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Martes, 12 de junio de 2012

CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. EXPOSICIóN DE CLELIA BARROSO EN LA ESCUELA MUSTO

Sus "Visiones singulares"

Hasta el 13 de julio podrán disfrutarse los trabajos de esta prestigiosa artista rosarina, de "constante actitud innovadora". Con curaduría de Eladia Acevedo, la muestra rescata más de cinco décadas de pintura, dibujo, collage y grabado.

 Por Beatriz Vignoli

Desde el jueves pasado hasta el inicio de las vacaciones de invierno, el 13 de julio, puede visitarse en la espaciosa y moderna Sala Boglione en la planta alta, espacio de exposiciones de la Escuela Municipal de Artes Plásticas Manuel Musto (Sánchez de Bustamente 129) la muestra "Visiones Singulares", que ofrece una selección de más de cinco décadas de pintura, dibujo, collage y grabado de la prestigiosa artista rosarina Clelia Barroso. "Su obra es siempre joven", se entusiasma la curadora, Eladia Acevedo, artista y docente al igual que Clelia, de quien Acevedo destaca "una constante actitud innovadora". La muestra es el resultado de una intensa visita al taller y su depósito, donde con la ayuda de la artista y su hijo Mauro Machado (también artista y docente), la curadora eligió obras realizadas en diferentes etapas de su vasta producción.

Profesora Nacional de Dibujo, egresada del Profesorado de la Escuela Normal Superior N° 2 (para la que proyectó un mural) Barroso continuó su formación a fines de los años cuarenta en el taller del pintor Ricardo Sívori, perfeccionándose en dibujo y pintura; en los años cincuenta estudió grabado con Juan Grela G. y cerámica con Leo Tavella. Fue miembro del Grupo Síntesis fundado en 1952 por Sívori y sus discípulos. Fue premiada en por la Fundación Astengo por "su valioso aporte a la cultura de la ciudad" donde nació y trabaja. En 2004 -﷓en ocasión del Congreso de la Lengua-﷓ su obra fue seleccionada para ambientar los camarines del Teatro El Círculo de Rosario. No hay cerámicas en la muestra pero sí unos estudios de gatos y rostros de sus tiempos con Sívori; la influencia del Grela de los 50 se ve en la equilibrada composición de sus xilografías, mientras que el de los ángulos rectos y las formas planas (más a lo Torres García) aflora en un dibujo en birome y se actualiza en las composiciones pictóricas de los 90, con una paleta de grises azulados y ocres naranjas que invoca al maestro de su maestro, amigo del anfitrión Musto: Augusto Schiavoni. Arraigada en esta doble tradición litoral y rioplatense, a lo largo de los años la pintura de Clelia desplegará su personalísimo "universo simbólico en el que conviven figuras, formas, colores; signos, palabras, escritos; referencias al mundo vegetal y animal", enumera Acevedo, aunque las palabras no alcancen a dar cuenta de la fineza con que el pincel de Barroso articula líricamente una viva diversidad de interiores, manuscritos, exotismo, nonsense y palimpsestos callejeros. Desde sus utopías urbanas casi abstractas de los 60 y los misteriosos mirlos azules que acechan junto a sus "Ventanas" de mediados de los 80, pasando por el aire de época a Julián Usandizaga de sus grafitos realistas fantásticos de los 70, hasta los collages de este siglo, Clelia es fiel a su propio mundo y al anclaje local, madurado y suelto en las series de los 90: "Cuadernos de apuntes", Memoria de las paredes" y esa pintura casi collage que es la Serie de las postales.

Barroso sigue investigando y recientemente se inició en la técnica vitraux con el arquitecto Alfredo de Gregorio. Pueden ser los azules puros de los vitrales o aquellos azules profundos de sus primeros experimentos pictóricos, donde se despliegan follajes casi abstractos, los que relumbran en sus "postales" junto a unos oros otoñales de fuego. La lógica lúdica del collage rige sus entrecruzamientos gestuales y como azarosos, donde retumban frases y divisas ("quién llora en los pasillos?" "Carpe diem"). Sus superposiciones de figuras evocan el funcionamiento de la memoria en el estilo de la corriente de conciencia de Virginia Woolf: honra el modernismo su inventiva constante de danza sobre el abismo de lo inesperado. ¿Y qué mejor lugar para este encuentro que la antigua casa en el barrio Saladillo del pintor Musto, homenajeado en la placa de la fachada por su contemporáneo, el escultor Blotta, y donde hoy se agitan sin cesar los pinceles y las gubias al ritmo de canciones de los Beatles?

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Cuatro pinturas de la serie Postales (1998), de Clelia Barroso.
 
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