ESPECTáCULOS › LOS RED HOT CHILI PEPPERS
ACTUARON ANOCHE EN RIVER ANTE 65 MIL PERSONAS

Una alegría rockera en medio de la crisis

En su cuarta visita al país, el cuarteto californiano volvió a mostrar su potencia en vivo, alternando viejos hits con canciones de su último disco, “By the way”. Un público fervoroso disfrutó del acontecimiento, consciente de que no habrá otros recitales de primer nivel en el corto plazo.

 Por Eduardo Fabregat

El estallido era previsible, pero no por eso perdió potencia. En esta Argentina arrasada, pauperizada y devaluada, la presencia de Red Hot Chili Peppers en el Monumental de Núñez debe ser interpretada como un milagro, un momento irrepetible, la oportunidad única de ver a un grupo de la primera línea rockera actuando en Buenos Aires. Lo de “único” no es en sentido figurado, y pinta a la perfección el panorama local en materia de producción de espectáculos: anoche, a mediados de octubre, los Peppers cerraron una temporada apenas compartida con Roger Waters... que actuó en marzo. Esa fue una de las razones del estallido que conmovió River poco después de las 21.30, pero la otra no tiene que ver con la triste realidad argentina, sino con cuestiones eminentemente artísticas: ya se sabía desde la edición de su reciente disco By the way, pero el show de anoche fue la mejor manera de comprobar la buena salud del cuarteto californiano. Más allá de las modas, las tendencias, MTV, las drogas, las idas y vueltas de Frusciante y las consecuencias de un historial bien largo, Red Hot Chili Peppers puede darse el lujo de un clacisismo no exento de riesgo. Se nota. Mejor aún: contagia.
Que el asunto iba a ser contagioso quedó claro desde el primer acorde de “By the way”, la canción escogida por el grupo para abrir el cuarto encuentro con su fiel público argentino. Pero no se trataba de un síndrome definible como “Aprovechemos que es lo único que viene”. El vínculo entre los fans y los Peppers tiene una sólida justificación musical. Que empezó a corroborarse de a poco, en un crescendo sonoro que evitó las estridencias iniciales (vale recordar que en su primera actuación en la Argentina, hace ya nueve años, arrancaron con “Give it away”, mientras que ésta vez lo reservaron para el final). En su madurez artística, la banda californiana demostró que tiene la capacidad y el oficio suficientes para “manejar” un show, administrando, en sabias dosis, el necesario efecto tribunero dentro de los diferentes climas musicales. La tribuna, precisamente, pretendía eso. Quería reencontrarse con el aplomo interpretativo de Anthony Kiedis, con el histrionismo (en este caso no exento de talento, sino todo lo contrario) de Flea al comando de su bajo, con el vuelo (término aplicado en más de un sentido) del increíble John Frusciante. Los cruces constantes de todos esos matices, favorecidos por un play-list ganador que no muchos grupos están en condiciones de sostener una hora y media, determinaron un concierto que no hizo decaer el fervor del público.
Los comentarios de Kiedis y/o Flea, entre tema y tema, gobernados por un castellano tan dudoso como simpático, contribuyeron a la afirmación de ese vínculo afectivo. En principio, el cantante previno, seguramente alertado por el estado de excitación de los fans: “tengan cuidado con sus hermanos y hermanas aquí”. Poco después, el bajista confirmó la idea, aunque en un plano más atemporal y universal: “mucho tranquilidad, mucho paz (sic)”. Es que venían de un hit de Californication (“Scar tissue”).
Luego, Flea no hizo mucho por descomprimir: arrancó con uno de sus clásicos solos deformes y distorsionados, que prologó a la encantadora “Around the world”. Queda claro que parte de la magia de los Peppers está sustentada en el hecho de que cada canción deja un espacio para el lucimiento solista sin que estas atribuciones conspiren contra un indestructible “sonido de banda”. Frusciante, ayer, consolidó su condiciónde héroe atípico de la guitarra, pero igualmente admirado por los fans. La otra parte de la magia de este grupo tiene que ver con el carisma. Antes de “Otherside” (otro tema de Californication, que fue, junto con Blood Sugar Sex Magik y el último, By the way, el más revisitado durante el concierto) Flea dedicó la canción a Maradona, precipitando, como era de esperar, uno de los momentos más vibrantes de la noche.
Los hits más difundidos por radio y las muy buenas canciones de perfil no tan alto (pero no por ello rarezas, ni mucho menos, para el público medio de los Peppers) se fueron alternando, del mismo modo que los climas variaban de la densidad adrenalínica al formato canción. Así, a “Can’t stop”, un punk contracturado de By the way, siguió el ya clásico, aunque relativamente reciente “Californication”, cuyo estribillo fue coreado por la multitud. Ya para entonces, el grado de efervescencia no tenía retorno. Muchos intuían que se acercaba el final. Los clásicos propios “Give it away” y “Under the bridge” y el cover del furibundo “Search and destroy” (de Iggy Pop) cerraron una jornada inolvidable. Por lo que se vio, y por lo poco que se verá en los próximos tiempos.

Producción: Roque Casciero
y Cristian Vitale.

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Los Red Hot Chili Peppers ofrecieron dosis exactas de calidad musical y carisma para ganarse al público.
 
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