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Viernes, 11 de septiembre de 2015

Yo le regalé flores a un novio

Somos Objetos de Deseo y Objetos de Desprecio. Somos Sujetxs de Amor

Embebida en el polen romántico y viral que acarrea el mes de septiembre, donde se acrecienta el ritmo latente que dejaron las baladas de las telenovelas noventosas, rompí todos los protocolos de la feminidad psico-bio-político-cultural conservadora y adorné un ramito que puse en manos de mi enamorado. Atrás quedaba la doncella pasiva que aguardaba detrás de un vidrio empañado la aparición fantasmagórica de un caballero valiente que hiciese, escribiese, dijese y propusiese absolutamente todo y dejara apenas un breve espacio detrás de su pregunta sobre el final de la escena, para que emergiera mi ansiado y soñado “sí, quiero”. El Amor ya no tiene cara de Andrea del Boca, ni de Verónica Castro. El Amor también tiene cara de trava y es más que una Rosa Salvaje, llena de espinas al alba del amanecer, corriendo detrás de una pinza de depilar antes de que despierte el bello durmiente que se quedó tendido en nuestra cama.

Se forja un transempoderamiento de género en torno a la figura del amor, como contraparte, frente a la espera inerte que no concede los deseos que tanto pedimos arrojando moneditas en la fuente de las Nereidas. Podemos ser nosotras las que preguntemos “¿somos novios?” y pronunciemos el primer “Te amo” allanando el camino hacia la realización del deseo. Deseaba ir al cine y caminar de su mano por la calle. Y lo hice. Deseaba una rosa y que me invitara una copa sorpresa a través de una camarera cómplice, y la tuve. Deseaba que atravesara un camino de velas hasta llegar a la mesa del brindis de nuestro primer mes y cromatizó en mis labios la ternura de los besos. Deseaba dormirme pegada a su piel y desperté en la mixtura de nuestro incienso.

Mas luego deseé ser visible en su entorno y apareció el monstruo temeroso que empuñó la duda atemporal elucubrada en confusión y devenida en borramiento. Más nada borra mi nombre como firmante de una historia de amor que me devuelve valiente y única.

Podemos ser nosotras la aurora del acto y la palabra. No es sólo el colorín colorado lo que puede enarbolar al cuento, sino los trazos que tu propia pluma puedan inscribir en la leyenda. Yo le regalé flores a un novio. Y volvería a hacerlo, aunque hoy, a ése, le adornen la tumba junto al epitafio de su cobardía.

* Directora académica y activista trans referente de Mocha Celis. Actriz, dramaturga y poderosa romántica.

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