ESPECIALES › POR QUE JOSEPH STIGLITZ

Pensar en los otros

Por S. A.

Antes de que obtuviera el Nobel de Economía, la opinión pública sabía poca cosa del profesor Stiglitz. Algunas de sus declaraciones, siempre en noticias cortas, llamaban la atención desde hace algunos años, como cuando puso en la picota al Fondo Monetario Internacional (FMI) al decir que los únicos países que se habían salvado de la crisis asiática eran China y la India, los únicos que no habían seguido las indicaciones del Fondo. Luego dijo que esas políticas económicas no erradicaban la pobreza, sino todo locontrario, y que, en vez de fortalecer las nuevas democracias, las debilitaban. Joseph Stiglitz (59 años) ha ido aumentando el ritmo de sus críticas y ahora ha escrito un libro, El malestar en la globalización. Es como el catecismo de lo que sucede en el mundo de las instituciones económicas internacionales y se lee como un libro de aventuras, descubriendo lo abrumador de los errores de esas instituciones. Y sobre todo del FMI y del Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Pero eso no es todo. Lo más interesante es que sea un Nobel que fue asesor de Bill Clinton y segundo en el Banco Mundial quien haga esas críticas, tan parecidas a las que leemos en los escritos de los líderes antiglobalización: a lo que dicen esos antisistema, violentos, anarquistas y guarangos, que quieren acabar con todo. Lo bueno del libro de Stiglitz es que nadie va a poder descalificarlo. Un libro fundamental y necesario.
Por lo demás, este profesor de universidad tiene pinta de profesor de universidad. Es despistado, sonríe permanentemente, tiene sentido del humor. Es un tipo que parece bastante feliz y que te cae bien nada más verlo. Cuando lo lees, entonces lo adoras: “Siempre me había interesado el desarrollo económico, pero lo que vi entonces –en la Casa Blanca y en el Banco Mundial entre 1993 y 1997– cambió radicalmente mi visión, tanto de la globalización como del desarrollo. Escribo este libro porque en el Banco Mundial comprobé de primera mano el efecto devastador que la globalización puede tener sobre los países en desarrollo, y especialmente sobre los pobres de esos países. Creo que la globalización –la supresión de las barreras al libre comercio y la mayor integración de las economías nacionales– puede ser una fuerza benéfica, y su potencial es el enriquecimiento de todos, particularmente de los pobres; pero también creo que para que esto suceda es necesario replantearse profundamente el modo en que la globalización ha sido gestionada, incluyendo los acuerdos comerciales internacionales que tan importante papel han desempeñado en la eliminación de dichas barreras y las políticas impuestas a los países en desarrollo en el transcurso de la globalización”.

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