Con Ariana hace cuatro años y tres meses que estamos juntos. Los tengo contados. Yo estaba en la puerta del edificio de un amigo esperando que baje. Estaba en la mía, escuchando música y con gafas negras. Veo que alguien pasa caminando por la vereda por al lado pero no vi mucho. Y entonces veo dos patitas que vuelven para atrás. Era Ariana, que me dice “Hola, ¿Cómo estás? ¿Cómo te llamás?”. Me encaró directamente, se puede decir. No me di cuenta de que era trans. Me encantó la onda, la ropa. Siempre la jodo y le digo “no las vayas a tirar nunca”. Tenía una remera negra, pelo de leona y me encantó. Me dejó el número y la llamé al toque. Ese lunes fuimos a almorzar y no pasó nada. Y la segunda vez que nos encontramos me dice “Te voy a aclarar algo: soy trans”. Primero dije: “¿Es un chiste?”. Pero después: “Bueno, es trava, todo bien. La mejor.” Era la primera vez que salía con una travesti, pero cero drama. Yo soy uruguayo y mi familia vive allá. A las dos semanas viajé con ella a Uruguay a presentarla. Y todo bien. Después, otra vez, mi hermana y mi vieja vinieron a Buenos Aires y se quedaron en casa. Ya vivíamos juntos, a los tres meses de conocernos. Mi mamá me preguntó: “¿Usted es feliz, M’hijo? Listo, no se diga más”. Y mis amigos que están en Uruguay, saben que es trans. Nunca dijeron nada. Ponen me gusta en las fotos. Ella es mi señora. Si no les gusta ella, no les gusto yo.