ESPECTáCULOS › ENTREVISTA A PEDRO ALMODOVAR, SOBRE “LA MALA EDUCACION”

“El celibato origina los abusos”

El director español acaba de presentar en España su última película, en la que describe un clima de perversión en un colegio religioso y que incluye escenas de abuso infantil.

Por Rocío García *
Desde Madrid

Pedro Almodóvar guarda duelo por el trágico atentado de Madrid. Ese día anuló la presentación de su película La mala educación en Barcelona. Todas las fiestas y entrevistas en torno del estreno de su film fueron canceladas como muestra de solidaridad con las víctimas. Esta entrevista se realizó en Madrid la tarde anterior al atentado. La mala educación, protagonizada por Gael García Bernal, Fele Martínez, Daniel Giménez Cacho y Luis Homar, es la película más íntima de Pedro Almodóvar, quien a sus 52 años ha decidido mirar hacia atrás, a su infancia y adolescencia. La mala educación narra la vida de dos niños, Ignacio y Enrique, que conocen el amor y el miedo en un colegio religioso en los años sesenta, con un cura como testigo.
–Ha dicho que La mala educación no es una película autobiográfica, pero sí es la que más ahonda en su infancia y adolescencia.
–Creo que la gente tiene muchas ganas de preguntarme si abusaron de mí en el colegio o me violaron o si tuve un novio. Son preguntas que creo que nadie se atreve a hacerme, pero yo, hasta que no me lo pregunten, no lo diré... A mí no me han acosado. Pero en el pueblo eran unos acosos tan conocidos que trascendieron. Había un cura en mi colegio que tenía un auténtico harén de unos 20 chicos, de los que muchos eran amigos míos, y hablábamos entre nosotros. Trascendió tanto en el pueblo que lo trasladaron, pero no lo echaron. Yo viví cosas maravillosas y terribles en el colegio y ésas no las he contado. Me inspiro en mucho de lo que vi e intuí y luego lo manipulo. Cuando digo que no es autobiográfica es que no cuento mi vida, pero estoy contando cosas que son muy íntimas y esenciales para mí. Con respecto al director que aparece en la película, no soy como él. No me expongo hasta el punto que se expone el personaje de Fele y no soy tan aventurero, pero sí es el artista que yo idealizo en mí. Yo no soy un travesti, ni me he puesto tetas, pero todo lo que se cuenta alrededor de algunos personajes, esas cosas tan tremendas que hablan de una de las partes más oscuras del corazón humano, eso para mí es esencial.
–¿Está en La ley del deseo el origen de esta historia?
–En La ley... está la simiente de esta historia. En esa época tenía escritos 10 folios. Desde entonces tenía en la cabeza que me gustaría hacer algo con ese relato y hacer algo mayor. Eso es lo que he estado haciendo en los últimos 10 años.
–¿Y por qué ha tardado tanto en decidirse?
–Porque no me acababa de satisfacer. El guión y la historia tenían muchas posibilidades, y cuantas más posibilidades tienes, más tiempo te lleva decidir por dónde tirar y te confundes. Había escrito una serie muy larga y lo que me llevó mucho tiempo fue ir recortando partes hasta reducirlo a lo que es el esquema. Por eso la película resulta tan intensa, porque se perciben en toda ella las puntas de los personajes, los icebergs, y la otra mitad de ellos está oculta. He ido a los momentos más intensos, hay información que no se da, pero que se percibe. Por ejemplo, por qué se llevan tan mal esos dos hermanos. No es que haya estado 10 años escribiendo la historia. Terminaba una película y me ponía a corregir Las visitas, que es como se llamaba en un principio.
–Al ser una película tan íntima, ¿ha temido herir a alguien?
–No me gustaría que la vieran los dos curas de los que se habla en la película porque son reales. Soy anticlerical, pero como individuo no tengo ninguna necesidad de luchar contra la Iglesia, porque para mí no es un fantasma del que tenga que defenderme. Creo que la Iglesia española se está atreviendo a decir unas cosas en nuestra sociedad que debemos de poner en evidencia porque son muy peligrosas, como por ejemplo que la emancipación de la mujer está relacionada con las muertes y los malos tratos. Es una de las cosas más fuertes que he oído nunca contra la condición femenina. Pero yo he superado todos mis problemas con la Iglesia y mi educación religiosa. Atacaría a la institución, pero no a las personas en concreto que a mí me educaron. No me gustaría que en este momento, en los últimos años de su vida, sientan el sabor de algo como una venganza, porque los recuerdos que probablemente tengan de mí serán los de un niño que estaba allí, que cantaba... Ellos hicieron algo atroz, pero yo no soy quién para castigarlos, o por lo menos a mí el hecho de castigarlos no me proporciona ninguna satisfacción.
–¿Y sus hermanos?
–Naturalmente no me gustaría herir a personas a las que les puede afectar la historia porque tienen información directa, como es el caso de los curas y también de mi hermano Agustín y mis hermanas. No me gustaría que de pronto les desvelara una realidad de la que no fueron conscientes y que ahora encuentran monstruosa.
–¿Por qué en este momento de su vida mira hacia atrás?
–Me temo que es algo que llega con la madurez. Este tipo de películas, o la haces al principio de tu carrera y te sale como un exabrupto, a bocajarro, o es una película de madurez en la que miras todo aquello con distancia y que te sirve para enhebrarlo con otra historia que, al fin y al cabo, te interesa más, y que es esta historia de género negro que a mí, como cineasta, me interesa mucho y no había hecho hasta ahora. El hecho de mirar hacia atrás tiene que ver con que tengo 50 años, que soy una persona madura, adulta, y que no trato de ajustar cuentas con mi propia vida, pero sí me siento, por primera vez además, con capacidad de mirarlas, contemplarlas y manipularlas según las reglas de la ficción que al fin y al cabo es mi trabajo.
–Tardó mucho en encontrar un actor protagonista para un papel tan complejo como el que interpreta Gael García Bernal. ¿Qué tenía él que no tenían otros?
–Además de ser un buen actor, hay un aspecto esencial, y es que el personaje debía de resultar muy atractivo para chicos y chicas. Yo no lo sé, porque cuando trabajo con los actores dejan de ser personas y nunca sé si son o no atractivos, pero todo el mundo estaba de acuerdo. A nivel de fotogenia era mucho más fácil travestirlo porque Gael es pequeño. Era esencial que fuera verosímil como hombre y como mujer. Todo lo demás eran grandes handicaps que él ha tenido que superar a base de muchísimo trabajo.
–¿El trabajo con niños en un tema tan delicado le ha provocado miedo?
–He tenido un cuidado tan especial que he temido que fuera incluso malo para la película. Hablé con psicólogos para ver cómo trataba a los niños y me dijeron que lo más importante era no engañarlos. Pero es que me daba mucha vergüenza y entonces utilicé de intermediario al director de casting, que tenía mucha confianza con los niños. Lo que no me podía permitir es caer en lo mismo que yo estaba denunciando, que un dedo se les pusiera encima a esos niños, tenía que narrar las cosas de tal modo que ellos no tuvieran en su cabeza ninguna imagen que les pudiera resultar incómoda. Por eso hay voces en off y me puse detrás de las cosas para contarlas. En los dos momentos de abuso que hay en la película, me pongo una vez detrás de un arbusto y otra detrás de la sotana del cura.
–La película retrata unos años, los ochenta, de los que usted fue un protagonista especial. ¿Echa de menos esa época?
–Sí, mi juventud. Lo que echo de menos es la capacidad de vivir el doble y vivir peligrosamente sin que sea un peligro. No me gusta el sentimiento de la nostalgia como motor para hacer cosas, ni para escribir ni para nada... Lo que sí constato es que me divertía mucho más, que la ciudad me gustaba mucho. Afortunadamente lo viví, que es lo que cuenta.
–El tema de la pederastia por parte de representantes de la Iglesia está de plena actualidad. ¿Qué siente cuando oye esas noticias de abusos sexuales en niños?
–Siento una enorme indignación contra la Iglesia porque deberían tomar cartas en el asunto de una vez por todas. Eso no significa trasladar a los curas a otro sitio, ni siquiera castigarlos con la cárcel, que deberían hacerlo porque es un delito muy grande. Todo esto tiene un origen clarísimo, que se llama celibato. Si a los curas se les permitiera desarrollar su sexualidad natural, estoy seguro de que estos casos desaparecerían, acabarían buscándose novio o novia y no aparecería esa sexualidad deformada, monstruosa y enferma a la que da pie el celibato. El celibato hace además que los colegios y los seminarios se llenen de homosexuales. El celibato es uno de los orígenes de estos abusos. La Iglesia se tendría que replantear muchísimas cosas y ésta es una de ellas. Otra urgente es lo del preservativo, y otra el hecho de que las monjas no puedan ni consagrar ni confesar. No entiendo cómo las monjas no se han rebelado. ¿Desde qué punto de vista inteligente se justifica que la mujer no pueda ser sacerdote? Sería tan brutal como decir que puede haber psicólogos, pero no psicólogas, o médicos, pero no mujeres médicos. Me indigno y no sé por qué me afecta tanto, yo que no soy católico ni nada.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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Almodóvar ya despierta la irritación de muchos con su relato.
Dice que recién ahora, a los 52, ha podido abordar este tema.
 
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