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Domingo, 7 de octubre de 2012

CONTRATAPA › FOTOGRAFIANDO LA ZONA

Viejos son los trapos

 Por Adrián Abonizio

* "Estudié boxeo no por deporte o para creerme el hermoso atleta en el ring: Lo hice para esquivar las piñas que me daba mi viejo", narraba el clown José Marrone, serio, con una lágrima ya seca claudicando sobre su ojo de pibe golpeado. Muchos creían que era un chiste.

* El aprendió algo vital para que a su mujer le queden las frases y las ideas: Adornarla con lo escabroso del mundo. No enunciaba por ejemplo: -Estuve en lo del mecánico y me va a llamar, avisame, pues ella así no advertía el pedido. Aprendió a murmurar: -Estuve en lo del mecánico, que se casó con la hermana de su esposa al mes de fallecida. Eso, la hacía estar atenta y pasarle la llamada. Nemotecnia del chusmerío amoroso, podría denominarse. Daba resultados y evitaba peleas.

* Los ancianos se vuelven animales geológicos, pesados y que intentan adaptarse a este medio furioso y veloz. Como han dejado de tener garras prensiles por falta de fuerza o contricción desarrollan su escudo y comprensión del medio usando las puntas como los insectos: Sus dedos, la extremidad de sus dedos son la más valiosa arma que poseen.

* Siente una gran liberación y audacia añeja que lo exime de todo. Se mete los dedos en la nariz para extraerse un moco reseco y molesto sin importarle si lo miran o no. En su casa, con la esposa, es un duque. La sociedad ha dejado de importarle, no así el amor.

* Resignados y valientes cruzan como matrimonio todas las estaciones de la vida. Ella ha dejado de maquillarse y se ha masculinizado; él se ha dejado la colita y luce austero, como tocado por una virtud santificada. Ambos parecen querer tirarle al mundo que han arribado a un universo de prolijidad y fortaleza. De limpieza y de rectitud. Tienen un grave defecto: Son mortalmente aburridos aquellos dos demonios laicos y ecologistas.

* Día domingo y se cruza con una señora que es ayudada por su hijo para avanzar con esos andadores para adultos. Al cabo de quince minutos cuando él vuelve pasar por el lugar entiende que apenas han avanzado tres metros y que frente a la puerta entreabierta de la pensión, ambos, madre anciana e hijo, observan como una tragedia los treinta y nueve escalones que les quedan por ascender.

* "Mientras no me dejen soñar no los dejaré dormir", reza la pintada a aerosol que han dejado sobre el mármol del viejo Anfúzar. Resignado mira la leyenda, cree que es un mensaje personal de odio. Lo peor es que, además de la ofensa hacia su casa, no entiende el sentido de la oración. Eso lo llena de indignación, más que el daño material.

* En la pared de la cochera hay un cartel que ostenta la palabra "Matafuegos" con una flecha dirigida a un aparato que brilla por su ausencia. El pibe interroga a su mamá acerca de fantasmas. El cuidador del lugar, un jovato en camiseta, susurra. -Acá los únicos fantasmas son los chorros. -Ah, ví en el noticiero que habían matado a uno, acota el chico. -!A todos hay que matarlos! explota el viejo. El pibe piensa y antes de subir al auto le explica. -Si pasa eso la humanidad se queda sin gente. Usted vive como en la guerra. El viejo se rasca la cabeza y estima que el pibe tiene razón. Pero a los pendejos no hay que darles nunca la razón.

* -Cada maestra que se jubila es un abandono en la trinchera, alarga ella. Cuando le pregunta porque, aduce que prefiere a las viejas descoladas a las jovencitas sin experiencia ni talento. -Depende para qué, relata el viejo del kiosco, seco y matusalénico. Ella decide ser cruel. -No para usted ya que dudo que pueda hacer algo. -No crea, argumenta él. Eso sí, a usted ni jovencita ni madura ni vieja como ahora, me hubiese acercado. Ella se indigna, se va. Es mejor perder una cliente que la dignidad, concluye el viejo.

* "La suegra se está muriendo y toda la familia se encuentra reunida alrededor de su lecho. La viejita dice, mirando hacia la ventana: -!Qué lindo día de sol!. El yerno responde: -!No se distraiga vieja, no se distraiga!". El chiste narrado en el pasillo del hospital donde agoniza la suya es una redundancia en voz baja que lo pone exultante y un poco miserable. Pero el humor es más fuerte.

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