PSICOLOGíA › LA INFERTILIDAD Y SUS MODOS DE SUFRIMIENTO

Un dolor puro de esterilidad

Por Silvia Jadur *

En la demanda de hombres y mujeres con problemas de infertilidad y esterilidad hay un dolor envolvente, que en la consulta médica no tiene posibilidad de tramitación. Una paciente mujer, de 39 años, que efectuó dos intentos de fertilización asistida con resultado negativo, pide apoyo terapéutico: “Puse el cuerpo, me estudiaron. Hice dos intentos, sufrí horrores. Mis óvulos están envejecidos, no pueden fecundar. No sirven. Me queda la ovodonación, la adopción... o nada”, dice llorando. Un hombre de 35 años, que consulta después del diagnóstico de azoospermia, dice: “Es como una herida profunda, un dolor como si te hubieran clavado un estilete... No poder darle un hijo a mi mujer, no tener descendencia... No sé, nunca se me ocurrió. Pienso y pienso y no puede ser”.
Una mujer de 27 años con menopausia precoz efectúa tratamiento hormonal de reemplazo para ovodonación: “Me siento un sapo, por lo hinchada. Sé que es por la medicación, las inyecciones... Me duele todo el cuerpo”. Una mujer de 29 años consulta a partir del diagnóstico de esterilidad: “Mi cabeza estalla, es terrible, incomprensible. No encuentro palabras para que me entiendan este dolor... Nunca pensé que iba a tener problemas para tener un hijo. No pensé que me pasara a mí”. Un hombre de 31 años, con baja calidad y cantidad espermática, consulta después de la intervención para extracción de espermatozoides del epidídimo:”Sentía que los testículos explotaban y yo también. No era molestia, era dolor, adentro, afuera”.
Los pacientes manifiestan mucho enojo e irritación ante los intentos de “consuelo” de familiares y amigos. Profundo rechazo a: “Bueno, pueden adoptar...”; “Son jóvenes todavía, vendrán otros embarazos”; “Vayan de vacaciones, olvídense”; “Esperen. Mientras, tienen sobrinos y ahijados que los quieren”.
El dolor se inscribe en la historia de un sujeto como un corte en el tiempo. Deja marca, hay un antes y un después de su aparición. Al no concretarse un embarazo, el cuerpo adquiere un nuevo estatuto en la economía psíquica. La enfermedad, la disfunción, alteran la representación y saberes del cuerpo. La noción misma de existencia del cuerpo surge a partir de una falla, cuyo desconocimiento sostiene fantasías y aumenta la angustia de lo que podemos denominar “crisis vital anticipada”.
La herida narcisista producida por la esterilidad-infertilidad provoca un sufrimiento que posiciona al sujeto en un lugar diferente. Produce una división entre los que pueden tener hijos y los que no, los que disfrutan y los que padecen; una línea imaginaria sostenida por un repliegue libidinal sobre el yo que favorece el aislamiento, reactivando además la angustia de castración, la conflictiva edípica. Hay permanente entrecruzamiento y superposición entre dolor psíquico y dolor corporal.
Durante los procedimientos diagnósticos, los tratamientos, las intervenciones quirúrgicas e incluso en la fertilización asistida, el anclaje al dolor es una constante. El dolor en el cuerpo tiene su inscripción en el inconsciente; la memoria inconsciente del dolor nos remite a vivencias traumáticas dolorosas. El origen psíquico del dolor corporal está referido siempre a un dolor originario, primero, que no es sólo efecto del daño, sino manifestación del esfuerzo para recuperar la quebrada homeostasis. El dolor corporal es la manifestación de la investidura representacional del daño del cuerpo, mientras que el dolor psíquico lo es de la investidura representacional del objeto perdido. A través del dolor corporal, a través del sufrimiento, descubrimos aspectos ignorados de nuestra identidad, así resquebrajada. Toda representación está sujeta a mutaciones: se es extranjero consigo mismo.

* Extracto de un trabajo presentado en las Primeras Jornadas de Infertilidad, Adopción y Fertilización Asistida, organizadas por la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APdeBA).

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