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“Cuando se lee un poema, ellos hablan”

Se presentó el libro Escritos en la memoria, que recopila textos de escritores desaparecidos o asesinados por la dictadura militar argentina entre 1976 y 1983.

 Por Cristian Vitale

“Yo amo, tú escribes, él sueña, nosotros vivimos, vosotros cantáis, ellos: matan.” Paula Santoro revivió la apasionada pluma de su padre Roberto –creador de la revista literaria Barrilete, mediando la década de 1960– y desató un fortísimo aplauso en el ND Ateneo, durante la presentación del libro Escritos en la memoria, antología de escritores asesinados y desaparecidos entre 1974 y 1983 en la Argentina. Hacedor de otros poemas como Currículum –también recuperados por su hija–, Roberto Santoro fue secuestrado el primer día de junio de 1977 en la escuela donde trabajaba (la ENET 25 de Once) y nunca más nadie supo de él, como del resto de los escritores que forman parte de la antología.
“Cada vez que se lee un poema hablan ellos, nos dicen cosas. ¿Cómo podemos pensar que están muertos?... la muerte es seca, negra, silenciosa. Este libro demuestra que los revolucionarios han sabido amar profundamente y hace que los vivamos con alegría. Estarán felices de saber que sus vidas siguen siendo útiles, que siguen marcando caminos”, señaló Hebe de Bonafini, otra de las oradoras. El trabajo, de edición flamante y con locación en Internet (www.escritosenlamemoria.com.ar), desempolva escritos no siempre políticos de Roberto Carri, Haroldo Conti, Silvio Frondizi, Norberto Habegger, Alicia Eguren de Cooke y Susana “Piri” Lugones, entre otros. “Si no entendemos lo que nos ha pasado, difícilmente podremos saber dónde vamos. Jauretche decía que hay una política de la historia; hay una disociación entre lo que la gente escucha y lo que ha pasado en realidad. De ahí la importancia de esta antología. El sistema los ha asesinado con el silencio, no sólo con la muerte física. Ojalá un día podamos reunir el rompecabezas de la patria latinoamericana”, expresó Enrique Zavala, pionero de la idea.
Del sociólogo Roberto Carri –arrancado de su casa el 24 de febrero de 1977 junto a su esposa Ana María Caruso–, la recopilación rescata su defensa del peronismo revolucionario planteada en Poder imperialista y liberación nacional. Las luchas del peronismo contra la dependencia (1973); de Alicia, mujer de quien fuera secretario privado de Juan Perón entre 1955 y 1959, John William Cooke (secuestrada en la calle el 26 de enero de 1977), algunos versos como Poemas de la tierra, el mundo y el tiempo (“Buenas noches, mi tierra, por ti he andado sobre la blanda curva de la siega final”) y de Conti –desaparecido en mayo de 1976– un espléndido fragmento dedicado a su madre titulado Muerte de un hermano, del libro Todos los veranos editado en 1964. “Ellos, con su lucha y su sacrificio, han resguardado la unión y la utopía. Le estaban haciendo un corte de manga a la muerte y permanecen; mientras, los demás han pasado al estiercolero de la historia”, expresó el historiador Norberto Galasso, encargado de cerrar el breve pero emotivo acto, que musicalizaron Raly Barrionuevo, Teresa Parodi y León Gieco.
Además de la hija de Santoro, concurrieron a la presentación otros familiares de escritores desaparecidos: Leandro Barros –hijo de Lucina Alvarez y Oscar Barros, secuestrados juntos en mayo de 1976– dio lectura nerviosa a Un favor a la poesía, de su mamá, y de algunos escritos ideológicos de su papá como En todo por Chile, por Chile, donde el escritor y pianista denunciaba prácticamente in situ la concatenación del fascismo chileno con la política exterior estadounidense, tras el derrocamiento de Salvador Allende. Carolina Balbi –hija de Osvaldo Balbi, visto por última vez en septiembre de 1978 en el campo de concentración El Vesubio– optó por algunos poemas que no están en el libro como Tiempo cachuzo de vivir la tristeza, al igual que Emiliano Bustos, hijo del poeta y pintor Miguel Angel Bustos, aquel que alguna vez habló de Dios así: “Siempre tan blanco, tan limpio, tan lejano: ¿cuándo vas a venir a jugar el truco con nosotros?” Ramiro Ortega Gómez –hijo de Rodolfo Ortega Peña– optó por no leer nada de su padre, sino recordar mediante palabras propias a quien perdió cuando tenía 8 años. “Me conmueve esta reconstrucción de la historia. Me conmueven las imágenes, los colores, el olor, las historias de infancia. Me encontré en estos años con la posibilidad de reconstruir y forjar con ustedes la identidad de una parte de la sociedad que quiso ser borrada. Podemos seguir peleando contra el olvido. Que estos escritos tengan un valor de militancia política, porque los tiempos de hoy son tan auténticos como los tiempos pasados”, dijo.
Marta Mugica, hermana del padre Carlos –que también figura en la antología–, lo recordó así: “Carlos no fue un escritor, Carlos escribió con su vida. Recuerdo que su primer impacto al empezar a trabajar en la villa le hizo producir una oración llamada Meditación en la villa, que dice: ‘Señor, sueño con morir por ellos, ayúdame a vivir por ellos’, obviamente en referencia a los niños. Y después de sufrir varios atentados con bombas y de que le cortaran los cables del ascensor escribió otra frase importante: ‘nada ni nadie me impedirá servir a Jesucristo y a su iglesia luchando junto a los pobres por su liberación, y si el Señor me concede el privilegio que no merezco de perder la vida en esta empresa estoy a su disposición’”. A su turno, Elsa Oesterheld, viuda de Héctor, el creador de El Eternauta, desaparecido en junio de 1977, lo describió como un poeta “a su manera”, al que lo obsesionaban la cultura y la educación de los argentinos. “El tiempo ha demostrado la visión increíble que tenía sobre temáticas que en aquel momento parecían un disparate. Y me incluyo, porque yo también le protesté su idea de hacer historietas. Me equivoqué y mucho, porque esas historietas revolucionaron la lectura convirtiendo este género de entretenimiento en una herramienta de transformación cultural que perdura desde hace 50 años.” El cierre oportuno del primer acto –el próximo será una exposición en el Congreso, entre el 20 y el 27 de mayo– lo propuso Galasso quien, como en el prólogo del libro, citó a León Felipe: “Eh, tú, muerte, ¡escucha!: ¡Nosotros somos los últimos en hablar!”.

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