La portentosa diferencia a favor en la provincia de Buenos Aires , donde viven cuatro de cada diez votantes de la Argentina, se convirtió en la clave de la victoria de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner. Los datos oficiales se conocerán a partir de las nueve de la noche pero Página/12 pudo establecer que tanto el Gobierno como el Frente de Todos tienen las mismas cifras. Surgen de dos orígenes: las bocas de urna y, con mayor fidelidad, las proyecciones estadísticas de cada uno sobre la base de muestras propias elaboradas a través de mesas testigo en todo el país.

“Según la ley electoral está prohibido dar datos hasta las nueve de la noche”, recordó a este diario Manuel Zunino, de la consultora Proyección, una de las que acertó en las PASO. “Pero las diferencias en la Nación y en la provincia de Buenos Aires son estables, con márgenes de 15 y de 20 puntos, y marcan una victoria holgada del Frente de Todos.” Roberto Bacman y Hugo Haime en las PASO registraron con fidelidad la tendencia que terminó transformada en un plebiscito de hecho. Hoy son las fuentes que alimentan, junto con los resultados de proyecciones propias, a los candidatos de la oposición.

La probabilidad más alta es que el Frente de Todos supere el 50 por ciento de los votos a nivel nacional, hasta orillar el 53 por ciento, y consiga alrededor del 56 por ciento en la provincia de Buenos Aires. Juntos por el Cambio obtendría alrededor de un 34 por ciento nacional y un 35 por ciento en las urnas bonaerenses.

Si esos resultados se confirman, Fernández y Fernández habrán obtenido un mínimo de 15 puntos de diferencia y habrán ganado en primera vuelta. Mauricio Macri, el derrotado, necesitó un segundo turno en 2015 para concentrar el antiperonismo o la ilusión de cambio y ganar por el 2,6 por ciento contra Daniel Scioli.

Con esta tendencia, Axel Kicillof y Verónica Magario superarán marcas peronistas anteriores como las de Antonio Cafiero en 1987 (46,8 por ciento) y Eduardo Duhalde en 1991, elegido también por un 46 por ciento. En 2015 María Eugenia Vidal obtuvo solo un 39,42 por ciento.

El Frente de Todos no solo tuvo un desempeño aplastante en el Gran Buenos Aires, donde ganó en la Tercera Sección, que incluye a los grandes distritos de La Matanza y Lomas de Zamora, y del mismo modo que en las PASO triunfó en la Primera, en el Conurbano norte, a pesar de las derrotas en Vicente López y San Isidro.

A las siete de la tarde, la esperanza de Juntos por el Cambio era no ir a ballottage en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para conservar al menos un distrito propio y un bastión económico. Una segunda esperanza consistía en no bajar de un 35 por ciento, que según el oficialismo le permitiría ejercer una oposición dura contra la Administración Fernández.

Ni siquiera el triunfo de Macri y de Miguel Pichetto en Córdoba le garantizaría al PRO el dominio de un distrito. A escala provincial los cordobeses combinan su preferencia por el peronismo cordobesista Juan Schiaretti y por el peronismo a secas de Carlos Caserio.

A diferencia de 2015 y 2017, el triunfo del Frente de Todos según las diversas fuentes fue categórico en Santa Fe, otro de los grandes distritos de la Argentina. Superaría los diez puntos de diferencia y podría llegar a un 15 por ciento.

Si éstos son los datos finales el resultado del Frente de Todos pasará a figurar entre las tres victorias en democracia que traspasaron el 50 por ciento. Las otras son las de Raúl Alfonsín en 1983 y de CFK en 2011.

El resultado es fruto de un proceso de unidad de las distintas líneas del peronismo y sus aliados, con fuerte peso del Frente Renovador de Sergio Massa, que empezó el 17 de febrero en las PASO de La Pampa. La publicidad electoral del peronismo era sencilla. Una anciana miraba a cámara y, llorando, hacía un pedido: “Sáquennos a esta gente de encima”.

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