protesta frente al Congreso era importante, pero cuando empiezan a tirar se produce un desbande. Queríamos entrar a todos lados para escapar de las balas. El vandalismo viene generalmente después de la saturación de las balas. Ante la indignación, sí hubo emoción violenta, justificada y generada por los palazos. Los saqueos en el centro era romper lugares para cubrirse de los tiros. Era como Belfast o Bosnia, un país en guerra. Como reportero hay que abstraerse, pero fue mi límite. Me involucré y no me arrepiento”, agrega sobre su actitud en aquel momento. “No sabíamos de dónde venían las balas de plomo, pero llama la atención que no tengamos la imagen de nadie disparando a los que murieron. Pudo haber venido de cualquier lado”, dice abonando la teoría de la presencia de francotiradores, que, sin embargo, fue descartada en la investigación.

“Me produjo un vacío muy grande, no podía entender cómo alrededor del cuadro que yo estaba componiendo no había personas. Ese charco de sangre y él en esa soledad me dio la sensación de que era un país vacío, que había entrado en otro tiempo. El corría entre la gente, pero era un señor mayor. A diferencia de algunos pibes que había, él trató de calmar un poco, corrió junto a los chicos, pero jamás tuvo una actitud violenta. Se escuchaban balazos de todo tipo, pero no vi de dónde salió el que le pegó, sólo lo vi cayendo por los escalones, venía desarmándose hasta que cae casi delante mío, desangrándose”, dice el fotógrafo de Página/12 sobre Cárdenas. “Al parecer le habían pegado en la ingle, creo que se salvó de milagro, los reporteros empezamos a pedir a los gritos una ambulancia. Uno no puede intervenir porque no se puede tocar el cuerpo, pero sentí que tenía que hacer la imagen y también pedir ayuda. Estaba vivo cuando se lo llevaron, pero se lo veía muy mal, su cuerpo ya estaba como dejándose”, agrega Martínez.

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