CARTAS DE LECTORES › HOY PODRIA GANAR CON EL VOTO LO QUE NO PUDO CON LAS ARMAS

Día D para el FMLN en El Salvador

En la víspera de la elección presidencial más reñida de las últimas dos décadas, el candidato del FMLN se sobrepuso a la campaña sucia de la derecha, el poder de los medios y la falta de confianza en la justicia electoral.

 Por María Laura Carpineta

La veda electoral corría, faltaban doce horas para votar y desde el cielo de San Salvador caían panfletos con el lema que gastó la derecha durante la campaña: “Yo no entrego El Salvador”. Los dos días anteriores las ciudades del interior del país más pequeño de América latina también habían visto llover panfletos electorales con consignas contra el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el presidente venezolano, Hugo Chávez. “Es la campaña más sucia desde que recuperamos la democracia. Tenemos los medios de comunicación en contra, la justicia electoral no nos escucha y, la verdad, no hay garantías. Pero igual mañana (por hoy) vamos a salir a dar pelea”, le dijo a este diario la mano derecha del candidato del FMLN Mauricio Funes, Hato Hasbun, en la víspera de la elección presidencial más reñida de las últimas dos décadas

Hace seis meses, Funes y Hasbun pasaron por Buenos Aires para reunirse con la presidenta Cristina Fernández. Rebosantes de optimismo y apoyados por las encuestas, prometían poner fin a veinte años de gobiernos de la conservadora Alianza Republicana Nacionalista (Arena) en su país, El Salvador. Desde entonces muchas cosas cambiaron en el pequeño país centroamericano. Todos los partidos minoritarios de la derecha retiraron a sus candidatos para unir fuerzas detrás del candidato de Arena, el ex jefe de la Policía Nacional Rodrigo Avila. La posibilidad del FMLN, la ex guerrilla salvadoreña que combatió a los gobiernos militares en los ochenta, era por primera vez real.

Después de cuatro gobiernos conservadores, El Salvador es el país más violento del continente y uno de los más pobres. La corrupción, las políticas neoliberales y una relación carnal con Estados Unidos no hicieron más que ahondar la devastación que dejó una guerra civil de doce años. Casi diecisiete años después de los Acuerdos de Paz que convirtieron al FMLN en un partido e impusieron una amnistía general sobre los responsables de 75 mil muertos y más de siete mil desaparecidos, más del 40 por ciento de la población vive sumida en la pobreza, según la ONU, y doce personas son asesinadas por día, una cifra que supera, incluso, a México.

Según la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social, casi el 80 por ciento del país no tiene acceso al servicio de salud. Con niveles de desempleo que superan los de pobreza, cientos de miles de salvadoreños escapan todos los años desesperados hacia el norte. Algunos se instalan en la vecina Costa Rica –la Miami centroamericana, según los salvadoreños– y los más valientes se lanzan a cruzar la frontera mexicana primero, camino a Estados Unidos. Más de 2,3 millones de salvadoreños viven actualmente en ese país y aportan en remesas el equivalente al 19 por ciento del PBI salvadoreño. Los analistas económicos ya advierten que, con la crisis, esa ayuda se achicará y repercutirá directamente en los hogares más pobres.

Con ese oscuro panorama de fondo, el FMLN supo canalizar la necesidad de un cambio presente en la mayoría de los 5,7 millones de salvadoreños. En enero pasado, por primera vez, la ex guerrilla ganó las elecciones legislativas. Fue una ajustada victoria (35 diputados a 32 de Arena), pero suficiente como para que la derecha se uniera y adoptara una campaña de miedo, que polarizó a la sociedad salvadoreña.

“Como en otros países de América latina, en nuestro país hay un grupo de personas que difunden ideas muy afines al gobierno de Venezuela. No queremos polarizar, pero estamos en una batalla para defender los valores nacionales”, explicó en conversación telefónica con este diario Porfirio Chica, uno de los asesores de la campaña del candidato del oficialismo, Rodrigo Avila.

Por primera vez en los últimos años un candidato de Arena reconoció que sus políticas no estaban funcionando. El ingeniero Avila, como lo llaman sus colegas, rompió con el discurso de mano dura que caracterizó al actual presidente y gran amigo de George Bush Antonio “Tony” Saca. “Creemos que tenemos que centrarnos en la prevención. Las pandillas maras están buscando más gente; tenemos que educar en las escuelas para que no convenzan a los jóvenes”, explicó Chica.

El cambio de discurso de Avila le ganó varios puntos en las encuestas y forzó a Funes, el candidato del FMLN, a moverse aún más hacia el centro. Bajo el lema “Un cambio responsable”, el ex presentador de la cadena estadounidense CNN hizo lo imposible para despegarse del mote de radical, al que tradicionalmente estuvo ligado el FMLN. Aunque se afilió recientemente al frente, se sigue reivindicando como un independente, un outsider. Evita vestirse de rojo, el color tradicional del Farabundo Martí, y mantiene una buena relación con Estados Unidos (ver recuadro).

Hasta hace cuatro días, el 20 por ciento de los salvadoreños se decían indecisos y las encuestas dan un empate técnico entre los únicos dos candidatos presidenciales. Gane quien gane no la tendrá fácil con un Congreso y una sociedad dividida. Sin embargo, después de casi dos décadas el color rojo vuelve a apoderarse de las calles de El Salvador.

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Propaganda electoral del FMLN en las calles de San Salvador, horas antes de las elecciones.
Imagen: EFE
 

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