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Domingo, 1 de noviembre de 2009

VALE DECIR

No tiren, nos pasamos

Antes, los pilotos comerciales eran semidioses. La película Atrápame si puedes, de Steven Spielberg, muestra cómo Frank Abagnale, con sólo un traje de piloto de avión, se las arreglaba para conseguir que le cambiaran cheques falsos y que lo dejaran viajar de colado a cualquier lugar del mundo.

Pasa lo de siempre: todos somos semidioses cuando sobra la plata. Pero esto es el siglo XXI y la consigna es una sola: reducir gastos.

En enero pasado, un avión perdió dos de sus motores y el piloto se las arregló para aterrizar en el río Hudson, en Nueva York. Sully Sullenberger, el héroe de ese vuelo, contó en el programa televisivo The Daily Show que el manual de US Airways solía tener unos señaladores plásticos que decían “problema con los motores”, “incendio” y cosas así, a modo de índice. Esos señaladores desaparecieron porque eran muy caros. Parece que es más barato que los pilotos tengan que hojear miles y miles de páginas en medio del desastre.

Antes, los pilotos eran superhéroes. Ahora son salames, como todo el mundo. La compañía aérea Northwest fue adquirida por Delta Air Lines y entonces los empleados tienen que aprender todo de nuevo, incluso los pilotos.

Cuenta un artículo del New York Times que a los pilotos les gusta elegir sus viajes: eso les permite saber cuándo van a estar en casa, coordinar con su segundo trabajo o con sus tareas de voluntariado. Para ello es importantísimo saber manejar el sistema informático de reservas.

El de Northwest era mucho más intuitivo que el de Delta; los pilotos que vienen de Northwest tienen que aprender todo de nuevo. Es por eso que, mientras el primer oficial Richard I. Cole le explicaba al capitán Timothy B. Cheney el nuevo sistema durante un vuelo a Minneapolis, a los dos se les pasó bajar de altitud para aterrizar cuando se acercaban a su destino.

Ninguno de los dos pilotos se dio cuenta de la posición del avión en el mapa. Más tarde reconocieron que escucharon voces en la radio, pero que las ignoraron. Los controladores de vuelo de toda la región los llamaban, desesperados, para preguntarles qué estaba pasando, y como no obtenían respuesta se imaginaron que los habían secuestrado.

La Guardia Nacional movilizó cuatro aviones de combate y el vuelo posiblemente hubiera terminado hecho cenizas. Los salvó un asistente de a bordo que llamó a los pilotos para preguntarles a qué hora iban a aterrizar.

“Uh, negro, nos pasamos” o algo equivalente habrán dicho los pilotos, que rápidamente dieron la vuelta y se dirigieron a Minneapolis, donde aterrizaron sin problemas.

Antes, los pilotos eran semidioses. La semana pasada, Delta Air Lines dio a entender que esta pequeña distracción, producto de obligarlos a aprender mil reglas nuevas, bien puede haberles costado el puesto.

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