EL PAíS › EL ALEGATO FINAL DE HECTOR PEDRO VERGEZ

Yo maté, ¿y qué?

Con el rostro serio, Héctor Pedro Vergez alias “Vargas” o “Gastón”, quien en estos últimos años aparecía como un loco, un extraviado psíquico, no lo pareció en la última audiencia, la 352. Vergez recibió una feroz paliza y fue expulsado del pabellón MD2 de Bouwer, donde están presos los represores, por su falta de higiene, sus permanentes flatulencias y su grosería al hablar.

En el último día de su proceso se mostró sereno y le dijo a los jueces que “sé que me van a condenar. Pero a mí, como al general Menéndez, al capitán (Exequiel “Rulo) Acosta y hasta Barreiro, nos absolvieron nuestros jueces naturales. Yo nunca maté ni torturé a nadie. Y si maté, fue en combate. Fue todo legal”.

Rechazado por la mayoría de sus “camaradas”, como se llaman entre ellos, Vergez citó a su “amigo” Tata Yofre y basó su defensa en un discurso todavía más político que el del propio Barreiro. “Primero quiero aclarar que no somos terroristas de Estado ni somos genocidas, sino que los terroristas de estado son los que asolaron al país desde el 73 al 76. Ellos nos declararon la guerra. Fueron sobrepasadas las policías y las fuerzas legales. Nosotros peleamos legalmente en una guerra”.

Y siguió: “Nadie dice ´Vergez me torturó, ni Vergez me asesinó (sic)´. Yo nunca torturé ni maté a nadie… Yo, si maté, maté en combate. En guerra… Fue legal. Defendiendo a mis subalternos. Los comandantes tienen que ir atrás... Y yo iba adelante. Yo les tenía envidia a los comandantes guerrilleros porque ellos iban atrás, para salvaguardarse. Y yo iba en el lugar más peligroso”. Vergez escribió el libro Yo fui Vargas en la década del ´90, cuando se creía impune, contando paso a paso sus crímenes. En el juicio repudió el libro y se fingió desquiciado, en particular cuando fue acusado por masacrar a la familia de Mariano Pujadas.

En la sala estaban los familiares de Diego Ferreyra y de Silvia “Pohebe” Peralta, una pareja que Vergez literalmente cazó frente a sus padres. Sin atisbo de “locura”, se dirigió a los jueces y les masticó su último párrafo. La mirada fija y helada: “Yo no les pido que no me condenen… Yo les aseguro que ustedes van a estar sentados acá y serán juzgados por sus jueces, no como nosotros”.

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