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Domingo, 20 de julio de 2014

MAMÁ SABÍA

MUSICA Cinco años después del despido de su madre por dedicarse a promocionar las virtudes de su hijo durante el tiempo laboral, Sam Smith se ha convertido en la gran estrella que sólo su progenitora por entonces sabía ver. La edición de su álbum debut In the Lonely Hour, éxito de ventas en ambos lados del Atlántico, ha convertido al joven cantante británico en una de las merecidas revelaciones del año.

 Por Sergio Marchi

La noticia llamó la atención por lo curiosa, pero no se trataba de otra cosa que no fuera una epidemia conocida y considerada como normal desde que el psicoanálisis llamó la atención sobre la tendencia: una madre sobreprotectora. Kate Cassidy, una financista de Londres que ganaba más de medio millón de libras en 2009, fue despedida por la firma Tullet Prebon, y ahora la mujer les hacía juicio por un millón y medio. Hubiese sido una decisión corporativa más de no mediar la causa del despido: utilizaba tiempo y recursos de la compañía en cumplir el sueño de su hijo y transformarlo en una estrella musical. La mujer perdió la instancia judicial, los periodistas investigaron un poco y llegaron al sitio de un tal Sam Smith, un chico de dieciséis años que buscaba a través de textos obvios que se le prestase atención a su talento. ¿Lo tenía? El tiempo demostró que sí.

Cinco años después, Sam Smith es una de las revelaciones musicales de 2014 y por derecho propio. Su álbum debut In the Lonely Hour, un agridulce tratado sobre el amor no correspondido, hechizó a la audiencia inglesa, y está comenzando a sacudir los rankings estadounidenses gracias a “Stay with Me”, una canción que llegó –hasta el momento de escribir esto– al quinto puesto de las más vendidas y escuchadas, con su apelación al gospel que hace que Beyoncé se vuelva blanca de envidia. El año anterior, Sam Smith había alcanzado el éxito como polizonte de una canción infectocontagiosa titulada “La la la”, que pertenecía a Naughty Boy, seudónimo del descendiente de paquistaníes Shahid Khan, renombrado DJ y productor que estuvo detrás de varios éxitos relacionados con la cantante Emeli Sandé, hija de un zambiano y una inglesa, y con un grado en neurociencia.

“La la la” era una canción especial: no llegó a la primera posición por nada, ni tampoco fue la más rápidamente vendida de 2013 por milagro divino. Cantada por Sam Smith, su gancho reside en un sampleo de un chico entonando una tonta pero pegadiza melodía. El video, una suerte de Mago de Oz andino, rodado en Bolivia, hizo el resto: cuenta la historia de un niño sordo que, harto de los maltratos de su tutor, se echa a la calle con un perro y descubre que su sordera es, en verdad, su fortaleza. Así ayuda al dueño de un gimnasio que es maltratado de igual manera –con gritos– por su mujer y que ha perdido todo sentimiento. Se lo lleva con él y en el camino le compra un corazón. Luego se encuentran con un hombre desfigurado dirigiendo el tránsito, que cubre su rostro con una bolsa, y todos juntos atraviesan un desierto. Terminan en una caverna donde dejan al niño solo para que, amparado en su sordera, enfrente a un demonio con final incierto. Pero la incertidumbre del niño se transformó en un éxito seguro para Naughty Boy y ayudó a que Sam Smith pudiera concretar su tan postergado anhelo.

Tras el despido de su madre, las cosas se tornaron turbias en el hogar de los Smith. Los padres de Sam se separaron, y él decidió despegarse de las polleras –y la billetera– de su madre, y abandonó las cercanías de Cambridge para buscar su destino en Londres y un trabajo que le permitiera esperarlo. Así terminó limpiando letrinas en un bar de St. Paul. “Antes de cumplir dieciocho años, ya había tenido seis managers y un montón de promesas”, confesó Sam Smith tiempo más tarde. Pero ese es el precio que todo artista paga antes de alcanzar el grado de madurez necesario; su ímpetu lo llevó a editar dos simples independientes que no alcanzaron relevancia, y a aceptar la invitación a cantar “Latch”, que le hiciera el dúo electrónico Disclosure. Casi un Top 10, ese tema le entreabrió una puerta que el éxito de “La la la” derribaría por completo. La pregunta que faltaba responder era si Sam Smith estaba listo para caminar por su cuenta.

“Es curioso, la mayoría de la gente no me conoce, pero seguro que me escuchó cantar”, decía Sam Smith a comienzos de año. Ahora todo el mundo sabe que el joven de veintidós años, de ojos claros, es uno de los cantantes más exitosos del momento: In the Lonely Hour llegó al primer puesto entre los álbumes más vendidos de Gran Bretaña y mientras merodea las posiciones más altas de Estados Unidos, ronda los programas de televisión que presentan artistas en vivo y se foguea en vivo de un modo audaz. “Acabo de perder una apuesta con mi manager –dice Smith–; yo no quería presentarme en Bonnaroo, porque un festival donde hay decenas de miles de personas no es la mejor idea para comenzar a relacionarme con la audiencia estadounidense. Pensé que nadie me iba a prestar atención pero, por suerte, perdí la apuesta.”

Se trata de la habitual inseguridad del artista novato, porque tampoco creyó –ni su manager–, que su primer simple (el irónico “Money on My Mind”), iba a incrustarse en el primer puesto, ni que iba a tener otro segundo número uno británico en mayo con “Stay with Me”, que todavía puede llegar a la misma altura en Estados Unidos. Hay que recordar que tiene veintidós años, pero la experiencia de un veterano. “Canto desde siempre; cuando tenía ocho comencé con las clases a instancias de mi madre, que descubrió que me gustaba cantar cuando ponía los CD de Chaka Khan en el auto. Creo que no le parecía tan divertido cuando trataba de cocinar y yo hacía de cuenta de que la cocina era el estadio O2, y yo interpretaba las canciones de Norah Jones.”

In the Lonely Hour tiene posibilidades de más simples y mayor exposición (de hecho es considerado uno de los grandes discos de lo que va de 2014), pero para Sam Smith lo que viene es “vivir la vida al máximo y tratar de encontrar experiencias que me sirvan para escribir nuevas canciones”. ¿Qué tipo de canciones? “Yo trato de hacer canciones pop. Con un toque de R&B, pero pop. El tipo de canciones que cualquiera puede cantar, aunque sea desafinado desde la cuna o no hable inglés. Una buena canción es aquella que cualquier forma de vida puede cantar y sentir.”

Una declaración de la que cualquier madre se sentiría orgullosa.

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