SOCIEDAD › TRES MIRADAS SOBRE QUE HICIERON LOS MEDIOS CON EL CASO LOLA

Los límites del espectáculo

El crimen de Lola Chomnalez sucedió al filo del nuevo año. Desde entonces, siempre fue noticia, hasta sin información. Tres especialistas piensan por qué.

 Por Soledad Vallejos

Entre fin de año y ahora, alcanzaba con prender el televisor para notarlo. Cuando el ritmo del tiempo de aire es vertiginoso y los acontecimientos remolonean, no acompañan la dinámica televisiva, ¿qué informar? Coberturas como la de la investigación por el crimen de la joven Lola Chomnalez demuestran que con la proliferación de canales de televisión por cable, radios, diarios escritos on line, redes sociales, no sólo el tiempo es tirano: también el espacio, que necesita palabras escritas para no estar vacío, cae en la trampa. Tal vez por eso las versiones se multiplican, cambian en detalles para transformarse y renovar, una vez más, los contenidos. Los especialistas sugieren que el corazón de la noticia está cada vez más cerca del entretenimiento (¿o lo es, lisa y llanamente?), que el periodismo, no solamente el local, trabaja cada vez más la información como alguna forma del espectáculo, aunque se trate de casos policiales que involucran a personas reales, y ofrece en debates livianos temas difíciles. A la hora de construir información, ¿hay límites? O mejor preguntado: ¿es posible trazarlos, a pesar de que los públicos respondan consumiendo con fruición hipótesis y opiniones descabelladas? ¿Realmente hay tantos públicos, tan desvalidos y acríticos? Los especialistas consultados por este diario son cautos ante eso; también ante viejas ideas, dicen, como la de “la racionalidad de los medios”.

La investigadora del Conicet Mercedes Calzado sostiene que los medios todavía se reservan cierto lugar justiciero, “con esta idea de ‘tenemos que presionar para que se investigue’, por ejemplo”. “Pero en ese reclamo de seriedad que los medios hacen a los investigadores y la Justicia, se ve que las coberturas no siempre están a cargo de cronistas especializados sino de noteros que están cubriendo las frivolidades de Punta del Este, o movileros que están 24 horas y se van a cubrir algo en otro lado. Hay un modo de cubrir la noticia que corre esos límites de seriedad.”

“Y cuando pasa eso, los ciudadanos, las audiencias, ¿qué posibilidad tienen de ir siguiendo esa información o de chequear esa información dispersa? Con suerte, alguno puede chequear ago de eso, pero, mientras tanto, en la escucha colectiva ya empieza a cristalizarse otra cosa: la idea del desorden, de las hipótesis sin sentido. Porque a esas coberturas se las acompaña con programas de panelistas que debaten permanentemente en los pisos sobre qué haría cada uno de ellos si fuera juez, fiscal, investigador, policía.”

–¿Hay un límite?

–El límite está dado por las audiencias. Por eso cabe preguntarse qué buscamos como audiencias o como lectores cuando leemos, escuchamos o vemos estos casos. ¿Por qué desde hace días éstas son las notas más leídas en los portales digitales? ¿Por qué el minuto a minuto en los canales de noticias trepa con esto? Ahí también hay algo para preguntarse y explorar qué es lo que pasa, qué hay, cuáles son esas necesidades. Por más que la empresa quiera vender, por más que el periodista tenga que estirar hasta el final y generar ese hilo interminable de hipótesis sin sentido para alargar, el límite podría existir.

La estrategia de la defensa

La investigadora Susana Morales, del Programa de Comunicación y Ciudadanía del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba, observa que ese “periodismo más ágil, pero también más barato, con poca producción, cuenta los casos policiales en clave melodramática, como una novela, pero no es una ficción”. También señala, notablemente, que en investigaciones de audiencias realizadas en Córdoba, los espectadores critican lo que consumen: “Los públicos también tienen cierto límite de lo que soportan ver. Mucha gente nos decía ‘uno prende el televisor a las 4 de la tarde y ve un cuerpo ensangrentado. Es violento’.”

Morales cree, sin embargo, que el límite del periodismo es más inmediato: “el límite de la investigación y los procesos de sumario”. “El límite del periodismo es no entorpecer la investigación judicial en función de tirar información que no corresponde o de reventar pruebas, como pasó, por ejemplo, en el caso Candela, cuando la policía reventó pruebas a través de los medios, cuando anunció el hallazgo del cuerpo y no preservó esa escena”, recordó la investigadora. Hay, continuó, un camino doble: “Uno tiende a hablar de los medios, pero las instituciones operan fuerte con estas cosas. Si no, parece que el problema fuera el limite del periodismo. Estos casos siempre tienen esta truculencia que llevan a mirar el drama humano. Son terribles y por eso tienen público. Y para producir son muy baratos: sentás a cualquiera en un set de televisión y dice cosas”. A la vez, arriesga la investigadora, es preciso “correrse de la idea de que los medios son racionalidad”. “Los medios son entretenimiento, ficción, voyeurismo y esto de mirar lo que no debería pero lo miro porque está ahí. Hay que correrse de la idea de que lo que pasa por ahí es información en sentido estricto, porque de hecho eso está corriéndose a otros programas que tienen otros géneros, como los de la tarde. Ya excede la información en el sentido duro.”

–¿Y qué estrategias deberían tener las instituciones?

–Si la Justicia o la policía proporcionan información de manera permanente, si tenés la política de limitar los trascendidos, vigilar que no haya filtraciones, eso sirve. Pero también es necesario que la institución vaya planteando con claridad, cada tanto tiempo, cuáles fueron los avances del caso. En ese sentido, estuvo bien manejado el caso de Angeles Rawson: la fiscalía tuvo una política muy clara de dar información, de no tirar versiones, de tratar de reducir al mínimo la cantidad de trascendidos. Eso es una política institucional hacia los medios. No estoy viendo algo parecido en Uruguay con el caso Lola. No sé si es porque no tienen este tipo de casos y debate sobre los medios o si es la dinámica de los medios que está desbordando a las instituciones.

Cómo regular sin censurar

Para el investigador del Conicet y profesor de la Universidad Nacional de La Plata Gabriel Kessler, al impacto de la noticia del crimen de Chomnalez se sumó “un intento de estar construyendo informaciones y buscando datos, escarbando en su vida, cosas que rompen el límite ético de lo que se puede mostrar, y que no agrega información a la noticia”. Ese reflejo “simplemente le da más espectacularidad”, porque es “infoentretenimiento”. “Se van borrando los limites entre ficción y no ficción al contarlo, y también hay una forma de ir construyendo información a partir de indagar en la vida, en el entorno. Todo eso va haciendo que el tema concentre noticiabilidad y atención, posiblemente hasta que encuentren un culpable o hasta que otro hecho le quite espectacularidad.”

La juventud de la víctima, su familia, las circunstancias en que se perpetró el crimen y la falta de pistas abren el espectro para que funcione esa dinámica. “Los medios le están sacando el jugo a más no poder al caso, y tratando de generar algún tipo de interés por el tema. Se habla de noticias sin importar si son verdad o mentira, si hay sospechas fundadas o no, y en el camino van quedando estigmatizados todos los que fueron potenciales sospechosos. Hay un tema difícil de discutir, que es el código de ética. ¿Cómo tratar las noticias policiales? ¿Cómo informar cuando hay presunción de inocencia?”

–¿Se puede pensar en una regulación para esas coberturas?

–Es una deuda pendiente, pero comparada la situación actual con la de hace una década y media, hoy el contexto es menos favorable para esta reflexión, que sí es necesaria, de los medios acerca de su lugar en la información. Muchas veces, cuando se plantea la necesidad de regulación, se dice que es censura. Como la inseguridad es un tema que políticamente erosiona, y no solamente acá, todo intento de discutir regulación de manera abierta y seria entre los medios y los gobiernos es leído por la sociedad civil como un intento de ejercer censura.

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