SOCIEDAD

Los hijos de Internet

 Por Mariano Blejman

Más escuela, más Internet. Los jóvenes que asisten a establecimientos educativos usan más Internet que teléfono celular. Según el informe del Indec, 87 de cada 100 personas que asisten a un establecimiento educativo en el país usan una computadora, y 83 de cada 100 usan Internet. Mientras que apenas 67 de cada 100 usan telefonía móvil. En la misma franja etaria, aquellos que asistieron pero ya no asisten a un establecimiento educativo usan celular en un 76,4 por ciento y menos de la mitad usó alguna computadora (48,6 por ciento). O sea, los que van a la escuela usan más las computadoras que aquellos que no van a la escuela. Y, sin lugar a dudas, los planes de conexión universal encabezados por diferentes gobiernos, principalmente por el nacional, a lo largo del país han cambiado la relación con el saber.

Asistimos a la primera generación nativa de Internet: los hijos de la red, los educados por Internet. Aquellos personajes cuya relación iniciática con la conexión con el mundo pasa a través de computadoras, pantallas planas, dispositivos móviles, netbooks y ultrabooks. Inicialmente, esta generación prácticamente no distingue entre conexión a Internet e ingreso a la computadora, apenas saben que Google no es igual que la red y cuyos estándares de privacidad son enormemente inferiores a los de la generación previa, la de las computadoras de escritorio, la de la televisión, la de las cartas por correo. ¿Se imaginan el escándalo que haría uno si recibiera en el mismo sobre de una carta, folletos con promociones? El contraste entre joven que va a la escuela y joven que no va a la escuela es impactante, y de alguna manera sostiene el acortamiento de la brecha digital en el espectro nacional.

Pero eso sugiere nuevos desafíos a la intersección entre sociedad, sistema educativo y plataformas digitales que todavía no han sido del todo percatados. Mientras que la “sociedad” mayor a diez años usa las computadoras principalmente para actividades de ocio (80 por ciento), seguido de actividades laborales y actividades educativas, la población entre 15 y 29 años supera el consumo de la media nacional. El sistema educativo nacional ha venido preparándose para esto desde bastante antes de lanzar el programa de Conectar Igualdad, pero las generación nativa de Internet pareciera ir más rápido. Los “recién” aprendidos internalizan conceptos con una celeridad más leve y se enfrentan a desafíos inéditos para la educación de hace apenas tres años contra la generación web: la relación entre maestros y alumnos no termina en el aula, las clases pueden ser interrumpidas virtualmente por consultas y los maestros se enfrentan a una exposición en su metodología educativa que haría temblar al mismísimo Paulo Freire.

Pero hay otro aspecto todavía no del todo analizado al menos en los medios públicos y es la plataforma sobre las cuales se desarrollan los sistemas educativos. De algún modo, eso se está tercerizando. Para decirlo simplemente, cuáles serán los “Facebook” sobre los cuales estos nativos de Internet depositan sus datos en el sistema educativo desde que empiezan a conectarse al mundo virtual es la nueva intriga. El sistema educativo en su totalidad debería reparar sobre quién controla las plataformas sobre las cuales edificamos el futuro de las generaciones híperconectadas: Edmodo, por ejemplo, es la que suele recomendar el gobierno de Mauricio Macri en la educación porteña. Se parece mucho a Facebook, fue creada por fondos de inversión de riesgo del Silicon Valley y maneja información privada de 15 millones de estudiantes y profesores de todo el mundo. Es más fácil analizar lo que ocurre en toda la educación porteña desde un cuartel central de San Francisco que desde el Ministerio de Educación porteño. En general, el gobierno nacional pareciera haber apostado por plataformas más diversas y libres, que no transfieren conocimiento gratuitamente a corporaciones transnacionales. La pelea por la reducción de la brecha digital debería incluir los estándares abiertos también en las plataformas. Tal vez una sutileza, en tiempos de revolución digital.

@blejman

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