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Domingo, 23 de agosto de 2015

CONTRATAPA

El mal menor

 Por Javier Chiabrando

Con las PASO ha quedado sobrevolando la idea de que los argentinos elegimos siguiendo la ley del mal menor. Elegir el mal menor es una constante en la vida. Se elige el mal menor en el trabajo, en la empresa de teléfono; algunos (imagino) se casan siguiendo la ley del mal menor, y, por supuesto, se eligen presidentes y gobernadores. De la Rúa fue elegido como mal menor ante la probable continuidad del peronismo neoliberal. Y Néstor fue el mal menor ante la posibilidad de que el Turco que lo Reparió vuelva y con él relaciones carnales donde siempre nos tocaba abajo, quedábamos con el tuje ardiendo, pagábamos el telo, el taxi y los forros.

La vida nos pone a menudo ante ese dilema. En ocasiones cortar un dedo para evitar la gangrena de un brazo o la misma muerte, puede ser una solución. ¿Qué tiene de malo la ley del mal menor? En principio nada, se elige entre lo que hay: la naranja chica y jugosa en lugar de la grande pero seca, el auto pequeño en oposición al grande que gasta mucha nafta. Es una práctica que se hace instintivamente y rara vez se verbaliza. Imagine a alguien que presenta a su esposa/o diciendo: "no es lo que hubiera deseado, pero era el mal menor".

La ley del mal menor es semejante a aquello de "más vale malo conocido que bueno por conocer". Pero no sabremos si eso que elegimos, sea como mal menor, sea por malo conocido, nos desilusionará, hasta mucho tiempo después de elegido. Eso se verificará en los hechos, en las acciones de gobierno que el mal menor elegido haga cuando le toque bailar o hacernos bailar. En ocasiones el mal menor puede resultar una sorpresa. Néstor era el mal menor y terminó siendo el transformador del país (no lo digo yo, lo dijo la Revista Noticias cuando murió).

No se puede acusar al otro de elegir bajo la ley del mal menor si uno también lo está haciendo. Supuestamente los kirchneristas están eligiendo al candidato menos deseado porque los kirchneristas duros tienen cuernos y huelen a azufre, algo que ni los geniales publicistas pueden disimular. Ante esa situación, el mal menor es un tipo que habla poco y no dice gran cosa, difícil de semblantear, que le gusta en exceso el mundo del espectáculo, y tiene apenas los antecedentes de haber sido diputado, secretario de la nación, vicepresidente y haber gobernado dos mandatos una provincia grande como media Europa.

Visto desde el otro lado, la oposición vota el mal menor en sus dos candidatos potencialmente presidenciables. Es lo que hay, dirán (en secreto pero es obvio) los radicales y carriotistas. Es una confirmación más de que el radicalismo a veces es simplemente antiperonismo. En tanto, los progresistas antigobierno (ah, cuántos amigos en el brete tengo) los votarán pero luego lo negarán o usarán a Althusser, Foucault o algo así de incomprensible para justificarse. Los wichis, los qom y la negrada pura por cruza, que votaron casi en su totalidad al kirchnerismo, no cuentan porque lo hacen de burros nomás.

Los antecedentes de Macri son semejantes a los de Scioli. Los de Massa son más difusos, pero está en la política desde hace rato y conoce el juego. Entonces, si todos estamos votando bajo la ley del mal menor, ¿dónde está la diferencia?

La diferencia está en el aparataje que hay detrás de cada uno. Detrás de Scioli está el kirchnerismo, que es el aparato político más fuerte que se ha visto en décadas, quizá en la historia. De no ser así, el gobierno habría caído hace rato, y sin embargo, está bien alineado detrás de su propio mal menor.

Detrás de Macri está el círculo rojo, es decir un grupete de millonarios garcas, un "equipo" (según sus propias palabras), y el apoyo del establishment (sociedad rural, mesa de enlace, etc.), que te van a empomar sin culpa alguna, como lo han hecho repetidas veces en la historia. Van a avalar una devaluación con el cuento de que es para que el país esté mejor, y cuando pagues la harina el triple te van a decir que el campo somos todos mientras ellos pasean por Champs Elysées y vos caminás veinte cuadras para conseguir harina en oferta y con proteínas extras en forma de gorgojos.

Detrás de Massa no se sabe bien qué hay, si es que hay. Creo que ni él lo sabe. Es obvio que si llegara a ganar, cosa improbable, le van a aparecer amigos y primos como a los que ganan la lotería. Claro que con el kirchnerismo y el macrismo en contra no va a poder cambiar ni el nombre de una calle sin negociar. Y ni así le será fácil.

El aparataje significa gobernabilidad. No es casual que las incursiones radicales hayan fracasado. No tenían lo que tiene hoy el kirchnerismo, lo que le permitió salir de una probable caída el 18 de febrero (marcha de los paraguas) para estar hoy con chances de ganar en primera vuelta. El kirchnerismo, aún sin la presidencia, puede llegar a marcar el paso de buena parte de la realidad política.

Si Macri llegara a presidente tendría que lidiar con muchos gobernadores opositores, cientos de intendentes, medio congreso, sindicatos (excepto los que se den vuelta al día siguiente, un clásico de los muchachos de campera de cuero) e tutti quanti, que no son justamente nenes de pecho ni gente de andar citando versos de paz y amor en las esquinas. ¿Se puede presidir un país en esas condiciones? Habrá que ver. Habrá que ver cómo reacciona la gente acostumbrada a que el trabajo es sagrado, y a que el estado te ayude a hacerte la casa, cuando le quieran tocar esos derechos. Sospecho que se paralizaría rápidamente. Pero habrá que ver.

Lo que estoy intentando decir es que así como en la campaña se intenta esconder el carácter profundamente kirchnerista detrás de Scioli, como buscando el voto de la clase media confundida o despolitizada, son muchos los que votan justamente al kirchnerismo porque es lo que les da confianza. Votan una estructura conocida en su funcionamiento, incluso en sus manías y errores, porque es la estructura que les garantizó el trabajo, las vacaciones, la casa, etc. Una gran cantidad de votos a Scioli, que parecerían haber sido hechos bajo la idea del mal menor, es el voto a la continuidad. El mismo tipo de voto que acompaño a Cristina tanto en el primer como en el segundo mandato.

Lo otro es el misterio. Elegir a Massa o a Macri bajo la idea del mal menor, es el misterio mismo. Es tan misterioso que a veces me dan ganas de vivirlo para sacarme las dudas. Ver a este país retobado en manos de un equipo de seis personas más empresarios va a ser una película digna de ver. Quizá este país se merezca ser gobernado por gente elegida bajo la idea de que son "el mal menor" y sin aparataje. Ver cómo se sientan a negociar con los buitres, cómo siguen las negociaciones con China, como doman la pasión de los argentinos por el dólar. Escuchar sus discursos de tres sustantivos y tres adjetivos. Deleitarse con su sintaxis de escuela primaria. Ver cómo el cambio que proponen se ve representado por Carrió, Bullrich, Reutemann, Niembro, Cavallo.

Y sobre todo va a ser muy interesante ver cómo resisten la devolución de todas las gentilezas de las que fueron capaces en estos años. Ver de regreso, como el chiste del tipo que se quiere deshacer del boomerang, cada insulto, mentira y opereta que fueron capaces de armar. Porque si no se puede acusar a alguien de votar el mal menor si uno vota el mal menor, no se puede pedir reglas de juego limpias y caballerosidad, si durante una década fuiste un rastrero y un mentiroso y trabajaste para ocasionar corridas cambiarias, para que ganaran los buitres y estuviste siempre del lado de los enemigos del país. Por ahí asistimos a ese espectáculo. Eso sí, a atarse los cinturones.

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