UNIVERSIDAD › EL CONGRESO DE LA FUA SE LIMITO A CONTAR LOS VOTOS

Negociaciones y ningún debate

Por J. L.

Cada vez menos debate público, cada vez más rosca a puertas cerradas entre los dirigentes. El XXIII congreso ordinario consolidó esa tendencia creciente ya en los últimos encuentros de la FUA. Esta vez ni siquiera funcionaron las comisiones previstas para debatir la realidad nacional e internacional, la educación y otros puntos. Los pocos debates se acotaron al interior de alguna agrupación. No hubo confrontación. El congreso sólo fue un recuento de porotos.
La mayoría de las agrupaciones llegó a Mar del Plata el viernes. Los miles de militantes morados, al igual que los del MNR, se alojaron en el estadio José María Minella. La izquierda y los independientes pararon en el complejo universitario ubicado sobre la calle Deán Funes al 3300.
A la tarde del sábado empezó la peregrinación de los delegados hacia el sector del estadio donde se hacía la acreditación. Las columnas de estudiantes marchaban y los vecinos marplatenses se asomaban sin entender: “Mirá cómo nos miran. ¿De dónde salieron estos marcianos?, deben pensar”, se reía un militante del MST. “Universidad, de los trabajadores, y al que no le guste, se jode, se jode”, era el clásico pronunciado por el coro de las agrupaciones de izquierda. Hasta algunos vecinos se sumaron.
En el estadio era fácil distinguir a los militantes de los dirigentes. Unos tomaban mate, cantaban o golpeaban un bombo improvisado. Los otros cargaban planillas y, frenéticamente, hacían números. La acreditación se hacía en una sala cerrada, custodiada por una decena de matones con poca pinta de universitarios: ¿los estudiantes no pueden autoorganizarse? Adentro, tres o cuatro mesas y largas colas de delegados esperando para acreditar quiénes eran y a qué centro de estudiantes representaban.
Los dirigentes buscaban a sus militantes y los llevaban a las mesas. Se prodigaban los susurros furtivos y las miradas cómplices. Aunque tampoco sobraba el disimulo. En una cola, un gordo de larga pelambre adoctrinaba a un chico y a un señor mayor (¿cincuenta y cuántos?): “Escúchenme bien, vos sos el presidente del centro y vos el apoderado de la lista azul, ¿me entendieron?”. Un estudiante resumía: “Esto es como un boliche, todos transan. Pero con mala onda”.
Más tarde, muy tarde, los dirigentes empezaron a discutir qué delegados eran válidos y cuáles eran vetados. Así se fue toda la noche del sábado. Mientras, en una noche de llovizna helada, los estudiantes esperaban para salir a la cancha. Hacían tiempo en las facultades de la Universidad de Mar del Plata, en el mismo estadio o deambulando somnolientos por las calles y los bares de la zona. El congreso recién ¿se haría? al mediodía del domingo.

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