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Domingo, 16 de mayo de 2004

El arte de tocar

POR DIEGO FISCHERMAN

Los discos en los que toca Charlie Haden son todos buenos. La razón es que, incluso aquellos álbumes que hubieran sido malos sin su presencia, fueron convertidos, por él, en buenos. Aun así, es posible establecer una cierta jerarquía, empezando por aquellos que son representativos de una época, de un estilo o de algún encuentro particularmente afortunado. En el verdadero comienzo de todas las cosas, en 1960, Haden grabó dos de los discos ejemplares de un grupo ejemplar: The Change of the Century junto a Don Cherry en trompeta de bolsillo, Ornette Coleman en saxo alto y Billy Higgins en batería, y This is our Music, con Ed Blackwell en lugar de Higgins (ambos en Atlantic). Con casi los mismos integrantes pero sin Coleman –aunque con otro ex integrante de sus grupos, el saxo tenor Dewey Redman–, Haden formó, muchos años después, Old and New Dreams. El primero de sus dos discos en ECM, llamado como el grupo, es extraordinario. También con dos encarnaciones, la Liberation Orchestra y su fantástica mezcla entre canciones revolucionarias y free jazz, puede escucharse en el disco de 1969 en el que toca el Gato Barbieri (Liberation Music Orchestra, Impulse) y en Ballad of the Fallen (ECM, 1982). Tres de sus mejores grabaciones lo encuentran junto al pianista Keith Jarrett. La primera de ellas es el genial Life Between the Exit Signs, en trío con el baterista Paul Motian, grabado por Atlantic en 1967 y recién reeditado localmente por Warner, en versión remasterizada (se consigue en Buenos Aires a $ 18). La segunda es The Survivors Suite (además, uno de los mejores discos de Jarrett), por el mismo grupo con el agregado de Redman en saxo –Jarrett también toca allí flauta dulce, bajo, saxo soprano y percusión– (ECM, 1977). Y la tercera cultiva una de las especialidades de Haden: los dúos. El nombre del disco es Closeness Duets (A&M, 1976) y, además del que lo une a Jarrett (verdaderamente deslumbrante), Haden toca junto a Ornette Coleman en saxo alto, a Alice Coltrane en arpa y a Paul Motian en percusión. Otros dúos imperdibles: con el pianista Hampton Hawes (As Long as There’s Music, Verve, 1976), con el intérprete de guitarra portuguesa Carlos Paredes (Dialogues, Polydor, 1990); con los pianistas Hank Jones (Steal Away, Verve, 1994 y Kenny Barron (Night and the City, Verve 1998), con el guitarrista Pat Metheny (Beyond the Missouri Sky, Verve, 1997) y el magnífico In Montreal, registrado con Egberto Gismonti en guitarra y piano, en 1989 (ECM, 2001). Por último, pero lejos del último lugar en importancia, Haunted Heart (Verve, 1991), el tercer disco del Quartet West (su homenaje al jazz de la Costa Oeste, con Alan Broadbent en piano, Ernie Watts en saxo tenor y Larance Marable en batería) es otro de los puntos altos de una carrera sin puntos bajos.

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