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En los créditos de la película aparece, como asesor del guión, Edgardo Cozarinsky. ¿En qué consistió su aporte?
–El había filmado La guerra de un solo hombre, en la que también se metía con un personaje complicado, Ernst Junger, refinadísimo intelectual alemán que fue un alto jerarca de la ocupación nazi en París. Cozarinsky me aportó su visión sobre Junger y me ayudó en todas las etapas de la película, desde la preparación hasta el montaje.
–Tanto la fotografía (a cargo de Ramiro Civita, el mismo de Garage Olimpo y El abrazo partido) como el montaje de La quimera de los héroes son precisos hasta la exquisitez. ¿Cuánto tiempo le llevó montarla y sonorizarla?
–Tres meses en París y dos meses más en Buenos Aires.
–¿Cuánto tiempo había invertido en rodarla?
–Seis semanas, pero divididas en tres etapas. Fue una de las tantas películas que se filmaron durante la crisis de fines del 2001, cuando en pocos días tuvimos cinco presidentes. Allí también creo que la película terminó reflejando, sin que yo me lo propusiera, lo que estaba pasando en el país, con esa búsqueda desesperada de un líder que tuvimos durante ese tiempo.