SOCIEDAD › MARCEL DE KORT, COORDINADOR DE POLITICA DE DROGA EN HOLANDA

Receta holandesa para controlar las drogas

Es fama que los holandeses tienen una actitud única hacia el consumo de drogas. Un especialista, de visita en Buenos Aires, explica que no todo es permisividad, sino que hay inteligentes maneras de limitarlo y de evitar muertes, sin judicializar el tema. Como separar el tráfico de “duras” y “blandas”.

 Por Pedro Lipcovich

“Separamos el mercado de la cannabis del de las drogas duras, y el consumo de cannabis en Holanda no aumentó en comparación con otros países”: así resume Marcel de Kort, coordinador de Política de Droga del Ministerio de Salud Pública holandés, los resultados de la estrategia por la cual la venta de pequeñas cantidades de marihuana o hashish, destinadas al consumo personal, es aceptada en ese país. De Kort se refirió a dos aspectos sanitarios y sociales que vale considerar por separado. El menos conocido concierne al tratamiento de las drogas ilegales más peligrosas: el enfoque oficial de la política holandesa es de “reducción del daño” e incluye estrategias como la de ofrecer a cualquier usuario de cocaína o éxtasis la posibilidad de analizar en laboratorios oficiales la droga que le han vendido. Esto permite a las autoridades monitorear el mercado y tomar medidas preventivas si aparecen sustancias especialmente tóxicas. Otra estrategia es determinar qué pautas de salubridad –temperatura, provisión de agua, personal de salud– deben tener los locales bailables donde se consume éxtasis e informar a los municipios para que las exijan. El entrenamiento de jóvenes como agentes de prevención entre sus pares resulta exitoso “porque no andan pidiéndole a la gente que deje de consumir, sino que comunican en forma creíble los riesgos de las drogas”. En cuanto a la cannabis, la experiencia holandesa muestra que una cuidadosa arquitectura política y jurídica puede hacer posible que su adquisición y uso en pequeñas cantidades quede a salvo de toda persecución, sin vulnerar los tratados internacionales que la ilegalizan.
–Dejando entre paréntesis el tema de la cannabis ¿qué destacaría en cuanto a las políticas sobre drogas en Holanda?
–El enfoque central no consiste sólo en prevenir el consumo de drogas sino en reducir el riesgo que el consumo implica, tanto para el consumidor como para su familia y la sociedad en general, lo que se denomina reducción del daño. Este es el objetivo oficial de la política holandesa -contestó De Kort, quien participó, junto con otros funcionarios de su país, en la jornada “Políticas sobre Drogas en los Países Bajos, organizada por la Secretaría de Prevención de la Drogadicción y Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar).
–Son más conocidas y aceptadas las prácticas de reducción del daño en sustancias inyectables. ¿Cómo plantean la acción con otras sustancias?
–En ningún caso el mensaje es simplemente: “No usen drogas”. Por ejemplo, los consumidores de crack suelen fumarlo en unas pequeñas pipas, de un modo que resulta muy dañino por la elevada temperatura del humo. Claro, preferiríamos que dejaran de consumir la droga pero como esto no siempre es posible, se les explican formas de consumo menos riesgosas. Otro proyecto encara el hecho de que los usuarios de crack suelen consumir sin freno hasta que se quedan sin dinero o llegan a un punto de derrumbe personal. Con abordajes psicológicos, se procura que logren detectar el estadio previo a ese punto y saber que en ese momento deben moderar el consumo o abstenerse. Lograr un contacto confiable con estas personas no nos resulta difícil porque generalmente son también usuarios de opiáceos, y, gracias a los programas de intercambio de jeringas y suministro de metadona, ya están vinculados con el sistema de salud.
–¿En cuanto al “éxtasis”?
–El éxtasis conlleva riesgos agudos de deshidratación y descompensaciones físicas, especialmente en el contexto en que suele consumírselo: la llaman dance-drug, porque suele tomarse en discotecas. Hemos preparado pautas orientativas para las municipalidades, a fin de que fijen normas como la obligación de que en estos lugares haya sitios donde refrescarse, suficiente provisión de agua y personal especializado en primeros auxilios. Otra acción muy difundida es la prevención entre pares, en las fiestas mismas: el mensaje es que el consumo es siempre riesgoso y si alguien corre el riesgo de consumir éxtasis que sea muy cuidadoso, que no se tome dos pastillas juntas, que procure no acalorarse demasiado, que descanse a intervalos, que no consuma todos los fines de semana.
–¿Cómo consiguen jóvenes que quieran ser agentes de prevención?
–Para mi propia sorpresa, hay lista de espera para entrar en ese cuerpo de pares: pertenecer les permite ¡ir a todas las fiestas! y resultó que les da cierto status entre los amigos. Es porque no andan pidiéndole a la gente que deje de consumir sino que, a partir de una buena capacitación, comunican en forma creíble los riesgos de las drogas. Tenemos otro proyecto de prevención entre pares con el tema del alcohol, pero en esto es más difícil: tendrían que ir a bares, donde a los dueños esto no los entusiasma demasiado y la gente suele estar en grupos más chicos.
–¿Qué otros programas han dado buenos resultados?
–Uno, todavía polémico en Holanda, es el de información y monitoreo de drogas. Cualquier consumidor de drogas ilegales puede llevar, por ejemplo, una pastilla de éxtasis a un organismo de control, para que la analicen y le digan si es verdaderamente éxtasis y en qué concentración. Esto no sólo sirve para advertir a los usuarios sino que permite detectar qué sustancias que en el mercado. Si detectamos un tóxico o una concentración demasiado elevada, podemos iniciar a tiempo campañas de advertencia. Hace dos años había pastillas de PMA, de potencia mucho mayor que el éxtasis corriente: en Bélgica y en Alemania hubo muertos por esta causa; en Holanda, no.
–¿A qué otras sustancias se ha aplicado este monitoreo?
–A la cocaína: hace unos seis meses encontramos cocaína mezclada con atropina, sustancia que puede tener serios efectos dañinos. Como no pudimos establecer qué origen tenía hicimos una campaña de alcance nacional. No más que un par de casos tuvieron que ser hospitalizados.
–Con la cocaína, ¿qué otros aspectos incluye la reducción de daños?
–A quienes hacen un uso recreativo de la cocaína se les da información sobre los riesgos y la manera de reducirlos: por ejemplo, evitando consumirla al mismo tiempo que el alcohol. También se procura concientizarlos en cuanto al consumo compulsivo de esta droga. Quiero destacar que en la base de todos nuestros mensajes está que lo mejor es no consumir drogas; respecto de quienes ya son consumidores, se plantean mensajes focalizados para cada grupo.
–Vayamos ahora a la cuestión de la cannabis.
–Lo estaba esperando –sonrió De Kort.
–¿Cuál es el balance de la experiencia de los coffee shops?
–Quiero enfatizar que la cannabis sigue siendo una droga ilegal en Holanda. Es cierto que toleramos la venta de pequeñas cantidades de cannabis en los llamados coffee shops. El principal argumento es producir una escisión del mercado entre la cannabis y las drogas duras. Es preferible que los usuarios de cannabis no entren en contacto con los de drogas duras, las cuales suelen ligarse con aspectos de criminalidad. La más importante lección es que, efectivamente, nuestra política logró separar esos dos mercados, y, si comparamos cifras, el uso de cannabis no aumentó en Holanda con relación a otros países.
–¿Cuál es la situación legal del consumidor de cannabis?
–El consumo de cannabis no está prohibido; sí lo está la posesión pero hasta 30 gramos, se trata de una infracción.
–Según datos oficiales, los efectos dañinos por consumo de cannabis son muy inferiores a los del alcohol, ¿por qué no admitir su legalización?
–La primera razón es que estamos en contra del consumo de marihuana: no es una sustancia inocua, es adictiva, es mala para los pulmones y, si una persona tiene vulnerabilidad para desórdenes psicóticos, puede funcionar como disparador. Pensamos que, para enviar un mensaje claro de desaliento al consumo de cannabis, no se puede favorecer la legalización. Otra razón es que los tratados internacionales no lo permiten, y, en el marco de la Unión Europea, prácticamente no existen controles fronterizos con los países limítrofes, en nuestro caso Alemania o Bélgica: sería imposible legalizarla en un solo país.

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Marcel de Kort, coordinador en el Ministerio de Salud holandés.
 
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