CARTAS DE LECTORES

Los Cartoneros Americanos... y yo

Por un lado me felicito de poder tener mis ojos abiertos y mi corazón predispuesto a nuevas caras o experiencias; cuando ocurren cosas delante de mis ojos, poder reaccionar, tratar de entenderlas y dejar que me afecten. Un poco de todo lo de arriba ocurrió cuando traté de cumplir con una de las pocas obligaciones que me quedan de la vida hogareña. Esa contribución casera no era otra que transportar la basura y los containers de reciclado al cordón de la vereda. La única diferencia, esta vez, es que por primera vez, cara a cara, me encontré con los cartoneros americanos; un explosivo reloj despertador me ayudó a darme cuenta de que de alguna manera, alguien nos ha invitado, a nosotros, los intocables y líderes del primer mundo, con una cálida bienvenida a la fiesta del... hmmm... digamos del 2,25 mundo... Quise cerrar los ojos y asegurarme de que estaba en Burlingame, California, 94010, y no en la esquina de Cerrito y Paraguay u otra de mi amada Buenos Aires, y también entender mi ingenuidad y sorpresa por no haber sabido que los colegas de los conocidos precursores de la industria en la Argentina han estado dando vueltas por un tiempo, larguito, cuanto menos, un elefante delante de mis ojos que no quise, pude o traté de reconocer como parte de la realidad. Hasta me avergüenza mi corto diálogo con ellos, en vez de preguntarles de dónde eran, cuánto hace que estaban cartoneando o si habían quedado desocupados, yo, feliz en mi mundo, no atiné a nada o a nada significativo. Cartoneros en las calles, tortura justificada por la versión americana de la “doctrina de seguridad nacional”, prisioneros en cárceles sin derechos, ni abogados, una economía que tritura ilusiones, y yo paralizado ante tanta comparación con otros años y países conocidos, sólo me animo a pedirles a los muchachos que no me hagan mucho lío con las latitas. ¿Podría haberlos ayudado a no perder la esperanza? Tal vez, podría haberles explicado que “el American dream” sigue vivo para todos y también para ellos, sí, tal vez; pero también podría preguntarles a ellos cómo están, dónde están las familias y qué se hace para salir del pozo. Pero no lo hice, y me arrepiento. El más joven me miró y, sin saberlo, recitaba una hermosa frase cantada y escrita por Charly, “tuve un sueño muy hermoso, dime quién me lo robó”. Desafortunadamente, yo no sabía de qué me estaba hablando, sólo espero poder tener otra chance.

Alejandro Resnik

DNI 14.033.318

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