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Domingo, 7 de diciembre de 2014

EL CONJURO

ARTE Durante todo un año, después de encontrar las telas que quería en una tienda de Tokio, Jazmín Berakha estuvo bordando las complejas e hipnóticas piezas de su nueva muestra, Encantamiento, donde usó hilos de doce colores. Y no es casual que lleve ese título: el absorbente arte de bordar, tradicionalmente asociado con lo “femenino”, tiene su carga ritual y mágica, desde Penélope hasta Günta Stölzl: casi una metáfora del paso inexorable del tiempo.

 Por Santiago Rial Ungaro

Primero fue la tela: luego, claro, los hilos. Hace un año Jazmín Berakha estaba en Tokio, en un “súper edificio en el que había millones de telas”. A Berakha le gusta viajar y en cada ciudad siempre busca lo mismo: el “Once” de cada ciudad, lugares donde encontrar hilos y telas para realizar sus obras, bordados que tienen algo de sortilegio, de conjuro mágico: “Había todo tipo de telas y todo estaba bueno, pero nada me llamaba demasiado la atención hasta que me encontré con estas telas en dégradé . Ahí sentí instantáneamente lo mismo que cuando empecé a bordar: fue como encontrarte con algo que te genera una certeza o un deseo, como cuando sentís un amor a primera vista. A partir de esos fondos se fue armando esta muestra. El dégradé tiene algo hipnótico: esa idea de que se vaya pasando muy sutilmente de un color a otro fue una inspiración”. Sólo restaba empezar a bordar. Y bordar, y seguir bordando miles de horas durante todo un año hasta darles forma a estos fascinantes “ladrillos de información” multicolores que, desde diferentes formatos, conforman este Encantamiento: una muestra hecha con elementos simples (apenas se trata de hilos y telas, a las que se les suman en las esculturas los soportes, de vidrio, madera y vidrio negro espejado), pero trabajados con una híper complejidad y una sensibilidad hechizante, tan hipnótica y envolvente como el mismo acto de bordar. Actividad tradicionalmente vinculada con lo femenino, el acto de bordar siempre contiene una carga ritual, mágica. A Jazmín Berakha (que le dicen Jaz, y vive justamente con Ulises Conti, compositor y músico al que supo hacer pasar, con la sutileza del dégradé, del nomadismo global al sedentarismo familiar) el destino de bordar se le apareció hace unos años en un sueño: “Sí, es cierto: lo único que recuerdo de ese sueño es que estaba bordando. Nunca había bordado, pero justo esa misma mañana recibí este mail que hablaba de unas clases de bordado que daba Guillermina Baiguere y me decidí a arrancar sin darle demasiada trascendencia, como cualquier otra actividad extracurricular”. Jaz cuenta que más allá del enamoramiento instantáneo con el material una de las cosas que más la fascinó es la entrega que requiere trabajar con el bordado, una técnica muy poco inmediata que requiere de muchísimas horas diarias para poder generar una sola forma. Claro que, con el tiempo, el poder de bordar resulta fatalmente envolvente: “Me gusta la idea de envolver al espectador. El bordado tiene algo tan táctil que es casi como una sutileza de lo táctil. Y me daban ganas de llevar esa cualidad táctil a un volumen, que saliera de una pared y poder llevarlo a otra dimensión”. Jaz cuenta que en esta exposición hay un juego entre “la mucha información y la poca información: poder vincular algo con tanta información visual como un bordado y poder conjugar eso con materiales mucho más concretos, como el vidrio, espejos de vidrio negro y la madera y jugar con esos contrastes. Eso es algo nuevo en mi trabajo que me interesa porque también es una forma de poder llevarlo a lo tridimensional”, dice y menciona a su ayudante, Lola Armano: “Una amiga mía que me ayuda a bordar. Hace ya un par de años que trabajamos juntas y entiende todas las decisiones que hay que tomar”.

Si los dueños de Miau Miau, la coqueta y moderna galería donde se exponen estas obras, han dicho más de una vez que se consideran herederos de algún modo de un proyecto como Belleza y Felicidad, lo cierto es que estar ante estas obras (cuya lectura no es fácil ni inmediata en un primer acercamiento por su complejidad) es toda una experiencia. A la vez geométricas y orgánicas, a estas piezas no les hace justicia ninguna reproducción, ni fotográfica ni digital: “Tenés que meterte, tenés que quedarte en la sala y de algún modo ahí está la idea del encantamiento. Para mí esta muestra es fundamental poder verla en vivo, por el tipo de obra que es”. Verlas, sí, percibirlas, claro. Pero también tocarlas: la suavidad expansiva de estas texturas incita a las manos a percibir estas sugestivas superficies de placer, las texturas de los diferentes hilos. “Agarralas”, invita Jaz y la mano percibe la suavidad de estos enjambres de hilos multicolores, finos, sedosos y envolventes. “Creo que lo que atrae es ese volumen mínimo, esa cosa de que es algo material pero que sobresale muy poquito, algo que apenas tiene relieve. Creo que el encantamiento tiene que ver justamente con el hipnotismo y con la dificultad de lectura, por el hecho de estar atrapado, hechizado.” Con sus colores claros en los que predominan los pasteles, esta serie de piezas generan un estado de embelesamiento directamente proporcional al tiempo de atención que se les dedique: cuando Jazmín Berakha habla sobre “el efecto que produce un patrón al no poder ser leído en una primera lectura” en seguida queda claro que el enigma que generan estas obras tiene mucho que ver con el hipnotismo que genera una belleza que no es efectista, ni tampoco puramente visual, sino fruto de esa magia lenta que, desde Penélope a Günta Stölzl, ha logrado seducir incluso a los corazones más salvajes. Antes de convertirse en bordadora, Jaz estudió diseño de indumentaria, historia del arte y diseño gráfico, y trabajó también como diseñadora, textil y gráfica. Pero aunque está claro que en esta serie hay también una investigación relacionada con el concepto de pattern, o motivo estampado que relacionan al mundo de la abstracción en el arte con la historia de lo decorativo (hay motivos que parecen provenir del Art Déco) esta constelación de imágenes tiene sus propios secretos: “Para mí trabajar con lo textil (aunque en realidad lo mío es todo bordado) tiene la fuerza y el poder de lo milenario: el tejido en sí siempre está relacionado con las primeras expresiones de la cultura de la humanidad; me interesa poder unir eso desde una obra de arte contemporánea. Pero para mí trabajar con estos materiales me genera una conexión total con una magia que siempre está presente. También creo que hay muchas referencias a la historia de los motivos estampados, a muchos períodos, aunque me parece que son fuertes las referencias del Art Déco, con su geometría. Pero en este caso (señala una tercera serie de obras inspiradas por la misma idea del dégradé) las referencias fueron retrocediendo en el tiempo hasta llegar a un primitivismo de los motivos. Estas obras las podés asociar con un arte más rupestre, o con expresiones muy primitivas del hombre. Para mis parámetros esta serie, que sólo tiene hilos de 12 colores, es restringida porque en casa tengo 500 bobinas con hilos de distintos colores. Pero de todos modos hay una paleta cromática bastante amplia, incluso en los fondos, porque el dégradé justamente te da la posibilidad de trabajar con varios colores simultáneamente, y que todos se vayan uniendo, entrelazando; así se conectan unas obras con otras. Así vas pasando de un color a otro de una manera sutil: imperceptible”.

Encantamiento se puede visitar hasta el 19 de diciembre de 13 a 19 en Miau Miau, Bulnes 2705.

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