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Miércoles, 19 de enero de 2011

CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. EL HIT DEL VERANO, POESíA A DOS MANOS POR RAMIRO GARCíA Y TOMáS BOASSO

Collage de fragmentos de lo visible

La cultura espectáculo no sólo es el tema de estos poemas, sino que también es el modelo de los modos de producción mismos de la obra. La edición de Tropofonía concibió a cada libro como un objeto bello, a contramano del capitalismo.

 Por Beatriz Vignoli

En una reseña de una novela surrealista, Walter Benjamin se preguntaba cómo sería una vida cuyas decisiones se tomaran basándose en la última canción de moda. En su libro a dos manos El hit del verano, los poetas rosarinos Ramiro García y Tomás Boasso se preguntan: "¿hay vida después de los veintisiete?". A juzgar por el mundo que describen en sus poemas la respuesta es no, y la pregunta que queda picando es si hay vida mientras tanto; si merece el nombre de existencia (o de experiencia, y de experiencia poética) el universo desangelado, deforme e instantáneo que describen.

Collage literario de fragmentos de lo visible, El hit del verano es un libro perfectamente consistente con su propia forma y con una corriente bien definida de la poesía argentina de los últimos veinte años: aquella que una vez superado rápidamente el pretencioso mote de neo objetivismo se rebautizó como "poesía de los noventa", con cultores como Martín Gambarotta, Alejandro Rubio o Washington Cucurto, autores ya célebres de ese estilo hegemónico que intenta dar cuenta del capitalismo tardío y sus degradados seres de diversas razas y clases, a la vez que en su cadencia rescata (y en el presente caso, muy en particular) los ritmos de la pegadiza música berreta de las radios.

Pocas pretensiones y logros coherentes con las mismas es la fórmula de la poética instantánea, como de apuntes del natural, de este puñado de poemas cuyo sólido conjunto constituye una panorámica automática disparada sobre las diversas marcas y precios del artificio, que podrá ser caro o barato, carne o plástico, pero siempre es deleznable y efímero. Se basa en monosílabos políglotas (en lo mejorcito de su música) el ritmo como de dedos que tamborilean al compás del tedio, única emoción permitida.

Ritmo de rap, pero de rap de MTV. La cultura espectáculo no sólo es el tema de estos poemas donde la mirada es siempre la del espectador, sino que también es el modelo de los modos de producción mismos de la obra. Empezando por el estribillo que articula e hilvana todos los poemas entre sí, como si cada escena o cada personaje estuviera escuchando (el tentador efecto Magnolia de los fans de Anderson) la misma canción en la radio. La poesía es canción. El hit del verano es el título del libro y su estribillo, como sucede con casi toda canción pop.

Extremando esa tautología casi violenta en torno a lo real, el libro está dedicado a dos ciclos de lecturas de poesía y a dos docentes de talleres. Y cabe preguntarse, luego de leer la dedicatoria, si poemas tan orales, tan hablados, tan rapeados, tan cantables como éstos podrían existir de no tener para nutrirse ese caldo de cultivo de la escucha inmediata de los recitales de poesía y el público cautivo de los talleres del Festival de Poesía, en este caso concreto el del poeta y editor Daniel Durand en la edición 2009. De hecho si el libro existe es porque Gervasio Monichietti, con la firma de ese milagroso emprendimiento radial y teatral llamado Tropofonía, los encuadernó uno por uno con la calidad de lo artesanal y el aura de lo irrepetible. La edición es una declaración. Cada libro es un objeto bello y a contramano del capitalismo.

Y el modelo del poeta es la estrella pop, lo mismo que sus modos de enunciación y sus temas; pero en la mirada distante y fastidiada, a la vez abúlica y crítica, que cada escenita de cámara de interior o gran panorámica del mundo moderno deja entrever entre líneas, se da a leer una diferencia no cuestionada entre arte y cultura: el arte y la literatura como aquel orden del discurso que de suyo se despega y aparta de la cultura. Vale decir, la paradoja que proponen Boasso y García es por un lado la de una forma que imita a la cultura pop y una acumulación caótica, proliferante e infinita de imágenes que la describen, apropiándose de paso de sus modos de representar el mundo (los de la omnipotente cultura televisiva) pero hay a la vez un contenido latente en el grano de la voz, en las connotaciones despectivas, en la ironía, que lejos de celebrar la cultura pop reitera los malos modales cultos del desprecio (no exento de fascinación) por lo masivo.

En suma, se trataría algo así como de odiar a Tinelli pero no ya en nombre de la alta cultura, sino de odiar a Tinelli pese a que Tinelli es lo único que hay. El odio por el odio, la única resistencia. El fastidio como único rasgo de distinción, el asco como última marca de la civilización. Una fórmula exquisita después de todo, y que los autores expresan con insuperable claridad en uno de los poemas breves de la serie titulada Shopping, que es sin lugar a dudas el mejor del libro, Cuentas matrimoniales: "Todo lo que nos dijimos enamorados/ multiplicado por todo lo que nos dijimos calientes/ dividido por todo lo que nos dijimos peleando/ restando todo lo que callamos./ Dos silencios caminan de la mano". Cuando los poetas juegan, sacan del disparador de la cámara el dedo acusador, cuando apagan el celular del documentalismo low fi, se enciende la poesía más genuina.

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Ramiro García y Tomás Boasso forman parte de una corriente bien definida de la poesía argentina.
 
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