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Domingo, 21 de octubre de 2012

MúSICA > ESTEBAN INSINGER Y SU PROYECTO DE COMPONER, GRABAR Y DIFUNDIR UNA PIEZA MUSICAL POR DíA

Mi dulce condena

Hace dos años y medio, un músico de formación clásica se propuso responder con música al spam que recibía. Desde entonces, compone, graba y sube a Internet una pieza musical por día. Sin descanso, sin feriados, sin vacaciones, sin excusas. La semana que viene, diez de esas composiciones se podrán escuchar en la Biblioteca Nacional. Nueve pianistas eligieron una cada uno de entre casi mil. Esteban Insinger sólo interpretará la que componga ese día. Acá, explica por qué su proyecto, lejos de ser una cárcel, es un refugio.

 Por Micaela ortelli

Casi todas las palabras que Esteban Insinger usa para referirse a su diario musical tienen que ver con lugares. “Mi propio laberinto”, dice; “un resguardo creativo”; y hasta “una pequeña cárcel”. Desde el 4 de abril de 2009, todos los días, domingos y feriados, enfermo o de vacaciones, Esteban compone, donde esté, una pieza para piano de un promedio de 3 minutos: la graba, masteriza, sube a Bandcamp y publica en Facebook y Twitter. El proceso recién concluye cuando la obra aparece en las redes sociales. Entonces Esteban se va a dormir o arranca bien el día: “No tengo horario; si lo hago a la mañana, me libero. Ultimamente lo estoy haciendo de noche. A veces me duermo y me levanto a la madrugada a componer”.

Esteban tiene 38 años. A los 12 le regalaron un órgano Casio, y al poco tiempo decidió que sería músico. Los antecedentes artísticos en la familia aparecieron después: se habla de tangueros, de violines y contrabajos que se regalaron, de alguna partitura de Pugliese perdida por ahí. Lo cierto es que en su casa no se escuchaba música; que al principio, Esteban intentaba reproducir en el órgano lo que escuchaba en la radio; y que cuando empezó a investigar, “ya era Bach, Mozart, los clásicos”. Tenía 18 años y le habían comprado el primer piano.

No tuviste el antes y el después del rock.

–Es que nunca tuve rock. Yo descubro a los Beatles después de Bach. Cuando en la escuela escuchaban rock, yo estudiaba sonatas de Beethoven.

¿Y con quién compartías tu gusto por la música?

–Con nadie. Tenía el piano en la habitación, los libros, una especie de mundo privado que sigo manteniendo.

Esteban, compositor freelance y profesor en un conservatorio, vive en un PH en Palermo con su mujer y su hija. Hoy su mundo privado es una habitación de paredes blancas a la que se llega por una escalera caracol muy angosta. El piano y los libros siguen ahí.

La idea del diario musical surgió en 2004, y uno de los motores fue el spam: responder con música a la inundación de mail basura. Pero hasta expandidas las redes sociales, Esteban no encontró una forma cómoda de distribución. Hoy el diario musical alcanza oyentes de distintas partes del mundo. Están los que lo siguen por rutinario placer y los que piden permiso para usar las piezas: “No tengo un purismo con las obras, para mí es como materia prima”. Por eso no tienen nombre, sólo fecha: “Hay una despersonalización en eso, como si no las hiciera yo”.

¿Te creen que componés todos los días?

–No tendría sentido que fuera un archivo porque siempre me planteé el proyecto como rutina productiva, como ejercicio de oficio.

Esteban estudió piano con profesores particulares y en conservatorios. Es licenciado en composición con medios electroacústicos y, dentro de ese circuito, ganó concursos en Europa. Pero los laureles académicos no le resultan gran cosa: “Si no hay un público, si la música no está viva, ¿para qué sirve?”.

Uno de los principales objetivos del diario es expandir la música clásica hacia el público no especializado. Así, mediante una producción abundante, enmarcada en un contexto, circulando por nuevos canales, “este proyecto trata de atacar por muchos lados el tema de la construcción de un público”.

¿Cómo trabajás?

–Cuando empecé traté de olvidarme de todo lo que sabía, de la escala de valores de lo que está bien y lo que está mal. Ahora suelo partir de una idea muy estructurada: cómo combinar una textura continua en sobreagudo con música de una canción francesa, por ejemplo. O parto de una idea contrapuntística más básica. Son técnicas, no es inspiración.

Esteban y su amigo Andrés Claiman están inventando una máquina que reformule las composiciones del diario musical en piezas electrónicas: “Como una especie de réplica robótica de lo que genero”, dice Esteban, que en el ’93 ya experimentaba con sonidos hechos en computadora.

Te llevaste bien con la tecnología de una.

–Sí. Paralelamente a esa formación clasicona, siempre busqué incorporar otras herramientas para que mis ideas pudieran ejecutarse rápido. Y en ese proceso se abren mundos: la computadora es una especie de mundo infinito, es genial.

¿Cuándo quisiste empezar a tener un registro de tu trabajo?

–No sé si hubo un momento particular, pero sí que fue post Beatles que entendí la grabación como un instrumento más. Que no es sólo el piano, es el equipo, la cinta.

También en 2009, Esteban y Fabián Kesler crearon Laptork, una orquesta de computadoras integrada por 2 directores y 8 músicos. Laptork es música electrónica sin beat, con texturas: “Es un producto raro, pero una experiencia sonora única”.

¿Te dedicarías sólo a la música electrónica?

–Hay algo en relación con la velocidad de la idea que a mí el instrumento me sigue dando y la computadora todavía no. Pero tampoco idealizo el universo clásico porque de alguna manera puse el pie en otra época, no me encerré en un entorno.

El 25 de octubre, en la Biblioteca Nacional, se podrá escuchar en vivo por primera vez una selección de diez piezas del diario musical de Esteban Insinger, que sólo interpretará la que componga ese día. Las otras 9 estarán a cargo de los pianistas Adriana de los Santos, Ulises Conti y Daniel Miraglia, entre otros. La grabación del concierto se convertirá en el primer registro físico del diario musical: “Venimos organizando el concierto hace 6 meses, para darles tiempo a los pianistas de elegir la canción y practicarla”, dice Esteban, que tuvo que apurar a algunos: “Pará que recién voy por el 2010”, contestaban.

¿Te imaginás el fin del diario?

–Yo creo que no lo voy a cortar, de alguna manera estoy preso en esto.

Y sólo vos tenés la llave para salir.

–Y tampoco quiero salir. Porque es algo que construyo para mí, un archivo que se transforma en obra. El diario es como un vallado, te protege, vos no tenés que hacer nada más.


La selección de diez piezas del diario musical de Esteban Insinger podrá escucharse el jueves 25 de octubre, a las 19, en el Auditorio Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional (Agüero 2502). La entrada es libre y gratuita.

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