SOCIEDAD › DIERON MARCHA ATRAS EN DEVOTO POR UNA HISTORIA NEGRA

Sin jefe en legítima defensa

Hugo Sbardella no asumió como jefe de Devoto por el reclamo del CELS y la Procuración. Dejó ciego a golpes a un preso, le bajaron la carátula a exceso en legítima defensa y la causa prescribió.

 Por Horacio Cecchi

Hugo Norberto Sbardella no tenía más que acomodarse la corbata y empezar a imaginarse caminando sobre la pinotea lustrada hasta sentarse en el sillón negro del director principal de la cárcel de Devoto, bah, su sillón. De hecho, ya tenía el ok de arriba y le habían asegurado que el gancho ya estaba puesto. Hasta que todo se nubló. El CELS, la Procuración Penitenciaria y diversas ONG que siguen de cerca las actuaciones penitenciarias pusieron el grito en el cielo: los antecedentes de Sbardella, el Carnicero para los presos que supieron de su paso, incluyen un juicio con detención incluida por moler a palazos a un preso de Devoto, en el ’98, hasta dejarlo ciego. “Lo del juicio no lo negamos, pero prescribió –argumentan desde el SPF–, y después tuvo una foja llena de premios.” Prescripción no es sinónimo de inocencia ni de sobreseimiento por falta de pruebas, sino de extinción de la causa en el tiempo. La posibilidad de extinción de la causa contra Sbardella llegó cuando el juez porteño Facundo Cubas bajó la calificación de lesiones gravísimas (con una pena que llega a 10 años) a exceso en legítima defensa.

Al Carnicero no le habían mentido desde arriba porque si para formalizar apenas faltaba el acto público de su asunción al despacho del sillón negro y pinotea, su nombre ya estaba impreso en la Guía Protocolar del Servicio Penitenciario Federal, como Director Principal del Complejo Penitenciario Federal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (ex U2) Prefecto D. Hugo Norberto Sbardella, en negritas y mayúsculas.

Entre el ’98 y el ’99, Sbardella era jefe de requisa en la misma cárcel donde ahora debería haber asumido si los organismos de DD.HH. no levantaban la perdiz. El 31 de mayo del ’98, el pelotón de requisa de Devoto, con su jefe a la cabeza, entró a uno de los pabellones. Según los testimonios de ese momento, Gabriel Darío M., por entonces de 22 años, desconocedor de las reglas cotidianas como todo preso primario, se puso de pie junto a su catre pero de frente al pelotón, en lugar de colocarse contra la pared y de espaldas al pasillo. Los del pelotón lo apalearon lindo con sus bastones. Los testimonios de los presos pudieron individualizar al Carnicero y a otro penitenciario luego retirado del servicio. Gabriel M. quedó ciego por los golpes. La causa recayó en el juez de instrucción porteño Facundo Cubas que, después de un tiempo, la archivó por falta de pruebas.

Gabriel M. quedó arrumbado en el hospital de Devoto, sin vista, mientras su causa, la 28.634/98, comenzaba a recorrer el recto camino hacia el olvido. La Procuración Penitenciaria logró desarchivar el expediente después de una farragosa tarea. La movida ameritó que el fiscal acusara a Sbardella por lesiones gravísimas, lo que a Sbardella le dejaba pendiente una condena de diez años. Rescatado por la Procuración, Gabriel M. pudo ser intervenido quirúrgicamente en el hospital Santojanni, donde recuperó la vista del lado izquierdo. En tanto, la causa contra Sbardella ameritaba su detención. En ese momento, el SPF lo había retirado preventivamente de escena y lo había instalado en un despacho poco visible pero clave para la formación del semillero: como segundo jefe de la Academia de Penitenciaria. Allí le llegó la orden de detención y allí quedó detenido mientras se mantuvo la calificación del delito.

Pero el SPF presentó un escrito redescribiendo los hechos, en los que de carnicero pasaba a ser jamón del medio, lo que llevó a Cubas a bajar la calificación a exceso en la legítima defensa, sin aclarar si exceso era el pelotón que acompañaba a Sbardella, si los palazos que le dio al preso eran demasiados o si se debía haber figurado que el otro estaba desnudo y desarmado. Lo cierto es que la nueva carátula liberó a Sbardella.

El prefecto dejó de sembrar en el semillero y pasó a sembrar presos en la U7 del Chaco, como subdirector. En 2002 lo enviaron como jefe de la U15 de Río Gallegos. Pasó luego por las direcciones de Trabajo y Producción y de Seguridad y Traslados. Hace unos días, su nombre fue subrayado para dirigir Devoto, luego de los cambios en la cúpula del SPF. “Lo del juicio no se niega, lo sabíamos, pero estaba procesado por exceso en legítima defensa y después la causa quedó prescripta”, confió a este diario una fuente del Ministerio de Justicia. El argumento para seleccionarlo para el despacho del sillón negro es que “no hay muchos cuadros y tenía el perfil para dirigir un penal complicado”. En pocas palabras, sabría defenderse en exceso.

La fuente destacó que la queja de los organismos de DD.HH. “fue escuchada porque estamos en ese proceso de apertura”. Lo curioso del caso es que el mismo director del SPF, Alejandro Marambio Avaría, que puso el gancho para elegir a Sbardella, participó de la movida para procesarlo por lesiones gravísimas en el 2002, cuando todavía pertenecía a las filas de la Procuración.

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En Devoto, en el ’98, Sbardella era jefe de requisa y dejó ciego a golpes de palo a un preso primario.
Imagen: Adrián Perez
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