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La base en la Antártida

La sanata canónica sobre cómo Adolf Hitler dejó Alemania en 1945 y llegó a la Patagonia para terminar sus días tranquilo al pie de los Andes ya es un clásico. Submarinos parten de la base de Kiel o de la costa de Noruega, llegan a Península Valdez y desembarcan lingotes y jerarcas, junto a un contingente de SS que sirvan de asistentes y custodios. En algunas versiones, la comitiva cruza la Patagonia a caballo en apenas doce horas, en otras lo hace en coche a velocidades que muestran la ignorancia geográfica del “investigador”. Pero en todas se llega a Bariloche, se vive en una estancia, se cambia de lugar regularmente cuando comienza la industria de los avistamientos de Hitler en Argentina.

La versión “premium” de este mito es la que localiza al Führer en la Antártida, inmortal y aliado a invasores extraterrestres, todavía conspirando para conquistar el mundo. Este cuento arranca con la versión de que el almirante Canaris, jefe del servicio de inteligencia militar del Reich, envió con antelación una flota de submarinos y una división de tropas especiales a la Antártida Argentina. Equipados con maquinarias pesadas, los nazis construyeron una base bajo el hielo, incluyendo un puerto para sus submarinos. Perdida la guerra, Hitler se refugió ahí.

Como todo el mundo sabe, en la Antártida también hay bases secretas de los extraterrestres, con lo que los nazis se encontraron vecinos de un grupo de rebeldes de la constelación de Las Pléyades. Quizá porque estos alien se hacen llamar “ariani”, a los nazis les cayeron simpáticos, sobre todo cuando ofrecieron alterarlos genéticamente para hacerlos inmortales. En esta versión de ciencia ficción, Hitler pasa sus días falsificando dólares y pintando acuarelas de los paisajes helados.

El cuento es tan atractivo que tiene sus versiones, por supuesto disponibles en Internet, sobre el expansionismo nazi de hoy. Los ariani quieren conquistar el mundo y le ofrecieron a Hitler el 25 por ciento si los ayuda, con lo que los alemanes construyeron un túnel bajo el mar con salida en las islas Georgias. Una molestia de esta locación es la pequeña estación británica de Gritvyken, con lo que los alemanes manipularon a la dictadura militar argentina para que invadiera las islas Malvinas. Según un “investigador de fenómenos paranormales” que firma simplemente como Branton, la guerra no fue por ese archipiélago sino por el de las Georgias.

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