SOCIEDAD › POCA GENTE EN LA CELEBRACIóN DEL DíA DEL AMIGO

La gripe contagió el festejo

Hubo pocas reservas y algunas mesas vacías en bares y restaurantes. Tampoco hubo colas en los complejos de cines. Plaza Francia, uno de los sitios tradicionales de encuentro, reunió a grupos de adolescentes, entre mates y cerveza.

Metaleros, hippies, rolingas, emos, punks y caretas. En la porteña Plaza Francia, el festejo del Día del Amigo tuvo diversidad, aunque no multitudes. Pese a ser un espacio al aire libre, “la preocupación de los padres por la gripe (de tipo A), el adelantamiento de las vacaciones y el millón de veces que nos vimos en las últimas semanas, hizo que el encuentro con amigos de hoy (por ayer) fuera medio decepcionante”, admitió Agostina, después de un viaje de “una hora y media en tren y colectivo”. En Recoleta, los ambientes cerrados no fueron la excepción. La regla fue general para todos: restaurantes, bares, confiterías e, incluso, cines trabajaron “casi sin reservas”. “Primero (Mauricio) Macri que no terminó las obras en la plaza y si se le suma el nuevo virus, estamos trabajando a un 40 por ciento”, confirmó a Página/12 uno de los maîtres de Café Victoria.

En Plaza Francia, el Día del Amigo comenzó entrada la tarde. Cerca de las 15, el tradicional picnic dejó lugar al mate o a la chocolatada con bizcochos. Cuando el sol cayó, la cerveza, el fernet con cola y el vino tinto se sumaron al festejo. “Llegamos tipo 5 porque empezamos nuestra celebración hace varios días. Salimos el viernes y el sábado. Ayer (por el domingo) nos juntamos a comer pizza y puse un pie a mi casa recién a las nueve de la mañana”, dijo Agustín, enfundado en un buzo de La Renga.

Sentados en una de las lomas de la plaza San Martín de Tours, en Recoleta, Agustín y siete de sus compañeros del colegio Excelsior, de Caballito, tomaron mate a discreción. “Más que lavarme las manos –admitió Magalí– y hablar sobre el tema de la gripe A cada cinco minutos, no hice nada distinto estas dos semanas. La verdad es que entre nosotros no hubo mucha paranoia”, dijo la estudiante, e inmediatamente besó a su novio.

“Pensamos que iba a haber más gente en la plaza. Pero hasta el colectivo estaba vacío.” Sin termo, lona, facturas o guitarra, Martín y sus tres amigos metaleros viajaron desde Monte Grande, en el sur del Gran Buenos Aires, para festejar la amistad juntos. Según el joven, “hay poca gente porque es lunes. Mejor, así podemos fumar faso tranquilos, sin que los caretas nos digan nada”. Mientras compartían un vino tinto –que “intercambiamos por seis envases de cervezas que encontramos tirados”–, el grupo de amigos vestidos con jeans, cadenas y borceguíes se recluyó en un alejado banco de la plaza: “Si nos sentamos en el medio del pasto, con todos los pibitos alrededor, como tenemos cosas ‘raras’ colgando –como un sacacorchos–, nos miran mal. Y, para no terminar a las trompadas, preferimos alejarnos de la gente”, admitió Martín.

Menos fóbicos, pero igual de alejados de la multitud, Fernando y sus ex compañeros del colegio Carlos Pellegrini disfrutaron de la tarde a puro ritmo. Gracias a la guitarra criolla, el charango y el djebe (un instrumento de percusión), los chicos “ahora universitarios” disfrutaron de la jornada del Amigo hasta entrada la noche. “Por el tema de la gripe nos venimos juntando en casas de amigos todo el tiempo. Estuvo bueno que hoy (por ayer) cambiáramos un poco. El festejo fue sólo una excusa para cambiar de espacio”, dijo Sebastián, quien dirigía la ronda del mate.

Cerca de las 19.30, Plaza Francia quedó literalmente vacía. Sólo un grupito de chicos todavía jugaba a la pelota, sin luz pero con mochila al hombro. También quedaron botellas, bolsas, envoltorios y restos de yerba adornando el desnivelado suelo.

En Recoleta, los bares y los restaurantes tampoco tuvieron mucha concurrencia de amigos. Las mesas fuera y dentro de los establecimientos públicos estaban casi vacías. “Para la cena sólo tenemos cuatro mesas reservadas”, confirmó a Página/12 Juan, el recepcionista de Posta Recoleta, un restó de Junín al 1700. Incluso, la concurrencia de clientes a las salas de un complejo cinematográfico de la zona fue reducida: “En comparación con el año pasado, este Día del Amigo estuvo desierto. No hubo ni colas para sacar entradas ni reserva por Internet o teléfono”, confirmó Flavia desde una de las boleterías.

Informe: Mariana Seghezzo.

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“La verdad es que entre nosotros no hubo mucha paranoia”, dijo una estudiante.
Imagen: Pablo Piovano
 
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