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La cordillera desapareció en el homenaje a Salvador Allende

Funcionarios argentinos y chilenos se emocionaron juntos ante la tumba del presidente derrocado y muerto defendiendo La Moneda ante las tropas pinochetistas. Agradecimiento de la diputada Isabel Allende, hija del ex mandatario.

Por V. G.
Desde Santiago, Chile

Para llegar de La Moneda al cementerio municipal hay que atravesar algunos barrios humildes. “Con Gladis por siempre.” “Gladis no ha muerto, es el espíritu del pueblo”, dicen un par de graffiti pintados sobre la pared azul de un hospital. Gladis Marín, dirigente del Partido Comunista Chileno y líder del movimiento de derechos humanos de su país, falleció hace apenas unos días. Su recuerdo se hizo presente en las calles mientras la comitiva presidencial argentina avanzaba hacia el mausoleo del presidente Salvador Allende.
La figura de Allende impregnó toda la jornada que el presidente Néstor Kirchner; su mujer, Cristina Fernández, y la mayoría de su gabinete pasaron en Santiago. Algunos funcionarios no pudieron resistirse a cantar “Yo pisaré las calles nuevamente”, mientras esperaban que el Presidente saliera de la reunión que mantenía con Ricardo Lagos en el palacio presidencial donde el 11 de septiembre de 1973 se suicidó Allende, ya cercado por los golpistas que respondían al dictador Augusto Pinochet.
También en La Moneda algunos miraron la puerta de la calle Morandé 80, lugar por el que sacaron los restos del presidente chileno en 1973. Puerta que fue anulada por la dictadura y que se reinauguró 30 años después, el 11 de septiembre de 2003, en una ceremonia presidida por Lagos en la que la orquesta filarmónica de Santiago y un coro interpretaron la cantata sobre el drama de Abel y Caín.
Pero la visita al cementerio general fue el momento en el que el espíritu del presidente socialista se hizo ineludible. Los autos que llevaban a la comitiva entraron al lugar y estacionaron cerca del mausoleo. La combi que trasladaba a los periodistas quedó al final de la fila, a unos cien metros del sitio donde descansa Allende, justo delante de los panteones de los jefes y oficiales del Ejército y la Fuerza Aérea.
El mausoleo de la familia Allende Bussi no pasa desapercibido, pero tampoco es ostentoso. Un muro con el nombre, bajo el cual se depositó ayer una corona en nombre de la Presidencia argentina, es todo lo que lo identifica. Bajando una escalera, están los restos del ex presidente, que fueron llevados allí el 4 de septiembre de 1990, veinte años después de su triunfo electoral. El cuerpo de Allende estuvo enterrado 17 años en el cementerio de Santa Inés casi en la clandestinidad, sin siquiera una lápida con su nombre.
La diputada Isabel Allende acompañó al matrimonio Kirchner en el pequeño homenaje que hicieron a su padre. Ya en la bóveda, rememoró aquel 11 de septiembre de 1973, el día en que en Chile comenzó el terror y su padre resistió en La Moneda. Y recordó que, además del ataque al despacho presidencial, habían bombardeado la residencia particular de su familia.
El cementerio general, donde descansan 31 presidentes de la república, es una mezcla de Chacarita y Recoleta. En sus 83 hectáreas tumbas humildes conviven con mausoleos lujosos. Allí está también el monumento a los desaparecidos. Es un homenaje simple. Sobre una base de piedras hay un enorme mármol en el que figuran los nombres de las víctimas de la dictadura pinochetista. Sólo eso y algunas fotos, algunas flores, unos papeles que se preguntan dónde están, aportados por los visitantes. Allí también el Presidente dejó su corona. Y allí estuvo otra vez presente Allende, en la única frase que se destaca en el mármol gigante: “Todo mi amor está aquí y se ha quedado pegado a las rocas, al mar, a las montañas”.
Frente al monumento, Isabel Allende entregó a Kirchner y Cristina Fernández un par de simbólicos regalos. Una moneda de homenaje a su padre con la frase “Dueños de nuestro propio destino” y un libro en el que figuran las reproducciones de los cuadros en los que se muestra el balcón de Morandé. En una de las imágenes está Allende y, en la otra, el resultado del ataque aéreo a La Moneda. Los originales están en el palacio presidencial.
Allí Cristina Fernández recordó que le había preguntado a Lagos qué había sentido el día en que reinauguró la mítica puerta. “Me dijo que pensó en un amigo que le había dicho que le permitiera volver a entrar por ese lugar, porque la última vez que había salido por ahí lo había hecho retrocediendo con las manos en la nuca”, narró la senadora.
“Estoy muy emocionada. Me ha conmovido el gesto que el propio presidente decidió hacer. Estoy muy agradecida”, dijo luego la diputada Allende a los periodistas.

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