rosario

Domingo, 23 de noviembre de 2014

OPINIóN

Cinco marchas para escuchar a niñas y niños

 Por Dorcas Bressan*

Hace ya cinco años, el Jardín de Infantes N° 242, la escuela Justina R de Alvarez N° 122, y la ESSO N° 413, convocan a toda la comunidad de Alvarez a sumarse a la campaña en la Prevención del abuso sexual infantil, y contra todo tipo de maltrato hacia las/os niños/as, adolescentes y mujeres. Uno de los objetivos ha sido y continua siendo el generar conciencia de que estos hechos no deben naturalizarse, o como dice Eduardo Galeano, para disciplina de unas y escarmiento de otras. Por el contrario constituyen una de las formas de dominación, que se lleva a cabo mediante la descalificación y el ninguneo de unos sobre otras/os. Es decir, de quienes detentan el poder, sobre quienes se encuentran desposeídos del mismo.

El abuso sexual infantil perpetrado a niñas/os y adolescentes no es otra forma que la repetición y reproducción del sistema patriarcal que se estructura en la relación sexo/género; etnias y clases, así los blancos tienen primacía sobre los negros, los varones blancos sobre las mujeres, niñxs, adolescentes, las heteronormatividades por sobre las demás elecciones sexuales (GLGTYB)

El abuso sexual infantil es un delito, no tiene ni debería tener "atenuantes", ni mucho menos justificaciones. Además tendría que considerarse un crimen de lesa humanidad, por la envergadura traumática que reviste en quienes lo padecen y por la semejanza que posee con quienes han estado en campos de concentración. Es el robo a la infancia, lugar al que es muy difícil volver, ya que quienes deberían proteger, alojar, cuidar, hacen lo contrario, borran la barrera generacional, desubjetivizando a estxs niñxs, dado que los convierten en objeto de su goce. Mediante el "secreto", transforman a este delito en un pacto perverso, es decir, que estamos ante un acto y un pacto perverso. El incesto, el abuso sexual, las violaciones perpetradas sobre los cuerpos de niñxs, junto a la trata de persona, son los aspectos más crueles de este sistema y aquí es necesario recordar a Freud cuando dijo que la crueldad es el fracaso de la ternura, que a su vez a las víctimas las hace sentirse sucios, y culpables por participar (¿") de estos hechos que los despojan de sí mismos. Así, desamparados, desalojados de su infancia, comienzan un camino de errancia, escindidos de sí mismxs dejando lejos de sí los afectos, se les hace difícil continuar con sus vidas. Dado que es un hecho traumático, rompe la trama subjetiva, por eso es necesario creer en sus relatos, esto les restituye algo de su subjetividad, y los introduce a su vez en un orden legal, del que fueran arrojadxs, ya sea por el incesto, abuso tanto físico como emocional.

Cuando las infancias son objetos de todo tipo maltrato, de violaciones, abusos, incestos, hechos que revisten crueldad, en lugar de ternura, amor, cuidado, cuando los primeros persisten, estas marcas quedan en estas personas, generando así "aspectos ríspidos, brutales de las que no se puede esperar donaciones simbólicas sino imposiciones concretas" (E. Carpintero: El erotismo y su sombra, El amor como potencia de ser)

Según cifras avaladas por Unicef, que son consideradas válidas para reflejar la realidad de los países occidentales, una de cada cuatro niñas y uno de cada seis niños sufren de abuso sexual. Cifras que revelan una realidad que las ONGs definen como "extremadamente grave" y algo "extraordinariamente masivo y que atraviesa transversalmente a toda la sociedad".

Cabe preguntarnos ante estos hechos qué pasa con la ética en estas personas y con quienes las defienden, minimizando el hecho o negándolo. ¿Qué entendemos por ética" Al respecto, Spinoza dice que no hay otra ética más que frente a los otros. Y agrega: "los otros diferentes que en su diferencia me constituyen como otro humano" (citado por Carpintero). Es decir, que la ética es social, por este entrecruzamiento de constituirnos entre y con los otros. Solo en esta ética es que podemos construir la categoría de semejante.

El sistema neoliberal, y la cultura imperante contribuyen en la formación del individualismo y la competencia, entonces, los cuerpos de niñxs, adolescentes y el de las mujeres pasan a ser objetos de consumo, de goce para unos y de despojo para otrxs. Allí es el fracaso de la ética, de la ternura y de las pasiones alegres.

Así, Carpintero dice que "la cultura reduce la moral a lo normal. Esto normal comienza siendo lo sociológicamente mayoritario o lo estadísticamente corriente y acaba siendo lo moralmente debido".

Uno de los objetivos de estas marchas, es devolverles la palabra a tantas infancias, adolescentes y mujeres cuyas palabras han sido sustraídas de la misma manera que se les ha sustraído su infancia, sus deseos y sus voces. Es un grito, muchas voces, ya que el silencio es político, como el grito, y las lágrimas.

*Psicóloga

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