ESPECTáCULOS › GOTAN PROJECT, ELECTRO-TANGO

De aquí, de allá y en todas partes

Integran el grupo un argentino, un francés y un sueco. Se editó aquí su CD debut, que vendió en el mundo un millón de copias.

 Por Karina Micheletto

Sólo seis años atrás, la idea de cruzar el tango y la música electrónica, la posibilidad de que en una milonga cualquiera pudieran irrumpir sets punchi-punchi, y que en una fiesta trance sonara un compás de dos por cuatro, hubiera parecido muy, muy extraña. Hasta que alguien se formuló esa pregunta capaz de disparar revoluciones: ¿por qué no? En 1999, el argentino Eduardo Makaroff, el francés Philippe Cohen Solal y el sueco Christoph Müller se hicieron esa pregunta en París. Así nació Gotan Project, el grupo que llegó primero a aquel experimento transformado en subgénero musical, que hasta tiene batea propia en las disquerías especializadas. Dos años después se editaba en Europa La revancha del tango, un disco arrimado a estas orillas por las más diversas vías (hasta llegó a venderse un CD trucho con los nombres de sus integrantes mal escritos y un par de temas que no les pertenecían). La revancha... sonó en cortinas de programas de radio y televisión, publicidades varias, escenas clave de telenovelas como Resistiré... Y, al revés de lo que suele suceder, recién ahora se edita aquí el primer CD del grupo, ocasión que es aprovechada para la presentación en sociedad del trío (habrá una actuación antes de fin de año, anuncian, aún sin fecha).
Después de un periplo que en la Argentina lo llevó por el rock, la música infantil y publicitaria y, finalmente, el tango (estudió guitarra con el Tata Cedrón), Makaroff partió a Francia en 1990. Eso sí: su dúo Edu y el Pollo pasó a llamarse Mano a Mano. Allí conoció a Cohen Solal, con quien comenzó lo que fue, asegura, “una experimentación artística sin ideas de marketing”. Si ése fue el inicio, el experimento terminó vendiendo un millón de discos en todo el mundo, sonando en series como Sex & the city y Six feet under y haciendo bailar un tango a Richard Gere y a Jennifer López en Bailemos. “Ahora son muchos los que se acercan a decirnos ‘cómo la pegaron’”, dice Makaroff, y sonríe. “Acá no hubo fórmula: fue un proyecto muy underground, que empezó con mil vinilos para distribuir entre los DJs que se coparan, y que se fue difundiendo solo, por una especie de magia, o por la suerte de estar en el momento y el lugar justos. No puedo explicar qué fue. Si existiera una fórmula, habría muchos empresarios discográficos millonarios.”
Los Gotan Project dicen que no quieren saber nada con comparaciones, sobre todo con Bajo Fondo, el proyecto de Gustavo Santaolalla y compañía. “Cada uno de los que nos sucedieron estará siguiendo su camino. Algunos son más sinceros, mejores, otros menos tangueros, más oportunistas, pero no nos corresponde a nosotros meternos en esa polémica”, se limita a decir Makaroff. “Nuestra meta era hacer una música que no habíamos escuchado antes. Yo no soy tanguero, vengo de la música electrónica, pero soy muy curioso. El tango me inspiró porque es una de las músicas más hermosas del mundo, y a pesar de que sea el alma de Buenos Aires, es tal vez el diablo de París”, explica Cohen Solal respecto de su incursión en el género. “No es casualidad que Piazzolla haya trabajado en París, como no es casualidad que haya tantos músicos argentinos que experimenten allí. Es natural entonces que Gotan Project haya nacido en París, que se haya dado este encuentro entre músicos argentinos y europeos. Por eso era tan importante para mí venir aquí.”
Cohen Solal ya había venido en 2000 junto a Makaroff, para tomar sonidos que luego incluirían en el disco (ver recuadro). “Pero sobre todo para escuchar cómo resuena nuestra música en Buenos Aires”, asegura el francés. “Si un músico argentino hace reggae, moriría de ganas de conocer Jamaica. Eso mismo me pasó a mí”, explica, e intenta describir la sensación que le provocó escuchar que su música saliera de una disquería, en plena calle. Para Müllen, en cambio, esta es su primera visita. “Hace cinco años que estoy trabajando en la música de Buenos Aires y tenía un fantasma importante creado en mi cabeza. Quería ver si la realidad corresponde con lo que me imaginaba, y si la música que hacemos tiene algo que ver con todo esto”, dice.
Puestos a hablar de referentes, ellos nombran a Astor Piazzolla, Aníbal Troilo y Domingo Cura. Sus invitados son gente como el bandoneonista Niní Flores o el pianista Gustavo Beytelmann, ambos radicados en Francia, Néstor Marconi o Juan Carlos Cáceres, que participarán en el próximo disco. En sus shows hay mucho de puesta visual, “una suerte de instalación de arte contemporáneo”, según explican. En la primera parte del concierto hay un velo gigante sobre el que se proyectan videos experimentales, y sólo se puede adivinar la presencia de los músicos a través de ese velo. Cuando el telón cae aparece una segunda pantalla detrás del grupo y comienzan a cruzarse músicos tangueros y electrónicos, en un diálogo constante entre la electrónica y la acústica.
–Curiosamente, algunos de los que hacen esta música reniegan de la etiqueta de “tango electrónico”. ¿Cómo les cae a ustedes?
Makaroff: –Es cierto que las definiciones nunca son suficientemente abarcativas, siempre quedan cortas. Lo que hacemos nosotros tiene influencias de jazz, hip hop, dance jamaiquino... Pero para mí está bien llamarlo electrotango o tango electrónico. Porque indica que se abrió un nuevo género que lleva al tango a la época de las computadoras y los samplers y, al revés, a la música electrónica a una búsqueda hacia atrás. En todo caso, estamos contentos de que un experimento nuestro haya hecho surgir un nuevo género.

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Makaroff, Cohen Solal y Christoph Müller.
 
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