SOCIEDAD

Sospechas de un familiar entregador en el crimen del criador de caballos

Los asaltantes entraron a su casa el sábado, buscando una suma precisa de dinero.

Un entregador en la familia. Hacia esa hipótesis apuntan las sospechas de los investigadores del crimen del criador de caballos de polo Alcides Campusano, asesinado por tres supuestos asaltantes el sábado pasado en su casa de Navarro, en el interior de la provincia de Buenos Aires. Los muchos baches de la versión oficial de los hechos potencian esa hipótesis.

En ese sentido se direccionaron ayer los primeros interrogatorios a vecinos del barrio y gente conectada con la víctima. Es que la historia oficial, que es la que relató en su denuncia la mujer de Campusano, Mirta Keale, tiene algunos agujeros que en Navarro ya se comentan. Según esa versión, todo ocurrió cuando en la madrugada del sábado tres ladrones entraron a la propiedad de la familia, maniataron al empresario y, tras pedirle de manera infructuosa 40 mil pesos, lo amordazaron y le cortaron el cuello.

No obstante, los peritos no encontraron en la casa ninguna entrada violentada, por lo que se cree que alguien les abrió las puertas o bien tenían llave de la casa. Por otra parte, nadie en el barrio vio entrar o salir vehículos de la casa de los Campusano durante las horas en las que todo ocurrió. Sólo uno de los vecinos consultados sostuvo que durante esa noche escuchó el ruido de la rotura en un vidrio, pero tras salir a la calle y no observar nada extraño, volvió a dormir. “Los investigadores no descartaron la posible existencia de un entregador en el hecho entre familiares, amigos o conocidos de Campusano”, confirmaron fuentes policiales.

Luego de las primeras horas, el fiscal de Mercedes que interviene en el caso, Héctor Zunino, ordenó dejar fuera de las tareas investigativas a la policía de Navarro y derivarlas en la DDI de Mercedes. ¿La razón? Keale tiene una relación de íntima amistad con el comisario de Navarro, a tal punto que –tras el incidente– fue al primero que llamó, y lo hizo directamente a su teléfono celular.

Otro de los puntos que generan dudas tiene que ver con el supuesto pedido, muy preciso, de los asaltantes. 40 mil pesos, casualmente la suma por la que el empresario había vendido dos de sus caballos. El problema fue que Campusano todavía no había recibido el pago de esa transacción, y por lo tanto no tenía la suma en su poder. Resulta sospechoso que los supuestos delincuentes tuvieran una información tan precisa en cuanto a la cantidad de dinero que debían reclamar.

Según los primeros informes policiales, los ladrones revolvieron toda la casa en búsqueda de la plata y, al no tener éxito, golpearon a la víctima con un taco de polo y le cortaron el cuello tras introducirle una toalla en la boca para que no se escucharan los gritos. Sin embargo, más tarde los forenses determinarían que murió por asfixia por sofocación.

También existe una contradicción sobre la ubicación de la mujer de la víctima al momento del asesinato: según su denuncia, antes de matar a su esposo, los delincuentes la obligaron a que lo atara a una silla. Luego, la encerraron en otra habitación y la sujetaron también a ella al mobiliario de ese lugar. No obstante, fue ella misma quien –minutos después–, encontró a Campusano muerto y llamó al comisario de Navarro a su celular.

Lo cierto es que aún no hay pistas sobre el paradero de los asaltantes, de los que tampoco se sabe si cometieron el supuesto atraco en un vehículo o a pie. Poco fue lo que aportó Keale al respecto: aseguró que los delincuentes actuaron encapuchados, con vestimenta oscura y guantes de látex. No obstante este último dato, los peritos forenses ya analizan restos de cabellos y fibras encontradas bajo las uñas de la víctima. Esos elementos podrían ser producto de un forcejeo.

El crimen se produjo el sábado pasado a la madrugada, cuando Campusano se hallaba durmiendo en su casa de las calles 30, entre 13 y 15, en la zona céntrica de Navarro, donde residía junto a Keale, de 30 años, y sus dos hijas gemelas de 4. Los delincuentes irrumpieron en la casa a las 3.40, mientras toda la familia dormía, algo que las dos chiquitas continuaron haciendo durante todo el desarrollo del robo y posterior asesinato.

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