ESPECTáCULOS › LA FINAL DEL CAMPEONATO METROPOLITANO DE TANGO SALON

“Tenemos mucha pista en cada paso”

Un matrimonio de Munro se llevó el premio mayor en el Estadio Obras. A puro baile cerró formalmente el VI Festival Buenos Aires Tango.

 Por Karina Micheletto

Trajes a medida, peinados tirantes, tacos afilados y zapatos lustrosos. Señal de la cruz o cábala de rigor antes de salir a pista, pañuelos que repasan frentes amplias con movimiento continuo. Todo listo: que gane el mejor. La final del Campeonato Metropolitano de Tango Salón se largó, con todos los nervios del caso, el domingo pasado en el Estadio Obras Sanitarias. El templo del rock volvió a transformarse en una milonga con más público que las habituales (cualquiera que haya ido a una sabe que no se trata de mirar, sino de bailar, y que hay que saber hacerlo), pero con pista concurrida al fin. Pasada la medianoche, y después de un desempate que estiró el nerviosismo generalizado, se conocieron los ganadores: Delia Nasra y Aurelio “Lito” Filpini, un matrimonio de Munro. Ellos se llevaron el devaluado premio de mil pesos, más un lugar como representantes de Buenos Aires en la final del campeonato Mundial, en agosto próximo.
Fueron tres rondas por las que pasaron treinta finalistas seleccionados entre 666 parejas participantes. En cada una los bailarines tuvieron que afrontar tres tangos que no conocían de antemano, para evitar trampas con coreografías previas. Y pasar por las orquestas de Di Sarli, Troilo y Pugliese, para demostrar que podían pasearse por estilos diferentes, más marciales o más rebuscados. Las parejas que obtuvieron la primera y segunda mención (Luisa Inés y Osvaldo Cartery, Luciano Brigante y Karina Guillén) también pasan a la final del Campeonato Mundial, y otras siete fueron elegidas para la semifinal.
Entre ronda y ronda amenizaron la velada distintos artistas. Julio Pane y su trío, con su repertorio de tangos “a la parrilla”, “que por suerte nunca suenan dos veces igual”, según su propia definición; El Arranque con sus tangos originalmente arreglados, la orquesta de Ernesto Franco, Las Divas del Tango. Y María Nieves, una de las madrinas del Festival, que siguió atenta el campeonato desde una mesita. “No soy la mejor, soy la más veterana. Cumplí cincuenta años con el tango”, corrige la bailarina con su estilo cuando Fernando Bravo la presenta, también con su estilo. El público aplaude con ganas y alguien le grita “¡Al Colón!” Ella devuelve una media sonrisa canchera. Queda claro que le sobra manejo de escenario.
Entre el jurado, cada uno de los integrantes representa un estilo diferente dentro del ambiente milonguero: Mingo Pugliese, con más de cincuenta años de baile, maestro de más de una generación de bailarines; Carlos Rivarola, presidente de la Asociación de Maestros, Bailarines y Coreógrafos de Tango; Gustavo Naveira, que enseña a bailar tango desde hace veintitrés años. Y las más jóvenes Corina de la Rosa y Gachi Fernández, de 33 y 35 años respectivamente, pertenecientes a otra generación tanguera. Todos tienen una planilla celosamente custodiada con casilleros a llenar con números: “abrazo-estilo y elegancia-circulación y baile al piso”. Pero esas son sólo referencias, explican. “Acá juega todo: ritmo, abrazo, técnica, musicalidad”, enumera Naveira. Rivarola analiza el plus que llevó al podio a los ganadores: “Buena postura, buen ritmo, caminar muy elegante. Se notaba que sentían la música. Eso definió el puesto, que estuvo bastante peleado”.
La tarea de los jurados tuvo una dificultad extra si se tiene en cuenta que circularon por la pista desde una chica de 19 años hasta mayores de 70. Y no sólo variaban según la edad las vestimentas y lookeos tangueros (ombligos y espaldas al aire por un lado, vestidos que sólo mostraban piernas –envidiables– por el otro). Son muchos los que dicen que entre los mayores y los más jóvenes hay estilos de baile tan diferentes que ameritarían categorías separadas. Formados en las milongas los mayores, en academias las nuevas generaciones, los orígenes parecen notarse a la hora de marcar los pasos.
Los jurados sostienen lo contrario: “No es un problema de luchas entre generaciones, sino de bailar bien o mal. Cuando alguien tiene calidad se reconoce inmediatamente, tenga la edad que tenga”, dice Naveira. “De hecho, en las milongas se mezcla gente de todas las edades. Si el tango no discrimina, ¿por qué lo vamos a hacer nosotros?”, razona Rivarola.
Delia Nasra y Lito Filipini, los ganadores, tienen 70 y 76 años, respectivamente. “Pero representamos mucho menos, porque somos juveniles”, aclaran tras tirar la edad. Hace cuarenta años que bailan juntos, y en su casa tienen armado un museo privado de tango, con fotos, películas y grabaciones históricas que fueron juntando con el tiempo. Ella pasó de la danza clásica al tango. El aprendió, dice, “en la escuela de la vida”: “De jovencitos practicábamos en las esquinas del barrio, y los fines de semana íbamos a los bailes a sacar pasos”. Filipini tiene muy en claro por dónde pasan las diferencias generacionales: “Los pibes jóvenes son un mimbre. Hacen pasos muy estudiados, y a veces les juegan a favor los cuerpos. Nosotros sabemos vestir bien, y tenemos mucha pista en cada paso. ¿Quién nos quita lo bailado?”

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Delia Nasra y Aurelio “Lito” Filpini, campeones metropolitanos.
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