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Lavagna tiene pose y discurso de candidato, pero juega al misterio

El ex ministro de Economía se presentó en un evento empresario con renovadas críticas al Gobierno. Se defendió de sus ataques, aunque insistió en que no es tiempo de hablar de su postulación.

 Por David Cufré

“Hace falta encolumnar de nuevo a toda la sociedad en un proyecto que sea serio”, sugirió ayer Roberto Lavagna, con pose y discurso de candidato. Las dos ideas derivadas de esa frase quedaron implícitas, aunque era fácil decodificarlas: el Gobierno ya no lo encarna y él se ofrece para liderarlo. El ex ministro de Economía se presentó ayer en un almuerzo empresario con renovadas críticas al Gobierno, en particular contra Julio De Vido y Felisa Miceli, aunque no los nombró, y una larga lista de argumentos para demostrar que es el padre del modelo. Cuestionó el “capitalismo de amigos”, los “subsidios fáciles”, la asociación con Venezuela y la caída en “algunas tentaciones” que “están quebrando el modelo económico”.

Al día siguiente de su reunión con la conducción del radicalismo y del duhaldismo residual, Lavagna se mostró consustanciado con el rol de referente de la oposición. Apeló a chicanas, respondió a las que le llegan del oficialismo y volvió a jugar a que todavía no sabe si se postulará para presidente, aunque estuvo dos horas haciendo gestos para confirmarlo.

La respuesta del auditorio, empresarios asociados a la Cámara de la Vivienda y Desarrolladores Inmobiliarios, debe haberlo dejado conforme. Sobre todo cuando lo interrumpieron con un aplauso sostenido al momento de repetir lo que se perfila como una muletilla de campaña: “La macroeconomía, por más sólida que sea, se derrumbará si no se reconstruyen las instituciones, el andamiaje jurídico, el respeto y la claridad de las leyes”. “Las instituciones de los ’90 –había arrancado, como contracara– sirvieron de muy poco sin una macroeconomía sólida.”

También hubo sonrisas cómplices cuando Lavagna dijo que “todavía hablo como economista, el resto está por verse”, y cuando el presidente de la cámara, Fernando Esquerro, lo presentó como “ministro de Economía” y tuvo que corregirse para agregar el “ex”.

En su discurso, de media hora, Lavagna dirigió sus críticas al Gobierno, pero se reservó algunas para otro eventual competidor en las elecciones de 2007: Ricardo López Murphy. Hizo un repaso de los distintos planes de ajuste que se aplicaron en los últimos años, todos con final catastrófico, y se detuvo en el que proponía “despedir a 90 mil empleados públicos, subir los impuestos y bajar los salarios”. Asimismo, recordó que “antes habíamos tenido el impuestazo de la Alianza”. “Lo que nosotros hicimos –completó– fue reemplazar el ajuste por todo lo contrario: generar condiciones para el crecimiento que permitiera absorber el déficit fiscal y comercial.”

A lo largo de toda su presentación, Lavagna fue encadenando respuestas a las críticas que recibió los últimos días y nuevas embestidas contra los funcionarios que las hicieron. Recordó, por ejemplo, que fue él quien logró frenar la inflación a principios de 2002. “Todos los economistas decían que nos íbamos a la híper y tenían razón. La primera tarea que nos dimos fue evitarla”, comentó. Luego sostuvo que gracias a su trabajo “la inflación prácticamente desapareció y quedó una situación de precios relativos que permitió el crecimiento de la producción nacional”. La ministra de Economía había mencionado la semana pasada que el ex ministro estaba “preocupado” hacia finales de 2005 por la aceleración inflacionaria.

Lavagna hizo otros reproches. “Estamos en un momento en que se corre el riesgo de acumular errores. Seguramente no pasará nada en 2006, ni en 2007, pero empezaría a quebrarse la tendencia que había tenido hasta ahora el modelo económico.” Apuntó a Miceli al afirmar que “cuando uno empieza (en la gestión) con un superávit fiscal de 4,5 puntos del PIB puede decir, me gasto uno, total no pasa nada”. Y agregó: “Cuando uno empieza con un superávit comercial de 11.500 millones puede creer que no pasará nada si restringe alguna exportación”. Fueron ataques por un supuesto relajamiento de la disciplina fiscal y por la restricción de ventas de carnes al exterior.

Luego dirigió la mira hacia De Vido. “Advierto tentaciones en subsidios fáciles, en inversiones no prioritarias que empiezan a ser asumidas por el sector público.” Tras ello, advirtió por lo que llamó “capitalismo de amigos”. “Cuánto Estado queremos en servicios públicos”, agregó, para responderse: “Entre la educación y el Estado poniendo caños en Aguas Sanitarias o como se llame ahora, yo prefiero las escuelas”. Esto último fue una referencia a la estatización de Aguas Argentinas, sobre lo que agregó una estocada al ministro de Planificación por defender la designación de Carlos Ben al frente de AySA. “Quienes dirigen hoy la empresa eran socios de la privatizada”, recordó Lavagna, dado que Ben era director adjunto de Aguas Argentinas por Suez.

Hubo más críticas para De Vido: “Hay que tener mucho cuidado con la energía”, advirtió. “Estamos al límite, sin un 20 por ciento de margen de maniobra para los meses del invierno”.

Hacia el final de su exposición, Lavagna volvió a polemizar por la relación con Venezuela. “Queremos una relación con el mundo desarrollado y nuestra región más próxima, que es el Mercosur, o elegimos líneas ideológicas. Yo prefiero la primera.” Una última respuesta fue a Carlos Kunkel, quien le había reprochado haber abandonado el Gobierno cuando las cosas se ponían difíciles. “Yo no me fui, me pidieron la renuncia y como corresponde en un país serio la entregué, y además traté de facilitar de todas las maneras posibles el proceso de transición”, concluyó.

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Roberto Lavagna sostuvo que hace falta encolumnar de nuevo a la sociedad en un proyecto serio.
 
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