SOCIEDAD › ESTRENARON EN PLENA PLAZA MISERERE EL DOCUMENTAL AñOS DE CALLE

Crónica de cuatro niños solos

El documental sobre la vida de cuatro chicos de la calle, seguidos desde 1999 hasta 2010 por la directora Alejandra Grinschpun, fue preestrenado en plena plaza Miserere, en un microcine al aire libre preparado para la ocasión.

“¿Qué es lo que va a pasar acá? Pusieron un cine”, dice una mujer mayor, en voz muy baja y con una sonrisa a medias, y mira atenta. Se para encorvada, aprieta contra su pecho un cuaderno y lleva bolsas de supermercado colgadas de sus muñecas, que tiemblan. Pasó la tarde en la plaza Miserere vendiendo bijouteries y tiene que regresar a su casa en San Telmo, pero decenas de personas se juntaron de golpe al lado del mausoleo de Bernardino Rivadavia. Una pantalla gigante y dos parlantes miran hacia la avenida Pueyrredón. Tres hombres enchufan un proyector y ponen a punto una consola de sonido. Unas 60 sillas de plástico encolumnadas comienzan a ocuparse. A unos metros, la directora Alejandra Grinschpun y el productor Laureano Gutiérrez esperan que se proyecte su documental Años de calle y charlan con amigos. La película sigue durante once años las historias de vida de cuatro chicos en situación de calle, que vivían en los techos de la estación de Once. Ayer, pasadas las 20.30, tuvo su première al aire libre, de forma abierta y gratuita, en el lugar que le dio origen, antes del estreno formal de hoy en el Cine Gaumont.

A Grinschpun no le salen las palabras. “Esta proyección significa devolverle algo al barrio y a la estación”, asegura. Para Gutiérrez, es la posibilidad de acercar el film a gente que no lo podría ver de otra manera. Ambos se conocieron en el Centro de Atención Integral a la Niñez y la Adolescencia (Caina), donde trabajaban con chicos en situación de calle. Ese fue el puntapié para comenzar a filmar a Ismael, Gachi, Rubén y Andrés. La idea era captar sus trayectorias de vida y problematizarlas, mostrar las circunstancias y personas que las condicionan con distintos resultados. “Queremos que la gente se lleve la película y que, lo que les genere, lo usen para transformarlo en algo”, explica Gutiérrez.

Alrededor del microcine al aire libre se concentran organizaciones que trabajan con personas en situación de calle, familiares y conocidos de los realizadores y de los protagonistas. La mayoría de los transeúntes curiosos cruzan el parque con la vista puesta en la pantalla, mientras que los pocos que se detienen buscan su lugar en los canteros que se levantan cerca como escalones. El resto de la plaza funciona sin prestar atención: las colas de pasajeros cansados se alargan sobre avenida Rivadavia y Bartolomé Mitre, suena Rodrigo en un kiosquito vacío y cuatro personas se turnan en un micrófono e invitan a buscar a Cristo. “Es lo mejor que les puede ocurrir”, advierten a los gritos. Nadie parece escucharlos.

“Está bueno que pasen la película en la plaza. Es algo de la vida real, que muestra cómo la pasan los chicos de la calle”, comenta Oscar, rodeado por su mujer y sus cuatro hijos en uno de los canteros. Por su parte, Omar, quien se acercó desde Caseros especialmente para mirar el documental, cuenta que “me interesa la temática, es una cuestión de sensibilidad, de pensar en el otro. No es justo que haya gente que no tenga una vivienda digna”.

Parado solo al lado de las sillas de plástico negras, ya todas con gente, Omar sostiene que la proyección en plena plaza “es rara pero interesante. Es compartir lo mal que la pasan otras personas, es ver algo real. A lo mejor también es una salida para poder ayudar”.

Informe: Gonzalo Olaberría.

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Espectadores, la pantalla en plena plaza, la imagen de la película volviendo a la calle.
Imagen: Bernardino Avila
 
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