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Sábado, 21 de febrero de 2015

CONTRATAPA

La invención de Matilde Urbach

 Por Javier Núñez

La Edición Crítica de las Obras Completas de Jorge Luis Borges, a cargo del profesor Rolando Costa Picazo y publicada hace algunos años por Emecé, representó una saludable novedad a la profusa bibliografía borgiana. Las lecturas de Borges, las inquisiciones de Borges, los juegos de Borges, comentados por un erudito que añadía aspectos novedosos o poco conocidos en torno a los orígenes de algún texto y sus procesos creativos. Como, por ejemplo, las elucubraciones nocturnas en pleno insomnio que propiciaron la idea para "Funes el memorioso". O el misterioso origen de Matilde Urbach como nota a pie de página a "Le regret d'Héraclite". Sólo que ese descubrimiento, poco tiempo después, se reveló como una falacia: un divertimiento del escritor español Juan Bonilla que, con sorpresa, se descubrió citado como fuente en la edición.

Matilde Urbach, se sabe, aparece en aquel dístico inmortal cuya primera aparición en libro se remonta al año 1960, en El hacedor:

Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca

aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach.

Los versos - que habrían de ser modificados en ediciones posteriores trocando "abrazo" por "amor" porque, a decir de Borges, quedaban muy sibilantes- fueron incluidos en un apartado titulado Museo, y apócrifamente atribuidos a Gaspar Camerarius. Específicamente, al fragmento VII, 16 de "Deliciae Poetarum Borussiae". Mientras algunos especulaban que el nombre de Matilde Urbach hacía referencia a cierta pasión secreta del joven Borges, otros intuyeron connotaciones menos personales o más filosóficas - mientras el título del poema remite a aquello de "nadie se baña dos veces en el mismo río", el patronímico Urbach provendría de un protogermánico impronunciable que dio origen al germánico medieval bach, arroyo, propiciando una cifrada interpretación- . Pero la verdad sobre Matilde Urbach continuó siendo un misterio hasta que la versión de Bonilla se echó a rodar.

El texto de Bonilla - que forma parte de El Arte del Yo Yo, libro que recoge sus artículos de prensa- reseña los resultados de una supuesta investigación en pos de ese nombre inabordable. Puesto en la pista por Bioy Casares ("Creo que era un personaje de una novela cuya lectura Borges me ponderó", le hace decir Bonilla, antes de que Bioy añadiese algunos datos que encaminaran la investigación) y asistido por la perspicacia bibliófila de Javier Marías, da con un raro ejemplar de la novela Man With Four Lives, del ignoto William Joyce Cowen, que fuera reseñada por Borges en la época en que colaboraba con la revista El Hogar. (La novela, en efecto, existió. El comentario de Borges forma parte de un texto titulado "Dos novelas fantásticas" - la primera es L'homme élastique, de Jacques Spitz - publicado el 14 de octubre de 1938 y recogido posteriormente en Textos cautivos: "Todavía más extraño es el argumento de Man with Four Lives ("Hombre de cuatro vidas") del norteamericano William Joyce Cowen. Un capitán inglés, en la guerra de 1918, mata cuatro veces distintas a un mismo capitán alemán: con el mismo rostro varonil, con el mismo nombre, con el mismo anillo pesado en cuyo sello de oro hay una torre y la cabeza de un unicornio. Al final, el autor deja entrever una explicación, que es hermosa: el alemán es un militar desterrado que proyecta, a fuerza de cavilar, una especie de fantasma corpóreo que guerrea y muere por la patria más de una vez. En la última hoja, el autor absurdamente resuelve que una explicación mágica es inferior a una explicación increíble, y nos propone cuatro hermanos facsimilares, con caras, nombres y unicornios idénticos. Esa profusión de gemelos, esa inverosímil y cobarde tautología, me colma de estupor".)

Pero Bonilla le añade a Matilde Urbach.

Su aparición es fugaz, dice Bonilla. Es la enamorada del múltiple alemán y la autora de una afectada frase que - en el artículo ficción- había disparado la inspiración poética de Borges: "Ningún hombre del mundo sabrá nunca el sabor de mis labios, y ningún hombre del mundo podrá conseguir que yo desfallezca por conocer el sabor de los suyos".

El artículo, poco a poco, creció en repercusión sin que nadie se tomara el trabajo de dudar o remitirse a la fuente. Se multiplicaron las referencias, las reproducciones en internet, las citas al mismo en algunos ensayos o artículos académicos. Y aunque en la solapa del libro en que fue recogido se aclaraba sobre los cruces entre realidad y ficción, fue a parar como nota al pie en las Obras Completas de Borges y hasta generó un encendido debate - o un cruce de insultos e invectivas- entre el autor y el novelista y crítico literario Juan Francisco Ferré que bien podría sumarse a las ya clásicas enemistades que registra la historia literaria.

Lo cierto, al fin y al cabo, es que en la novela de Cowen no hay ninguna Matilde Urbach. Que el personaje femenino se llama Audrey y jamás pronuncia la frase que Bonilla le endilgó sin aprensiones porque todo el texto era un juego, una fabulación, y nunca pensó que iban a tomarlo en serio. La Matilde Urbach de Man With Four Lives, la de la referencia en las Obras Completas, es una invención. O la reinvención de un personaje inventado por alguien más. Una invención vacía - no es más que un nombre puesto donde no está- pero, a la vez, de inmensa riqueza. Porque en la ficción del artículo, en ese territorio insondable, esa inexistente Matilde Urbach de Man With Four Lives es, al mismo tiempo, el objeto de un deseo tan feroz que un hombre puede morir y morir y morir sin dejar de volver a amarla; mientras otro, al leerla, cree que puede tolerarlo todo menos no ser aquel en cuyo abrazo habrá de desfallecer.

Borges, que tantos hombres ha sido sin haber sido nunca aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach, tampoco ha sido, al fin y al cabo, el único en inventarla.

Y eso, me gusta pensar, le arrancaría una sonrisa, o una ligera perplejidad.

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