Queridozoicos, estigmatizades, autopercepcionistas, bisiestas, gerundiofóbicas, filosófagos, faliformes, contraprestatarios, pequeños y medianos neuróticos: vamos todos juntis, después veremos adónde.

Llegados estos días del año, fríamente tórridos o congeladamente calurosos según los caprichos del clima reinante, no pude menos que recordar aquellos tiempos infantoadolescentes, en los cuales, cuando te iba mal en una materia… ¡te ibas a diciembre!

"Irse a diciembre" no era entonces el natural fluir del cronos, sino un castigo extraño. Alguna vez llegué a alucinar que, en esa misma lógica, cuando todo te iba bien, pasabas directamente de noviembre a enero, sin tener que atravesar esa verdadera frontera anual legendariamente angustiante: no creo ser el único que, cuando escuchaba a alguno de sus padres decirle a algún conocido: “Si no nos vemos felices fiestas”, le atribuía el apenas escondido significado de: “Mejor que no nos veamos, porque si nos vemos, las fiestas van a ser un desastre”.

Y me imaginé una posible tarjeta de nuestro gobierno al FMI: “Si no nos vemos, felices fiestas”. O sea: mejor no nos sentemos a la mesa en diciembre, porque no nos vamos a poner de acuerdo ni siquiera en si el pan dulce debe ser con frutas abrillantadas o con frutos secos, si brindar con sidra o champán y, sobre todo: quién paga el pavo.

Otros que se fueron a diciembre son, sin duda, los radicales. Con eso de "se rompen pero no se doblan”, hay unos cuantos que ya las tienen rotas. No se ponen de acuerdo ni siquiera en las ubicaciones en el pesebre. Pero bueno, durante cuatro años ellos creyeron que gobernaban, ahora creen que son una oposición constructiva, y con muy pocas dudas se entreveran en Endeudemos, donde hacen de acompañante muy poco terapéutico de las "deudutopías" neoliberales.

Otro que se fue a diciembre es nuestro eclownomista de cabecera. Luego de despotricar durante meses contra "la vacuna", aceptó aplicársela, quizás en el primer acto saludable de su ya reconocida trayectoria. Quizás termine explicando que en realidad, lo que le molesta es que los demás se apliquen la vacuna, ya que de esta manera le quitan protagonismo. Quizás entre sus fantasías esté la de llegar al 2023 a “La Casta Rosada”, pero mientras tanto ha partido rumbo a otras tierras, donde quizás haga algunos dinerillos dando conferencias: si el ex Sumo Maurífice puede explicar cómo gobernar, todo es posible, hasta que en Suiza la contraten a Lilita para dar clases de esquí.

No crean, mis querides y queridis, que le voy a escapar a la inflación. Me gustaría hacerlo, en verdad, pero cada vez que visito el almacén, la dietética, la verdulería o la farmacia (y lo de “visito” se está volviendo tristemente literal), siento un fuerte tirón “acá” (tóquese usted mismo o misma donde sea que lleve el dinero o la tarjeta), una angustia a nivel de mi consumo y un dolor de presupuesto que ningún especialista pudo aún mitigar. Para no hablar del taxi: anteayer tomé uno, miré la tarifa y le pedí al taxista que no se moviera, ya que me alcanzaba justo para bajarme en el mismo lugar donde me había subido… si permanecía menos de dos minutos en el auto.

Y diciembre, queridos, idas, ida e idus… ¡recién empieza!

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Sugiero al lector acompañar esta nota con el video Milonga inmobiliaria (o “Hache Rodríguez Larrenta”), de RS Positivo, que pueden ver en el canal de Youtube de los autores.