ESPECTáCULOS

“Hoy la industria está pagando el precio de haber gastado de más”

Hugo Di Guglielmo manejó la programación de Canal 13 durante casi doce años, los que fueron de la ilusión menemista a la debacle actual. El año pasado fue reemplazado por Adrián Suar. Todo ese proceso se condensa en su libro “Vivir del aire”.

 Por Mariano Blejman

Es extraño encontrar a Hugo Di Guglielmo fuera del sillón que lo hizo poderoso durante casi 12 años. Desde allí, dibujó y desdibujó la programación de la pantalla de Canal 13, que se mantuvo en segundo lugar por una década larga, con buenos niveles de rentabilidad. Dirigió la programación desde 1990 –cuando se privatizó– hasta septiembre del 2001, momento en que fue reemplazado por Adrián Suar. Ahora, Di Guglielmo se acomoda en una silla notablemente más chica que la que usaba en su anterior puesto y reflexiona sobre su nuevo trabajo: “Lo bueno de este libro es que va a quedar con el tiempo”. Se refiere a Vivir del aire, una obra en la que analiza la programación televisiva desde adentro, el mismo lugar donde a él le tocó crearla. Y el deseo de permanecer en el tiempo que dice tener no es un sueño menor cuando se viene de un mundo tan volátil.
Cuando decidió hacerse a un lado de su cargo, el país veía otra televisión. Incluso su despedida tuvo cierto aire premonitorio: “Está todo muy raro. Es mejor alejarse y reflexionar”, dijo en ese momento. El capitán del barco se había subido a un bote salvavidas para ver cómo se hundía en soledad el Titanic argentino de la pantalla abierta. “Y eso fue lo que hice: me alejé y me dediqué a pensar en lo que estaba pasando. Aunque no pensaba escribir un libro.” Sin embargo, algunos allegados y unas cuantas charlas para estudiantes de periodismo lo llevaron a plasmar en papel aquellas experiencias que había tenido cuando manejaba el control, que no era remoto.
–¿Cómo fue alejarse de la televisión?
–Me alejé en septiembre, aunque recién en marzo de este año me di cuenta de que la televisión de la cual había participado no iba a volver. La torta publicitaria está en un 10 por ciento del nivel que tenía hace cuatro años. La televisión de los ‘90 fue una época de oro: hubo un auge de productoras independientes, se consolidó la relación entre la televisión y el cine, y se tuvo un acceso a la tecnología que aceleró el desarrollo.
–Sus doce años coinciden con el menemismo y el fin del delarruismo. ¿Qué le sugiere haber participado de esa convivencia?
–La ventaja fue sólo económica. Se pudo viajar, se pudo reconvertir la tecnología, se pudo conocer lo que se hacía afuera. Pero debo decir que no fue fácil ser de Canal 13 en la época de la pizza con champagne. Ahora, la industria está pagando el precio de esa reconversión, de habernos acostumbrado a gastar de más innecesariamente. Yo identifico la pizza con champagne con los programas más pasatistas, más festivos. Algo que no fue el fuerte del canal que yo conduje desde la programación.
–¿Se refiere a Susana Giménez o a Marcelo Tinelli, por ejemplo?
–Yo... preferiría decir que en cualquier lugar del mundo hay televisión deleznable pero que, en los ‘90, la de la Argentina tuvo buena calidad. Ahora cayó tanto que es muy difícil que pueda salir.
–Estamos en una etapa de cimbronazos.
–Es un momento clave de la crisis y de transición hacia algo que no se sabe cómo será. Durante el menemismo, la televisión tuvo las mismas características que el país: se compraron electrodomésticos carísimos que no se terminaron de amortizar. Nos concentramos en nuestro propio mercado que rendía y no supimos ni quisimos exportar. Ahora no es casual que haya muchos programas con público, realities, concursos, bailantas, talk shows, gente contando chistes: todo esto es mucho más barato y está extendido por la grilla.
–Sugiere cierta improvisación en todos los rubros...
–La televisión debe generar un show para sus espectadores. Pero el talento de los actores decaerá si para triunfar sólo basta pasar por el tamiz de la TV. No es lo mismo un cantante profesional que viene trabajando hace varios años, un político de carrera que se fogueó en ladirigencia sindical, que alguien que surge de la tele: ni siquiera lo digo como un tema ético sino como una cuestión de profesionalismo.
–Aun así, le cuesta bastante hablar mal del medio.
–Es molesto jorobar a alguien si uno no está adentro de la tele. Pero creo que el panorama de la competición cambió desde fin de año. Telefé frenó su inversión en el verano y dejó sólo dos programas propios: los pibes de “Gran Hermano” en la playa y después “El Legado”. Eso fue inédito, aunque después fue retomando nuevos proyectos. Canal 13 entró a probar en relación con la torta publicitaria y en proporción bajó menos en inversión que Telefé, que siempre gastó más para mantenerse primero. América cambia todo el tiempo de programación. Entró en convocatoria de acreedores, cambió de gerencia, cambió de dueños. Nada de eso le ayuda a su identidad. Canal 9, que siendo Azul perdió la identidad que tenía en la época de Romay, intenta recuperarla ahora en manos de Daniel Hadad, aunque les llevará un tiempo llevarlo a la práctica. Antes se peleaba por la gloria, ahora la lucha es por la mera supervivencia.
–¿A qué se refiere con la identidad de un canal?
–Construir el estilo de un canal lleva años. La televisión es efímera, pero se necesitan por lo menos tres años para construir un imaginario de lo que se quiere mostrar. Hoy pasa lo mismo con la TV que con el país. Cambian ministros de Economía, presidentes, leyes y decretos. ¿Cómo no va a cambiar la televisión? Si es un espejo de lo que pasa...

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Di Guglielmo dice que la TV se fue de mambo: “Compramos cosas que no se pueden amortizar”.
 
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