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Tres descerebrados

En los ’80 lideró una de las grandes transformaciones del lenguaje radiofónico. Hoy, el conductor de Lalo por hecho (La 100) niega que a la radio le falte juventud, pero cree que se perdieron las condiciones que permitían emerger las propuestas originales.

 Por Lalo Mir

Yo no sé si no hay recambio generacional. Veo muchísima gente joven trabajando en las radios, en las producciones, en los móviles, en las tareas periféricas. Cuando yo empecé, las radios eran de gente grande y éramos pocos los jóvenes. O sea que ahí hubo como una inversión de la cuota. Diría incluso que en la radio de hoy, cuando cumpliste unos cuantos años, ya pasaste para otro lado y se complica conseguir trabajo.

No sé quién dijo que tienen que aparecer jóvenes al micrófono. Las cosas aparecen como aparecen, y en general se van dando, en muchos casos, por una especie de generación espontánea, que tiene que ver con la recepción del oyente. Yo repaso la historia y me acuerdo de los grandes iconos de la radio de mi infancia y mi adolescencia: Cacho Fontana, Héctor Larrea, Hugo Guerrero Marthineitz, Miguel Angel Merellano y después, de más grande, Dolina. Todos siguen siendo los grandes referentes de la radio en la Argentina.

¿Cuándo aparecen grandes modificaciones? En términos de personalidades, hay una aparición de locutoras y locutores allá por –diría– los años ’70, la generación siguiente a la que mencioné. Ahí aparecieron Betty Elizalde, Nora Perlé, Marcos Mundstock (antes de Les Luthiers) y muchos otros. Después de eso no pasó nada, prácticamente, hasta la aparición, a fines de los ’70 o principios de los ’80, de Juan Alberto Badía, Graciela Mancuso, El tren fantasma, por ejemplo, que generaron un nuevo movimiento y una nueva manera de hacer radio. Y luego no pasó nada hasta la aparición de 9PM y Radio Bangkok.

Los cambios se dan más por la gente que escucha y por los cambios sociales y culturales que por otra razón. Si ahora tenemos la radio llena de pibes, tendríamos que tener los micrófonos llenos de pibes. ¿Y no los tenemos? Sí. Si hacés un barrido por todas las radios de Buenos Aires, hay por ahí más chicos que gente grande como nosotros. Ahora, ¿por qué nos siguen escuchando a nosotros? Habrá que preguntarle a la gente.

Otra cuestión diferente es la de la repetición de formatos y la poca búsqueda de cosas nuevas. Es un tema que estoy viendo, que me preocupa, pero tampoco tanto. Tiene que ver con la industrialización de la radio, con cómo se conforman los estratos gerenciales del medio.

Antes una radio era un nicho; el director artístico en general era el dueño, que tenía una radio porque le gustaba la radio. Entonces lo llamaba a Fulano y le decía: “Fulano, me gusta cómo usted habla por radio. Venga a hacer un programa conmigo”. “Bueno, ¿y a usted qué le gustaría que haga?” “Bueno, me gustaría que usted, que sabe de tango y folklore, pase tango y folklore.” Y eso era todo. El tipo se inventaba un programa de tango y folklore. Y como lo inventaba él, nacía de su personalidad, tenía su sello y era único.

Hoy, que estamos llenos de gerencias, de estudios, de focus groups, de marketing, de diseñadores, etcétera, todo eso se pierde. Se ganará otra cosa por otro lado, porque no estoy diciendo que sea bueno o malo sino diferente. Pero es difícil encontrar a un Grinbank que les dice a tres descerebrados como Bobby Flores, Quique Prosen y Lalo Mir: “Che, hagan un programa a la mañana”. “¿A qué hora?” “De 10 a 2.” Y se va.

Eso me tocó a mí, y lo agradezco, y lo extraño porque sé que no se va a repetir nunca más. Ahora son empresas y las empresas pertenecen a grupos y los grupos tienen otras radios y están comunicados en una cosa corporativa. Y todo eso de alguna manera atenta contra lo creativo original.

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