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“Si hay un cargo que me gustaría es el de jefe de Gobierno (de Viena)”

La comitiva presidencial recorrió ayer una de las ciudades más palaciegas de Europa. Kirchner, acompañado por los periodistas, sólo quiso bromear sobre política. Se detuvo ante un cartel comercial con el logo “K+K” y nada más.

 Por F. C.
Desde Viena

“Si hay un cargo que me gustaría, es el de jefe de Gobierno”, sorprendió el presidente Néstor Kirchner a sus compañeros de paseo. Recorría la peatonal Graben, en el centro histórico de Viena, y como todos se admiraba de las maravillas arquitectónicas de la capital austríaca. De ahí se pasó a la comparación con Buenos Aires, de las obras que se podrían realizar en territorio porteño –mencionó la posibilidad de una avenida bajo la 9 de Julio– y de ahí a la inesperada revelación. No duró mucho. A los pocos pasos se topó con el cartel de un negocio, con la sigla K+K. “¿Será la próxima fórmula?”, bromeó alguien. La senadora Cristina Fernández de Kirchner caminaba más adelante. “Lo ven. Y esto no fue buscado”, dijo el Presidente frente al cartel, de buen humor pero sin muchas ganas de hablar de política.

Fue ayer por la tarde, en la recorrida que Kirchner y Cristina realizaron por algunos de los sitios históricos de la ciudad. Uno mismo es el hotel donde se alojan. El Sacher fue inaugurado en 1836 por el hijo del creador de la mítica sacher torte, para muchos la mejor torta del mundo, que se vende en la confitería del hotel. El precio del postre –34 euros– y las dudas acerca de cómo llegaría a Buenos Aires hicieron desistir a algunos miembros de la comitiva de comprarla.

La recorrida siguió enfrente, en la Opera, un edificio de la misma época. Los acompañaban el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini, el presidente de la Cámara de Diputados, Alberto Balestrini, y el vocero presidencial, Miguel Núñez. Una guía con acento castizo los fue llevando por los diferentes salones de la Opera que tuvo entre sus directores a celebridades como Gustav Mahler o Richard Strauss. Visitaron, por ejemplo, la sala en la que el emperador Francisco José se retiraba a fumar sus habanos en los entreactos de las funciones junto a Sissi, cuyos datos biográficos se notaba que resultaban atractivos para Cristina. “Era una feminista”, la definió. Para hoy, la senadora se había agendado una visita al recientemente inaugurado museo de la emperatriz.

Poder conocer el teatro literalmente detrás de bambalinas dejó a los visitantes boquiabiertos. Atrás del escenario era más grande que la sala. Luego vino una discusión a propósito del presupuesto que el gobierno de Austria destinaba a la Opera, de 51 millones de euros. Al principio sonó a mucho pero cuando hicieron averiguaciones sobre el Teatro Colón –la ciudad gasta 56 millones de pesos–, no pareció tanto.

En la recorrida, el Presidente y Cristina hablaron con un matrimonio de argentinos que se acercó a saludarlos. Ya que estaban, el matrimonio les preguntó por el conflicto de Aerolíneas Argentinas, que los tenía preocupados por la vuelta. “Ya está solucionado”, respondió enseguida Alberto Fernández. No fueron los únicos que los saludaron durante el paseo. Hubo una chica argentina de 17 años, otro matrimonio mayor y hasta un trío de italianos. “Sabemos lo mucho bueno que está haciendo en la Argentina, con los derechos humanos y las Madres”, le dijeron. El encuentro quedó para la posteridad en la cámara fotográfica de los italianos en una instantánea al pie de la Catedral de San Esteban, desde el siglo XIV el emblema de la ciudad con su particular tejado de colores.

Por la misma peatonal llegaron al museo-casa de Mozart. Hasta hace poco se la conocía como la Figarohaus, porque allí Mozart ocupó un piso entre 1784 y 1787 y compuso varias obras, entre ellas Las Bodas de Fígaro. Como este año se celebra el 250º aniversario del nacimiento del músico, la casa se reabrió como un museo de seis pisos. Pero el entusiasmo inicial de la comitiva fue dejando paso a la decepción cuando les iban explicando que lo que veían eran en su gran mayoría réplicas y que de la casa original quedaba poco y nada. Hubo comentarios irónicos en el mayoritario sector masculino de la delegación cuando escucharon que luego de la muerte de Mozart su esposa se había vuelto a casar y no se sabía qué destino le había dado al mobiliario que el músico había dejado detallado en un inventario. “Seguro que lo remató”, dijo uno.

A primera vista, Viena impresiona por lo bella, lo cuidada y lo silenciosa. Una ciudad casi perfecta que denota una gran cantidad de recursos. “Nosotros pagamos la deuda con el Fondo y ahora ya tenemos un nivel de reservas parecido. Ni nosotros sabemos a ciencia cierta el potencial económico de la Argentina”, reflexionó en un momento el Presidente, puesto en una comparación hipotética de países. Ante tanta pulcritud, Kirchner y sus acompañantes recordaban también los datos históricos que los austríacos quisieran olvidar: su adhesión al nazismo y su participación protagónica en las dos guerras mundiales en el bando perdedor, lo que a Viena le costó devastadores bombardeos cuyas huellas pueden rastrearse en los edificios ultramodernos que desentonan en medio de la arquitectura clásica que pudo mantenerse en pie.

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Los agentes de seguridad ya se habían apostado ayer para garantizar el funcionamiento de la cumbre.
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