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Domingo, 20 de julio de 2014

GANAR LA CALLE

ARTE Dieciséis colectivos artísticos de Latinoamérica se reúnen en Proa para desbordar ese ámbito y proponer, a partir de sus intervenciones en el espacio urbano, una muestra que es también consigna: Acción Urgente. Se trata de agrupaciones de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay que desde los años ’90 hasta el presente vienen desarrollando un abanico de performances y diversas estrategias de arte que a partir del humor, la extrañeza o el dramatismo interpelan en torno de cuestiones como la identidad sexual, la vida en los basurales o el derecho al aborto, una senda cargada de originalidad que se inscribe a la vez en la rica tradición continental que con el arte embiste despropósitos políticos y sociales.

 Por Leopoldo Estol

¿Será verdad que las antinomias se instalan en la cultura argentina más rápido que los piojos? No debería sorprender a nadie que las galerías y los museos sean especies de madrigueras, refugios donde guarecerse y beber un vino. Fruto de la amplitud de prácticas que el arte cobija bajo su enorme techo es que surgen las rencillas entre un foco más introspectivo, meditativo y personal como puede ser el pintar cuadros y una actitud más bochinchera, los colectivos de arte. Se baten a duelo el savoir-faire del romántico dandy que está siempre perfeccionando su propio estilo y la cuestión pendiente hacia la que toda obra tiende que es el hecho social, ser partícipes de una conciencia que vaya más allá de la propia individualidad y cuya órbita es la calle, lo público, ese afuera que lo define todo: sentir, reaccionar y brindarse a los demás siendo partícipes. Convencidos, nobles herederos del dadaísmo, del futurismo y muchos otros ismos de vanguardia miraremos al museo señalando ¡it’s dead! Pero no seamos chiquilines, si hay algo digno de elogios en lo que va de este año de exposiciones no sólo es que la Fundación Proa haya podido compartir la obra de un performer y militante tan genial como Joseph Beuys, poseedor de un entrañable lugar en la historia del arte, sino –también– que repone su ausencia con una investigación sobre la práctica de comprometidos colectivos de arte al Sur del Ecuador.

Prepárense desde el vamos a ver una muestra que no los seducirá con los cantos del hiperrealismo escultórico que trajo Ron Mueck, ni tampoco a flashear con puntitos de colores que se multiplican a través de espejos, leds, instalaciones blandas para salir empapados de selfies, porque tampoco Yayoi Kusama va a salvar al mundo con sus stickers de colores. Vamos a una muestra cuyo horizonte es esa línea en donde todos somos una infinitésima y singular partecita. El tema: intervenir el espacio público con estrategias de arte. A veces desde el humor, otras veces desde lo raro, quince colectivos artísticos confluyen en Proa dando un particular panorama de su diversidad. Las salas se cargan de fotos, de posters, de mapas que narran esperanzadoras peripecias. Una de las primeras propuestas de Acción Urgente es una mesa con periódicos, fotocopias y apuntes, un escenario tranquilo. Un espacio en donde tocar no está mal visto. Tomar, mover de lugar, leer, cuestionar, revolver y hasta quizá llevarse algo de ahí con nosotros. Se trata de una ¿interfaz? de Mujeres Públicas, un grupo de activistas que dinamitan la seguridad con la que muchos se embarcan en sus sexualidades determinadas por la costumbre (encima, ¡cómo les gusta a los argentinos patotear el deseo de los demás!). Las intervenciones callejeras de este grupo buscan cuestionar estereotipos, alimentados por primeros planos de tetas, culos, pectorales y altísimos picos de rating. En su lugar, luchan por abrazar el cuerpo del ser amado sin reprobación, por disfrutar la plenitud del amor sin dar explicaciones a nadie y claro está, no siempre lo logran. Las Mujeres Públicas provocan y en su juego ser lesbianas es estar haciendo una performance permanente que confiesan entre risas y tiene sus ventajas, como, por ejemplo, volverse más creativas explicándole a la abuela que el novio se llama Laura.

Y que no queden dudas de que el feminismo quiere tener más voz, porque “no hay nada más parecido a un machista de derecha que un machista de izquierda”, según nos cruza desde otra pared de la exhibición un colectivo de Bolivia que se pronuncia no sólo como un colectivo, sino como un movimiento. Ella son otras mujeres que eligen su género como bastión –Mujeres Creando– y parecieron ilusionarse con que Evo Morales pudiera llevar adelante un enroque cultural que modernizara no sólo la política, sino también la cultura y a las milenarias cholas. Pero cuestionan seriamente al gobierno boliviano, al que acusan de transar y no ir a fondo en pos de una despatriarcalización. Dan cuentan de una realidad regional que también marca sus huellas en el sistema de salud boliviano: de diez mujeres que entran en hospitales con principios de aborto, ocho se lo han procurado ellas mismas. Proponen la despenalización del aborto brindando asesoramiento y buscan instalar sus propios slogans con elocuentes graffiti que acompañan imágenes paganas.

¡Opavivará! y una de sus intervenciones en el tránsito callejero.

Una escena urbana repetida: un parque enrejado que tiene un portón de entrada y otro de salida. ¿Qué hay de las otras cientos de maneras en las que se puede cruzar un espacio público? ¡Opavivará!, grupo brasileño de encendidas e inquietas mentes, cuyos integrantes diseñaron extraños triciclos serpenteantes que trasladan ocho o diez personas interviniendo el tránsito de humeantes autos y aparecen ¡obvio! escaleras de pintor puestas sobre las rejas para salvar los atajos. También reparten ingeniosas estampitas a favor de los vendedores ambulantes multiplicando la idea de que trabajar en la vía pública es una manera nómada y legítima de ganarse el pan. Y ponen en circulación las consignas de las recientes luchas populares que caracterizaron buena parte de la previa del Mundial, llegando a la playa con toallones y pareos con textos que interpelan al tiempo-espacio más hedonista do mundo. Muestras, picnics, financiación pública y privada empujan estas acciones creativas hacia el vórtice donde lo individual se desmenuza en partículas de una multitud festiva que en cada crisis logra reinventarse no sin cierto regocijo.

El martes 8 de julio se produjo en el auditorio de la fundación ribereña el singular y potente encuentro de los colectivos artísticos en el que reseñaron sus biografías grupales. Erika Meza irrumpió la escena hablando con naturalidad en guaraní, como si en el Río de la Plata su lengua fuese todavía local, y no era fácil captar si saludaba o si sólo le tomaba el pelo a los presentes: su mensaje fluía, su hablar cargaba una rima implícita y vieja como el colibrí, a toda velocidad. En un video, mientras tanto, se veía a su compañero, Javier López, mientras sube a los buses de Asunción con una Biblia que por segundos camufla sus pensamientos con un poco de evangelio, arremete con “Mesías esto” y “Abraham aquello” para luego hacer hincapié en las libertades y derechos cívicos que, teme, sus coetáneos quizá han olvidado. Y enseguida deriva sin control así como el colectivo avanza, Javier sostiene el equilibrio para no caer ni detener su elocuente statement que es a la vez un divertido stand-up. Se trata de una dupla genial por la sencillez con la que viven sus días y la atención que prestan a cada pequeño acontecimiento. Erika y Javier narran con profundo pesar la destitución del ex presidente Fernando Lugo, aunque transformando la impotencia en combustible aprovecharán al arte como un canal para expresar que Latinoamérica sigue siendo ese territorio donde la identidad se debate junto a lo más básico, y ahí recuerdan a los campesinos del Chaco paraguayo que viven próximos a las colonias menonitas que necesitan máquinas desalinizadoras, porque no tienen agua potable.

“¿Cómo se cambia algo que es tan injusto desde que se nace?” Lalo Paret, invitado por el colectivo Iconoclasistas, se preguntaba eso frente a un auditorio expectante. Decía que fue ciruja y que muchas veces disfrazó esa ocupación usando otros motes, como “cartonero” o “reciclador urbano” con tal de parecer más simpático a los ojos de los demás. Su testimonio conmueve: “Hicimos una película para que los chicos hablen. Porque los chicos saben que huelen mal y muchas veces tienen problemas para vincularse con los demás. Más marginados no pueden estar”. Se refería a lo que se vive en José León Suárez, donde no hay gobierno o autoridad que pueda paliar la desazón de la industria de la basura. Toneladas y toneladas de bolsas que recorren kilómetros hasta encontrar su lugar en esa montaña eterna (verdura podrida, preservativos usados y algún pedazo de cobre), donde los pibes custodiados por la policía tienen 50 minutos para revisar los restos y encontrar algo que sirva. El circuito es asfixiante (por el olor, por el tiempo, por la ausencia de algo mejor) y quizá por eso, la cárcel esté tan cerca y las peleas con los pares sean tan frecuentes. “La salida es el arte”, sostiene Lalo, “el arte sirve para que el pibe se encuentre”. Y urge, convoca sin timidez a esa acción urgente que es el nombre de la muestra, título un poco anestesiado ante la etiqueta y las buenas costumbres de quienes espiamos el mundo a través de poéticas. “Necesitamos ayuda”, decía Lalo mientras miraba a Rodrigo Alonso y a Cecilia Rabossi, los curadores de la muestra, mientras ellos miraban a Adriana Rosenberg, directora de Proa, mientras todos en el auditorio nos aferrábamos y pensábamos cómo hacer para no desintegrarnos como humanidad. ¿Cómo evitaremos ser distraídos por la enorme lista de posibilidades que se abrirá frente a nosotros una vez que dejemos la muestra atrás?

Acción Urgente en la Fundación Proa, Pedro de Mendoza 1929. Se puede ver hasta el 24 de agosto.

Iconoclasistas. Infografía del trabajo en los basurales de José León Suárez.
Mujeres creando.

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Viva Laura Pérez. Intervención urbana en San Miguel de Tucumán, 2002.
 
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