Domingo, 20 de diciembre de 2015 | Hoy
SANTA FE › BENITO GUGLIELMONE HABRíA COMANDADO EL GRUPO DE TAREAS QUE SECUESTRó A UN DOCENTE.
Guglielmone, un militar que se dedicaba a los negocios inmobiliarios ya fue sindicado en otros juicios como amigo de Galtieri. Ahora fue señalado en la megacausa por terrorismo de Estado que se sigue en Santa Fe, como un "operativo" responsable de una desaparición.
Por Juan Carlos Tizziani
Desde Santa Fe.
Benito Guglielmone era mayor del Ejército y empresario inmobiliario exitoso en Santa Fe, fundador de los barrios privados La Tatenguita y El Paso. Amigo del genocida Leopoldo Fortunato Galtieri, según reveló su socio y ex capitán del Ejército, Eduardo Villa, en el juicio oral a Víctor Brusa, en 2009. Y el que reclutó y recomendó al gremialista Horacio Américo Barcos para que opere como Personal Civil de Inteligencia (PCI), según confesó el propio represor ante el Tribunal Oral que lo condenó a 15 años de cárcel por actos aberrantes, en 2010. Dos juicios, dos menciones. Hasta el viernes, cuando una víctima dijo que también era operativo y lo acusó de comandar la patota que secuestró e hizo desaparecer a su compañero, el profesor de filosofía Alberto Tomás Velzi, en su casa del barrio Sargento Cabral, el 21 de agosto de 1977. "Era Guglielmone", dijo la ex jueza Liliana Mabel Díaz, al recordar aquella madrugada de terror que coparon la vivienda y le "robaron un kilo de oro" y sus "colecciones de libros".
La desaparición de Velzi fue relatada en el juicio por la megacausa por su primera esposa, Silvia Dávila, también militante en los '70 y su hijo mayor, el ingeniero Carlos Alberto Velzi. Entre el público estaba su segundo hijo, Gustavo y su nuera. Ellos tenían 7 años y 3, cuando cayó el papá. "La figura del desaparecido es de una crueldad enorme, en eso los militares fueron más feroces", dijo Silvia. "¿Cómo se le explica a un hijo que su padre no está porque no está? Sin el cuerpo no se puede elaborar el duelo, aunque lo hayan tirado al río. Es así de cruel".
El 21 de agosto de 1977, Velzi ya vivía con Liliana Díaz. Ella tenía 26 años y un embarazo de dos meses y él 33. Esa noche se acostaron temprano porque habían pasado el día en la casa de un hermano. A la madrugada, los despertó el ruido en la puerta de garaje, como si alguien pidiera ayuda. Un simulacro. Velzi salió al patio y allí lo rodearon. El grupo de tareas estaba integrado por más de quince represores, según la denuncia que Díaz hiciera al día siguiente en la comisaría 5ª del barrio.
-Pudo identificar a alguien? -le preguntó el fiscal Martín Suárez Faisal.
-Lo reconocí a uno por el anillo de sello que tenía en el dedo meñique. Era Benito Guglielmone, que fue la pareja de una amiga, Sarah Picazo -contestó Liliana. Picazo fue diputada nacional de la UCR.
-¿Usted pudo verle la cara?
-Si.
-¿Lo reconoció?
-Si -contestó. Guglielmone estaba de civil, con borceguíes. Tenía máscara, pero después operó a cara descubierta -contó Liliana-. En ese momento la escena estaba incompleta. Pero ella la pudo completar con el tiempo. La invitaron a una cena en La Tatenguita, donde volvió a ver aquel anillo de oro y ese rostro. "Quedé aterrorizada", relató. "Le tenía miedo, era tremendo verlo". Pero lo volvió a ver en una segunda reunión, en la casa de Cristina Picazo, la hermana de Sarah, donde él se ofreció acompañarla hasta el auto. Cuando salieron, Liliana le preguntó: "¿Yo a usted lo conozco de otro lado, verdad?" Guglielmone la miró, le contestó con una sonrisa y una mueca burlona: "¡Andá, nomás!".
Liliana dijo que "al principio" volvería a ver a Velzi. "Pero uno empieza enterarse de la realidad cuando le toca. Fuimos al Distrito Militar", donde la atendió el jefe y teniente coronel Roberto Pedro Arrieta, el mismo que había operado como interventor de la Municipalidad de Santa Fe después del golpe del 76. "Liliana, ¿Cómo le ha pasado algo así?", le dijo Arrieta. "Mi marido era docente", le contestó ella.
El fiscal le preguntó si "Arrieta sabía lo que le pasó a Velzi". "Por supuesto", respondió Díaz. "Yo trabajé con la mujer de Arrieta y con la de (Reinaldo) Tabernero" (el coronel que fue ministro de Gobierno, en la intervención militar). "Arrieta me dijo que no sabía nada. Me empezó a preguntar a mí para ver si yo sabía algo. El lo sabía".
La búsqueda de Velzi llevó a Liliana a tocar más puertas, habló con el entonces arzobispo de Santa Fe, monseñor Vicente Zazpe y hasta logró entrevistar a Galtieri. "Me recibió" en su despacho en Rosario. "El diálogo fue impresionante", recordó. Galtieri la llamaba "m'hija" y olía a whisky. "Con los datos que me da, no busque más, el ya no está más. Andá y tené a tu hijo tranquila, antes de que te pase algo", la amenazó el ex jefe del II Cuerpo.
Cuatro meses después, el 15 de diciembre de 1977, ocurrió otro hecho traumático. Una conocida de Liliana le facilitó un contacto con "un tal Villalba", que era de la Policía Rural Los Pumas y estaba en la Guardia de Infantería Reforzada (GIR), a quien le pidió datos sobre el destino de Velzi. Esa tarde, ella estaba sentada en la vereda con su padre, el ex diputado nacional peronista Manuel Modesto Díaz. Un auto estacionó en contramano frente a la puerta. Bajó Villalba y los dos ingresaron a la casa. "Me dijo que Alberto no estaba más, que se les había muerto en la tortura en la GIR y habían tirado el cuerpo al río". Liliana lo desafió: "¿Quién es usted para decirme semejante cosa?" "¡Dejate de joder, quedate quieta porque si no va a ser peor!", le advirtió Villalba.
Sacó una pistola y le apuntó a la panza: "¡A este guacho te lo voy a hacer tener en una palangana y va ir en adopción a un militar!". Liliana dijo que se desmayó. Su padre, que había esperado afuera, la encontró desvanecida y desde entonces ella sufre las secuelas del pánico.
Su bebé nació el 7 de marzo de 1978. "Hoy, mi hijo Alberto tiene 38 años y él y mi nieta aún no se pueden llamar Velzi, como su padre y su abuelo".
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