EL PAíS › OPINIóN

Más político que combativo

 Por Luis Bruschtein

El Banco Mundial, cuyos técnicos no son muy amigables con la heterodoxia económica del Gobierno, acaba de difundir un estudio donde informa que en esta década, a pesar de la inflación y de cualquier otra penuria que se pueda alegar, la clase media se duplicó en Argentina. De la misma manera se señala que Argentina ha sido el país de la región donde más creció la calidad de vida de sus habitantes. En diez años, el coeficiente de Gini pasó de 0,55 a 0,38.

En ese contexto se produce el paro nacional convocado por sectores tan disímiles como la CTA de Pablo Micheli, la CGT Azul y Blanca de Luis Barrionuevo, el Pollo Sobrero (del Partido Izquierda Socialista) y la CGT de Hugo Moyano. No tienen la misma historia ni la misma cultura gremial ni siquiera los mismos candidatos y se han odiado entre ellos. La única razón en común es que en política son opositores al gobierno nacional.

Gran parte de la nueva clase media proviene del progreso de los salarios de los trabajadores en blanco en estos años y un ejemplo son los mismos camioneros. Seguramente parte del mérito lo tendrá Moyano. Pero en mayor medida habría que asignárselo a una estrategia económica que ha priorizado el consumo y el mercado interno. De lo contrario, habría menos camioneros y con salarios más bajos, aun cuando Moyano fuera el mejor gremialista del planeta. Lo mismo sucede con muchos otros gremios.

El problema más grave, en todo caso, no está en los trabajadores en blanco, sino en la gran cantidad que sigue trabajando en negro, que no están muy considerados en la convocatoria al paro.

Y existe otra consideración que no figura entre las preocupaciones de la convocatoria, que es la crisis de la economía mundial, sobre todo de las economías centrales y de Brasil. Eso quiere decir que esos países dejan de comprar lo que producimos y tratan de vender lo que producen ellos. Si Argentina no puede vender lo que produce, se cierran fuentes de trabajo. Y si Argentina aumenta sus compras en el exterior, también estará cerrando fuentes de trabajo en Argentina.

Desde el año pasado, la presión más fuerte de la crisis es para que crezca el desempleo. Sin embargo, el desempleo no aumentó y pese al peligro tan fuerte, ese tema está en la cabeza de pocos argentinos. La convocatoria al paro ni menciona la defensa de las fuentes de trabajo. La razón de que el peligro de desempleo no sea visto como un problema inminente está en una política que priorizó el mercado interno con grandes inversiones en obras públicas, subsidios y planes anticíclicos. Si no fuera por esa razón, en este momento habría gran cantidad de trabajadores sin trabajo.

El paro centra su convocatoria en el Impuesto a las Ganancias y en que las escalas salariales más altas también reciban el salario familiar. Son reivindicaciones legítimas que engloban a los sectores que están mejor en términos relativos. Pueden ser polémicos, pero no son reclamos desaforados, encajan sin desentonar en una mesa de negociación. Incluso las dos organizaciones que no se sumaron al paro, la CTA de Yasky y la CGT de Caló, también reclaman la suba del mínimo no imponible.

La que aparece desfasada no es la reivindicación, sino la realización de un paro nacional en un año de crisis económica, a un gobierno que viene desarrollando políticas que han favorecido a los trabajadores. Hay un desfase entre los reclamos y el contexto en que se dan. Y lo único que puede explicar ese desfase es la política. Por motivos opuestos, esa razón aparece con más claridad en las corrientes que encabezan Micheli y Barrionuevo, que por izquierda o derecha han sido opositores. Moyano trata de preservar una imagen de gremialismo combativo para justificar su actual oposición al Gobierno.

Pero el pensamiento gremial verdadero habría tomado en consideración el contexto, porque de lo contrario, lo combativo de una medida de fuerza termina favoreciendo a intereses opuestos a los trabajadores al buscar el desgaste de un gobierno que está tomando medidas para mantener las fuentes de trabajo.

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