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La mirada de Larroque

El 28 de diciembre de 2006, apretados en el patio de la Casa Rosada, doscientos militantes kirchneristas vieron en una pantalla gigante cómo la familia del ex presidente Héctor J. Cámpora le entregaba al presidente Néstor Kirchner los atributos presidenciales –la banda y el bastón de mando– de aquel gobierno que duró apenas cuarenta y nueve días en 1973. (...) Ese día se apiñaban allí, entre otros, Andrés “el Cuervo” Larroque, Juan Cabandié, Mariana Gras, Rodrigo Rodríguez, Wado de Pedro, Virginia García, José Ottavis y Mayra Mendoza. Provenían de distintos espacios que desde el principio del gobierno de Kirchner se habían empezado a articular.

En 2003 había muchas organizaciones peronistas que, aunque diezmadas, habían resistido rabiosamente al neoliberalismo menemista y aliancista, y había muchas otras, territoriales, universitarias, de derechos humanos, que habían surgido después del estallido de 2001. El primer gran paso que tenían que dar las agrupaciones preexistentes a La Cámpora era sentirse representadas por Néstor Kirchner. Kirchner, por su parte, era un presidente que en ese entonces ya lograba grandes consensos, pero no obstante tenía cerca pocos cuadros identificados vertebralmente con su proyecto político; tenía muchos más acompañantes por las lógicas de conveniencia internas del peronismo. Era vital que intentara aquel armado propio.

En 2006, a través de costuras diversas que había hecho cada uno en sus respectivos ámbitos, tanto Larroque como los otros miembros de la Mesa Nacional de La Cámpora ya llevaban dos años intentando el armado de jóvenes del kirchnerismo.

Por eso, que los principales destinatarios de lo que iba a decir Néstor Kirchner esa tarde del 28 de diciembre de 2006 fueran esos jóvenes convocados por primera vez a un acto en la Casa Rosada marcó, como dirá a cada tramo de su relato el Cuervo Larroque, “un salto cualitativo”.

A tres años de asumir el poder, el presidente generaba por fin y en público una escena inaugural del kirchnerismo, como fue el bautismo de La Cámpora. Ese entramado de JP, agrupaciones universitarias, H.I.J.O.S. y militantes territoriales que el presidente ya conducía tuvo por fin un nombre, que implicó varias definiciones fuertes e implícitas hacia adentro y hacia afuera de la organización. Hacia adentro, fijó una lectura histórica que reforzaba su identidad peronista y revolucionaria. Hacia afuera, nació la expresión más acabada en muchas décadas de un nuevo sujeto histórico de este proceso, la juventud organizada políticamente. Como ya se ha dicho, ese proceso es amplio y de época, abarca a muchas otras agrupaciones y desborda el kirchnerismo.

“Ese día, para mis adentros, nació La Cámpora”, dice el Cuervo Larroque.

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