CONTRATAPA

Plutón Plutón qué grande sos

 Por Leonardo Moledo

–Es una infamia, una infamia –la gorda lloraba con un desconsuelo imposible de imitar. A su alrededor se había formado un corro que con el pasar de las horas tendía subrepticiamente a la multitud. Como nada humano me es ajeno, me acerqué y formulé una pregunta interesante.

–¿Qué pasa?

–Expresa una lógica indignación ante la medida arbitraria de la Unión Astronómica Internacional que le ha quitado a Plutón su categoría de planeta –me dijo un jubilado que se cebaba mate con un termo al estilo uruguayo.

–La Unión Astronómica Internacional acaba de parir un nuevo Sistema Solar –dijo una chica del ARI–, adoptando una matriz que no es sino un aborto moral.

Todos nos quedamos meditando sobre la frase y pudimos comprobar que la chica estaba embarazada.

–Si es un planeta, es un planeta, y si no es un planeta, no es un planeta –dijo una mujer que acababa de comprar una balanza de baño y la llevaba en un bolsito decorado con caléndulas azules y estrepitosas.

–Nos despojan de Plutón –dijo la chica del ARI– y ahora vienen por Neptuno.

–Pero es ridículo –arguyó una viejita con sombrero adornado por una consola cuasi microscópica y rematada en un pen-drive como si fuera una peineta. Era una perfecta combinación de lo arcaico con lo futurista–. No pueden quitarle el título de planeta porque es chico –ella misma era chiquitísima.

–Bueno –me creí en la obligación de intervenir–, en realidad no lo desplanetizaron porque es chico.

Un murmullo recorrió la concentración.

–Por radio y televisión se la pasan diciendo que esa fue la causa –dijo un señor–. Miren. Yo soy médico pediatra y sé que, pese al discurso progresista, a los chicos se los deja de lado. Y eso que yo he visto muchas cosas, desde amputaciones de miembros hasta cirrosis infantil y alcoholismo prenatal.

–Yo también –dijo un cura–, imagínese usted las cosas que se oyen en el confesionario.

–Pero no se ven –el médico quiso retener su monopolio del horror y retomar la vieja pugna entre la ciencia y la religión– y créame que no es lo mismo oír una operación a corazón abierto que verla, o... –y empezó a describir enfermedades cada vez más repulsivas y con nombres cada vez más espeluznantes. La viejita se desmayó.

–¿Ve? –dijo el sacerdote, triunfal–, ¿ve que oír es casi lo mismo? Por eso le decía que he oído cosas más graves o casi más graves que este asunto de Plutón. Piense en Hiroshima. Piense en la gente quemada por la Inquisición.

–Piense en el gobierno fascista de Kirchner –dijo la chica del ARI.

–Piense en los genocidas que pretenden elegir un rector de la universidad. Un rector más y un planeta menos –dijo un estudiante que militaba en el PO–. Típica maniobra de Bush. Irak, Plutón, mañana Irán.

–¡Que nos devuelvan a Plutón! –aulló la multitud–. ¡Que nos devuelvan a Plutón! –faltaba un millonésimo de segundo para que todos se dieran vuelta hacia mí...

–¿Y por qué los desplanetizaron? –me encaró un camionero con una barra de hierro en la mano. Miré todos esos rostros agresivos y me di cuenta de que unánimemente se habían puesto en mi contra.

–Cerdo fascista –murmuró la chica del ARI.

–En realidad hay tres condiciones para ser un planeta –dije con cautela y absoluta conciencia de mi pedantería– y Plutón no cumple con las tres.En primer lugar, debe ser un cuerpo que gira directamente alrededor del Sol.

–Y Plutón lo hace –dijo la viejita–. O por lo menos lo hacía.

–Esa condición la cumple –dije yo, paciente, mirando de reojo al camionero que se ponía cada vez más rojo de furia.

–En segundo lugar, debe ser esférico –dije.

–¡Y Plutón era esférico! –dijo el cura. Todos hablaban en pasado, como si Plutón en vez de cambiar de categoría planetaria se hubiera muerto.

–Esférico como mi panza –dijo la chica embarazadísima del ARI. A esta altura, yo estaba completamente rodeado.

–Pero, además, tiene que haber barrido a todos los cuerpos a su alrededor, como ocurre con la Tierra; en cambio, Plutón tiene un satélite, Caronte, casi de su mismo tamaño muy pero muy cerca. Esto es, no cumple la tercera condición.

–¿Y por semejante estupidez le quitaron su planeticidad? –la gente se me aproximaba peligrosa, amenazadoramente. Pensé en linchamientos. Pensé que iba a ser un mártir de la astronomía, o mejor dicho, de la Unión Astronómica Internacional.

–¿Por necedad y corrupción tenían que parir un nuevo sistema? –aulló, casi en mi cara la chica del ARI–. ¿Tenían que parir ese nombre de “planeta enano”, tenían que parir.... pero... pero –gritó de repente–, ¡estoy pariendo! –efectivamente, una cabecita asomaba por debajo de su vestido. Se armó un revuelo enorme: el pediatra se apresuró a realizar su tarea, la señora de la balanza la apoyó en el suelo para pesar al bebé, el jubilado aportó el agua caliente de su mate, el cura salió disparado a buscar agua apta para un bautismo...

Aproveché el tumulto para escabullirme discretamente. “Si es un varón –pensé– seguro que le ponen Plutón. Pobrecito.”

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