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Lunes, 22 de septiembre de 2008

CULTURA / ESPECTáCULOS › CINE UN SECRETO, DE CLAUDE MILLER, UNA HISTORIA QUE TRAE LO MEJOR DEL CINE FRANCéS

Una mirada a la infancia desvalida

Heredero y discípulo de François Truffaut, Miller apela a los grandes relatos para cruzar circunstancias personales y sociales. En este caso, centrada en un niño que recibe una agobiante revelación, y a partir de ahí construye su identidad.

 Por Emilio A. Bellon

Un secreto (Un secret) Francia, 2007

Dirección: Claude Miller

Guión: Claude Miller y Natalie Carter

Fotografía: Gerard de Battista

Música: Zbignieu Preisner

Intérpretes: Cecile de France, Patrick Bruel, Ludivine Sagnier.

Duración: 105 minutos

Sala de estreno: Del Siglo.

Calificación: 9 (nueve)

A tres meses de su estreno en Buenos Aires, y semanas después de exhibiciones en otras ciudades (pensábamos que sólo podríamos verla en DVD), se estrenó el último film de Claude Miller, Un secreto, en una única sala, el cine Del Siglo, un espacio que hoy sostiene la programación que otrora ofrecían regularmente los cines El Cairo y Del Patio.

Al igual que uno de sus maestros, François Truffaut, de quien Claude Miller fue asistente de dirección de numerosos films, este realizador de esa pieza antológica del 82 Ciudadano bajo vigilancia (que transcurre en la noche de fin de año a puerta cerrada en una seccional de policía), elige mirar al mundo de la infancia, desvalida y no comprendida por los adultos, tal como lo podemos reconocer en aquel film inaugural, de Francois Truffaut del 59, Los cuatrocientos golpes.

Claude Miller apela a los grandes relatos, esos que hoy ya no están presentes. Articula un discurso que plantea problemáticas individuales, de identidad, en el espacio de las coyunturas políticas y sociales. Recupera en sus films su aprendizaje, no sólo junto a Truffaut, sino además junto a Robert Bresson y Jean Luc Godard. Claude Miller saluda a toda una tradición que en sí misma fue vanguardia.

El film que afortunadamente podemos ver esta semana, Un secreto, que se apoya en una novela autobiográfica de Philippe Grimbert, fue nominado para los Cesars del 2007 en diferentes rubros. Estamos frente a un cruce de relatos que se sostienen en un punto de vista que va proponiendo diferentes cruces temporales entre 1936 y 1985. Como escenarios, París y pueblos de provincia. Como referencias y situaciones históricas, las que competen a los primeros años de la Segunda Guerra y de la ocupación nazi.

Una voz en "off" va uniendo los diferentes momentos, que parten de focalizar la mirada en un niño, que tiene a su lado a otro imaginario, que no ha podido aún reconocerse en la mirada de su padre. Una primera historia que se mueve ondulante en una espejada piscina azul, a mediados de los 50, que nos lleva a otras profundidades. La mirada del niño nos conduce al protagonista, ya adulto, volcado ahora a la terapia psicológica infantil.

Desde un vaivén cromático, que de ninguna manera se vuelve mecanicista, la nitidez de la sombra del pasado, sus horas de angustia, se corporizan en imágenes de technicolor, mientras que las del presente, que sostienen cierta lógica inmediata, se presentan en blanco y negro. A diferencia del epílogo que permite volver a recordar una tragedia colectiva, que se proyecta mas allá de las vidas particulares.

Para quienes han visto algunos films de Claude Miller, tal como La quiero con locura (1985), sobre novela de Patricia Highsmith, Una mujer inquietante (1983), entre otras, seguramente podrán reconocer a esos personajes que están movidos, dominados por sus pasiones, arrojados a situaciones limites, a veces trágica. Señalemos, por otra parte, que será Claude Miller quien llevara a la pantalla el guion de François Truffaut del film que conocimos aquí con el nombre de Casi una mujer (1988) cuyo titulo original es La pequeña ladrona.

Desde el título, el film juega, esgrime lo que aún no se ha dicho, lo que será confiado en esa casa de la vereda de enfrente, donde la enfermera de mediana edad, igualmente masajista, aún debe permanecer callada. Los conflictos individuales llevan a ver como se abren los escondites, como se rechaza un origen y una identidad, como se enmascara un nombre propio, un apellido. Ante las miradas de los jóvenes ﷓el tiempo transcurre﷓ las imágenes del horror de los campos de exterminio recuerdan a Noche y niebla, de Alain Resnais. Y desde aquí ver como este realizador sigue apostando a la memoria colectiva.

En tanto melodrama, que alcanza magistralmente a dibujar los aspectos más íntimos y emotivos del film, Claude Miller elige que sea un objeto el que marque un puente, no fácil de atravesar, entre aquel pasado y algunas décadas después. Será un juguete el que nos lleve a una instancia decisiva y de definición, el que caerá sobre el empedrado, el que había sido descubierto en un viejo baúl.

Sabremos más tarde desde qué lugar el personaje ha decidido contar su historia, en que momento. Igualmente, su narración funcionará como ese otro secreto revelado, en un espacio en el que hoy sólo reposan las cruces. Será el narrar, el referirse a aquellos hechos, el que le otorgue un nuevo sentido.

Uno de los leit﷓motivs del film es una canción de Charles Trenet de 1942, el mismo año en que París era ocupada por las fuerzas invasoras alemanas (recordemos Casablanca, de Michael Curtiz y El último subte, de François Truffaut). Nos referimos a Tout ca c'est pour nous, que se escucha en distintos momentos del film. Admirables las composiciones de Mathieu Amalric (a quien hemos visto recientemente en La condición humana y La escafandra y la mariposa), como el protagonista Philippe; su padre, el cantante y actor Patrick Bruel, Cecile de France, una sensible Julie Depardieu y una sorprendente Ludivine Sagnier, como Hannah; actriz que por otra parte comparte en el mismo cine otra composición, la que le ofreció Claude Chabrol en Una mujer partida en dos.

De Claude Miller, el propio Truffaut escribió en 1976: "encuentro en él una feliz combinación de tres modos de narrar: la fábula, la historia psicológica y el relato autobiográfico".

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Actrices como Cecile de France y Ludivine Sagnier, ofrecen admirables composiciones.
 
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